Editorial: ¡Heil Trump!: un mal presagio

Es indignante la complicidad de los políticos republicanos con esta actitud.

Adolf Hitler saluda a a paramilitares en Alemania el 13 de noviembre de 1930.

Adolf Hitler saluda a a paramilitares en Alemania el 13 de noviembre de 1930. Crédito: Hulton Archive | Getty Images

La imagen de gente gritando ¡Heil Trump! con el brazo al estilo nazi en una reunión pública a pocas cuadras de la Casa Blanca no es una pesadilla de la cual se pueda despertar, ni una aberración política.

Es el presente de nuestro país. Es el resultado lógico de la victoria de Donald Trump basada en el resentimiento hacia las minorías y los extranjeros. Es un mal presagio de los tiempos que asoman con el próximo gobierno.

Las palabras de ayer del presidente electo de que los neonazis que realizaron la reunión “no son un grupo que quiero energizar” y si es así, “quiero ver por qué” no son sinceras. Su estrategia electoral se basó en la explotación de los sentimientos que le ganaron el respaldo de neonazis , del Ku Klux Klan y de racistas de toda índole.

Decir, como hizo ayer Trump en el The New York Times, que si su asesor político, Steve Bannon, fuera “un racista o alt-right… ni siquiera pensaría contratarlo” es una mentira gigantesca.

Bannon, como ejecutivo del sitio de noticias Breitbart, fue el aglutinador de la llamada derecha-alternativa (Alt-right), un nombre que busca ganar respeto entre los neonazis y afines.

La mejor manifestación del pensamiento de Trump se ve a través de sus acciones.

Cuando se enojó con el elenco de la obra teatral Hamilton, desde su Twitter personal les exigió pedir perdón al vicepresidente Mike Pence. La misma reacción inmediata y directa tuvo hacia los comediantes del programa de TV Saturday Night Live.

Cuando son neonazis los que se manifiestan a su favor con una agenda de supremacía blanca, la respuesta se da a través de un oscuro empleado del equipo de transición que vagamente recuerda que “Trump ha continuado denunciando el racismo de cualquier tipo”. Para esto, el presidente electo no tiene ningún entusiasmo ni le interesa ser claro, como en otros casos.

Es indignante la complicidad de los políticos republicanos con este actitud. Esos mismos que aceptan que los racistas, que antes se reunían vestidos de soldados en un bosque de Idaho, hoy anden de traje y corbata en Washington celebrando haber llegado a la Casa Blanca.

Este es un pacto con el demonio del Congreso. Legisladores como el presidente de la Cámara Baja Paul Ryan, aceptan hasta lo más repugnante con tal de aprovechar la ocasión para promulgar leyes, que nunca antes en un clima político distinto hubieran tenido una oportunidad de ser aprobadas.

El reconocimiento a neonazis y racistas en el Partido Republicano ya era horrendo. El hecho de que ahora estén a un paso del gobierno es una tragedia inenarrable en la historia de nuestro país que aún no ha comenzado.

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