Inmigración y voto latino

Resulta indudable que en la reelección de Barack Obama influyó de manera significativa el voto latino (75% de este fue para el presidente, según la encuesta de Impremedia y Latino Decisions). Y es cada vez más evidente que en elecciones futuras el electorado hispano será clave para definir al inquilino de la Casa Blanca.

En este contexto, al que hay que añadir las promesas de campaña pasadas y presentes de Obama y la enorme expectativa que existe en la comunidad hispana, el señalamiento del Presidente de que tras el arranque de su segundo periodo, en enero de 2013, comenzará a impulsar un proyecto de reforma de inmigración resulta auspicioso aunque aún falta por conocer su amplitud y el grado de apoyo que recibirá, sobre todo de la crucial mayoría republicana en la Cámara de Representantes.

Obama delineó que su propuesta de ley incluiría un camino a la ciudadanía para los indocumentados y seguridad fronteriza. También incluiría el beneficio del DREAM Act para jóvenes estudiantes o al menos convertir en legislación formal el actual procedimiento administrativo de la Acción diferida.

Las posturas de los republicanos y del candidato Mitt Romney, de fuerte acento antiinmigrante, figuraron entre los factores que alejaron abismalmente al Partido Republicano del votante latino y, por contraste, mitigaron la pésima imagen que el gobierno de Obama ha tenido en materia de inmigración entre la comunidad hispana, que aún tiene presente que ha sido durante la presente administración cuando, por ejemplo, se ha deportado indocumentados en cantidades récord y no se honró la promesa inicial de reforma de inmigración integral ni cuando los demócratas tenían mayoría en ambas cámaras del Congreso. Así, Romney no supo, no pudo o no quiso capitalizar ese malestar entre los hispanos y desaprovechó la oportunidad de atraerse algo más del voto latino con una postura ‘reaganiana’ o al menos más humana y menos agraviante.

El voto latino fue pragmático en el tema de la inmigración pues si bien los votantes tuvieron muy presentes las omisiones de Obama en la materia, también comprendieron que el Presidente era la mejor opción para lograr una reforma y le concedieron su sufragio. Una deuda que Obama debe ahora compensar.

Así, de cara al futuro, es previsible ver una confluencia tanto de demócratas como de republicanos hacia el centro, para impulsar una reforma de inmigración de tono moderado para lograr el aval republicano pero lo suficientemente amplia para que sea realmente una solución de largo plazo y no un paliativo. Tal sería el legado que Obama podría ofrecer y una manera de conservar y ampliar para el Partido Demócrata el apoyo hispano que actualmente goza.

Esta opción sería, además, la que en el fondo más conviene al Partido Republicano pues, neutralizado el divisivo asunto de la inmigración temprano en el segundo periodo de Obama, podría concentrarse en recapturar el voto hispano con propuestas y materias menos espinosas y con las que podrían tejer afinidades con los latinos de manera más fácil y efectiva.

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