El riesgo y la ambición

Marco Rubio busca ser líder de la reforma migratoria

El senador Marco Rubio, del Comité de Relciones Extranjeras  del Senado, habla a la prensa después de salir de una reunión a puerta cerrada sobre el asalto al Consulado de EEUU en Bengasi.

El senador Marco Rubio, del Comité de Relciones Extranjeras del Senado, habla a la prensa después de salir de una reunión a puerta cerrada sobre el asalto al Consulado de EEUU en Bengasi. Crédito: AP

El senador Marco Rubio, republicano de la Florida, está en una posición complicada: quiere ser líder de la reforma migratoria que se está diseñando en el seno de dos pequeños grupos bipartidistas en el Senado y la Cámara de Representantes y que luego irá al Congreso en pleno, pero tiene que cuidar su flanco derecho, desde el cual los grupos más conservadores de su partido miran con recelo esta reforma.

Quizá es por eso que Rubio está entre los más cuidadosos, los más sonados y también los más contradictorios personajes de esta reforma que se cocina en cuartos cerrados de Washington, D. C. pero también bajo la mirada atenta de la comunidad latina, que votó contundentemente a favor de una reforma que resuelva favorablemente la situación de los 11 millones de indocumentados.

Este pasado domingo, poco tiempo antes que el senador demócrata Charles Schumer saliera en el programa Meet the Press diciendo que la “pandilla de los 8 del senado” había llegado a un acuerdo sobre los principios de la reforma, Rubio había emitido un comunicado diciendo que decir eso era “prematuro” y que el proceso “no puede apurarse ni hacerse en secreto”.

La realidad es que para Rubio hay mucho más en juego que la reforma migratoria: está toda su futura carrera política en la picota. La familia de Rubio inmigró a Estados Unidos en 1956 desde Cuba gracias al patrocinio de Lola, la hermana de su mamá, por un proceso muchísimo más sencillo del que puede tener hoy cualquier inmigrante, con excepción quizá de sus paisanos cubanos que se benefician de la ley de ajuste cubano, aprobada en 1966.

“Costaba 500 dólares en aquella época traer a alguien a Estados Unidos. Y cada miembro de mi familia que llegó trabajó para pagar por la venida del siguiente miembro de la familia. Así es que algún tiempo después, mis abuelos y casi toda mi familia habían inmigrado”, escribió Rubio en su libro autobiográfico “El hijo Americano” publicado hace unos meses.

En pocos años Rubio ha pasado de ser un legislador de la Florida que patrocinó legislación a favor de los estudiantes indocumentados, a un candidato al senado federal por parte del ultra conservador Tea Party que se oponía rotundamente a la “amnistía” y que respaldó con todas sus fuerzas a Mitt Romney, el presidenciable perdedor del año pasado y su fatídica “auto deportación”.

Y ahora, tras la derrota aplastante de esa idea en las elecciones de Noviembre, Rubio ha puesto todas sus fichas en ser el líder de la reforma migratoria “moderada” que traiga beneficios a su partido republicano pero también a su futura carrera política.

“Es un poco prematuro hablar de competidores por la presidencial de 2016 pero lo haré: Marco Rubio es uno de los más probables”, dijo la analista política y profesora de USC Sherry Bebitch Jeffe. “Es obvio en lo que hizo el domingo que no sólo está cuidando su base conservadora, sino también ser uno de los líderes de la reforma y mantener las cámaras y la atención sobre su persona. Y lo está logrando”.

Rubio continúa tratando de moderar la conversación sobre un camino a la legalización y la ciudadanía, insistiendo que es injusto dar ese camino a personas indocumentadas antes que a las personas que solicitaron legalmente su ingreso al país.

“Está tomando un riesgo”, dijo Jeffe. “Está diciendo, teníamos que hacer esto, pero hubiera sido mucho peor si no hubiéramos estado involucrados. El riesgo puede resultar ganador para su futura carrera y también para su partido”.

Pero si la reforma es demasiado restrictiva también hay otro riesgo: que los latinos no estén satisfechos y culpen a los republicanos, a quienes están ya predispuestos a culpar.

“Los latinos no votaron por más control fronterizo, ni por un camino tan largo a la ciudadanía que sea casi imposible”, apuntó ayer Roberto Lovato, asesor de Presente.org, una organización activista que no ve con buenos ojos la información que está saliendo de la “pandilla de los ocho”.

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