La generación de futbolistas nacida con los videojuegos ya tiene el control: ¿pueden mejorar gracias al FIFA?

El fútbol virtual ya no es un intruso en concentraciones y viajes

La imagen de Pogba en el FIFA 17

Pogba, uno de los emblemas del FIFA 17. Crédito: FIFA 17

El futbolista francés Paul Pogba y el FIFA llegaron juntos al mundo en 1993. Se puede decir que a los dos les fue muy bien. Pogba pasó esta temporada de Juventus al Manchester United en una transferencia global estimada en 110 millones de euros y la serie de videojuegos más popular de fútbol lleva vendidas 105 millones de copias desde su lanzamiento. Pogba creció en una época en la que consolas de videojuegos ya formaban parte del paisaje de las concentraciones y los hoteles en los viajes. La “play” ya no es un intruso al que los directores técnicos procuran expulsar, como alguno que en 2005 mandó a cortar la luz de un hotel en Rosario porque los jugadores no se iban a dormir, animados por sesiones interminables.

La generación de futbolistas que simboliza Pogba nació con los videojuegos y ya maneja el joystick del fútbol mundial. La diversión virtual los identifica y los aglutina, como antes lo hacían el mate y las cartas. Además les provee conocimientos sobre rivales con virtudes y defectos. Porque no solo creció estimulada por los videojuegos una generación de futbolistas, sino también aquellos que desde afuera de la cancha se vinculan al fútbol profesional desde las estadísticas y los datos duros. Algunos se hicieron futbolistas. Otros programadores y científicos. Nunca antes el fútbol se valió tanto de las estadísticas. Antes los jugadores se enojaban por las calificaciones en los diarios, ahora lo pueden hacer por la valoración de sus habilidades en el FIFA, el Pro Evolution Soccer y el Football Manager.

Estamos ahora en la era del FIFA 17, que según los especialistas, puede ser tan fascinante como el FIFA 13, la versión más vendida por la franquicia de EA Sports con 15 millones de unidades. El FIFA 2017 representa una nueva etapa en la saga. Como novedad técnica utiliza un nuevo motor gráfico llamado Frostbite que mejora notablemente las expresiones de los futbolistas virtuales y potencia el sonido del juego. Esta versión del juego permite por primera vez la interacción con los técnicos y tiene una variante llamada “The Journey” (“El viaje”) que apunta a desarrollar la carrera de un futbolista desde su niñez. La perspectiva del negocio llega con otra innovación: la franquicia intenta iniciar una nueva etapa generacional y se desprendió de Lionel Messi en su histórica portada. Para reemplazarlo tuvieron que “fichar” a cuatro jugadores: James Rodríguez (Real Madrid), Eden Hazard (Chelsea), Anthony Martial (Manchester United) y Marco Reus (Borussia Dortmund).

La aceptación de los videojuegos como parte constitutiva de los futbolistas lleva a la tentación de afirmar que tantas horas entregadas al entretenimiento pueden mejorar las habilidades reales de un jugador. Fue el propio Messi el que confesó, cuando se lanzó el FIFA 13 que pasaba muchas horas jugando en modo online con “players” desconocidos. Cualquier compañero de vestuario del Barcelona puede corroborarlo. Tratándose especialmente de Messi, surge una pregunta interesante: ¿Puede servir un videojuego de fútbol para que un futbolista se supere en la cancha?

“Si jugas mil años al Tetris, ¿sos mejor acomodando las valijas en el baúl del auto antes de irte de vacaciones”, pregunta, desafiante, el neurocientifico Fabricio Ballarini, investigador del Conicet y que elige a Racing cuando se sienta frente a la playstation. “Un futbolista profesional puede aprender mientras juega al FIFA, por es un videojuego que tiene muchos componentes reales. Pero luego hay que poder comprobar si logró trasladar ese conocimiento al momento de jugar. Ese es un debate enorme que tiene la ciencia en este momento y todavía nada determina de forma contundente que esto sea así.

Ballarini anticipa que existen formas de comprobar si lo experimentado por un futbolista en un videojuego puede ser luego utilizado como herramienta en la competencia: “Un manera de medirlo es pedirle a un jugador que atienda a determinadas características de un rival en los videojuegos como puede ser encararlo por un sector determinado. Y luego evaluarlo con un multiple choice para ver si incorporó esos datos del adversario. Luego, el día del partido, es posible medir las estadísticas de las acciones desarrolladas en la cancha. Es una de las formas para evaluarlo. No es la única y a la vez tiene un margen de error elevado. Otro modo pasa por hacer jugar a un futbolista al FIFA durante la semana contra el rival de turno. El domingo cuando lo enfrenta, al salir de la cancha, se le pregunta si durante el partido pudo evocar algún recuerdo de “la play”. Si la respuesta es positiva, estamos ante un buen comienzo”.

Ballarini, aún cuando no haya comprobación científica de que jugar al FIFA mejora el rendimiento de un futbolista, es contundente al desarmar la idea de que los videojuegos son una pérdida de tiempo: “Los videojuegos de fútbol tienen muchos componentes reales y en ese pasatiempo informal también se aprende“.

Hace unos días se viralizó un video de Jessica, la esposa de Ciro Immobile, donde se quejaba porque su marido estaba entregado al fútbol virtual y no le prestaba atención. Por más que le gritara “Amore, amore.”, el delantero de Lazio seguía sumergido en una partido en solitario. No sabemos como andan las cosas por el hogar de los Immobile, pero lo que Jessica tal vez no sepa es que probablemente su esposo se llevó trabajo a casa.

Messi en el comercial del FIFA 13, el juego más exitoso de la franquicia

FIFA 17 permite seguir el desarrollo de un futbolista desde su niñez

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