Editorial: El Congreso debe investigar ciberataque electoral

Es alentador que haya un grupo bipartidista de senadores interesados en saber qué ocurrió y cómo prevenir futuras penetraciones cibernéticas

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Ya son 200.000 afectados en al menos 150 países Crédito: Shutterstock

La seria posibilidad de que Rusia interviniera en la elección presidencial en favor de un candidato es suficientemente inquietante como para investigarla a fondo. Un comité selecto bipartidista creado para este fin es el camino adecuado, pero políticamente es más viable hacerlo con los comités regulares, como el de Inteligencia.

Durante la campaña presidencial se reportó en varias oportunidades la intención del gobierno de Vladimir Putin de dañar el proceso electoral estadounidense penetrando el sistema informático. Se temió que el blanco podría ser el conteo de votos, más tarde se vió que el hackeo se hizo en los correos electrónicos.

El FBI le había avisado al Partido Republicano de Ilinois que su correo fue penetrado meses antes de la elección. Luego vino la filtración a través de Wikileaks en la Convención Demócrata, para perjudicar la relación entre los precandidatos presidenciales Hillary Clinton y Bernie Sanders. Este fue el preámbulo de lo que venía.

Un goteo semanal de Wikileaks con información obtenida de los correos del jefe de campaña de Clinton que fue desgastándola hasta el día de la elección. Esto no quiere decir que ella perdió el comicio a causa de esto, hubo muchos factores en juego.

En septiembre pasado las agencias de inteligencia informaron a los líderes del Congreso sobre las actividades rusas para interrumpir y desacreditar el proceso electoral estadounidense. Los demócratas quisieron una investigación a la que se opuso la mayoría republicana por temor al impacto que esto podía tener en la elección.

No hay mucha distancia en lo que se dijo antes con lo que se dice ahora, que el propósito de la acción era ayudar a Donald Trump. Las agencias de inteligencia ataron más cabos de lo que ya se conocía además de la antipatía de Putin hacia Clinton, quien la considera una entrometida en su esfera de influencia.

Hoy se puede decir que la perspectiva es mucho mejor para Putin con alguien amigable como Trump, que para defender a Rusia está dispuesto a implicar que los servicios de inteligencia estadounidenses son unos incapaces, que no quiere recibir los reportes diarios de inteligencia porque son repetidos y hasta miente cuando dice que nadie habló del hackeo antes de la de elección.

Es alentador que haya un grupo bipartidista de senadores interesados en saber qué ocurrió y cómo prevenir futuras penetraciones cibernéticas. La idea no es cuestionar la victoria de Trump, pero el instinto de proteger a toda costa la imagen de la próxima administración no debe entorpecer una importante investigación.

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