Crónicas mexicanas: El chile de Peña Nieto

Si a la reina francesa Maria Antonieta no le importó clamar “¡que coman pasteles!”, ante los reclamos por la hambruna, el lapsus de EPN no sorprende

Enrique Peña Nieto, presidente de México.

Enrique Peña Nieto, presidente de México. Crédito: EFE

“No hay chile que les embone”, dijo el presidente mexicano Enrique Peña Nieto el lunes 17 de abril a un grupo de periodistas al referirse a la detención del exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, acusado de asociación criminal y desfalco. “Si no los agarramos, porque no los agarramos; si los agarramos, porque los agarramos”, añadió con senda elegancia el administrador de Los Pinos, según informó el columnista Francisco Garfias.

En contexto, Peña Nieto dijo esto en un ambiente cómodo para él, sintiéndose solapado por el baile de loas al cual ha sido acostumbrado desde pequeño, habiendo crecido en la cuna del Grupo Atlacomulco, grupúsculo del PRI que ha gobernado el Estado de México desde 1969 y que gestó al cuestionado expresidente mexicano, Carlos Salinas de Gortari.

Tales reminiscencias a esta especie de califato político le fueron conferidas por quienes ahí se encontraban al momento de su desparpajo, ya que se trataba de la toma de nota a la “nueva” dirigencia del Congreso del Trabajo, coalición laboral oficialista que aglutina a las principales centrales obreras del país –todas ellas asociadas al priismo–, cuyos dirigentes superan los 75 años de edad y que han protagonizado en distintas etapas, al igual que EPN, este vals de las lisonjas.

¿Cómo no sentirse respaldado para decir semejante barbajanería, si el presidente se encontraba entre los suyos? A estas alturas de flaqueza política, en el trascurso de sus últimos meses como administrador del gobierno de la República, enfrentando la probabilidad de sufrir dolorosas derrotas electorales este año en dos de los principales estados priistas: Estado de México y Veracruz, y cuando existen fuertes indicios de que le entregará la banda presidencial al opositor Andrés Manuel López Obrador tras las elecciones del 2018, y teniendo Peña Nieto solo el 21 por ciento de aprobación ciudadana, ¡qué importa! Si a la reina francesa Maria Antonieta no le importó clamar “¡que coman pasteles!”, ante los reclamos por la hambruna, el lapsus de EPN no sorprende, como no sorprende que Donald Trump diga tonterías, por ejemplo.

Baste señalar además la carga misógina de lo pronunciado por Peña Nieto. En el típico albur mexicano, que te embone el chile es que te quepa un pene por el trasero, cuyo acto forzado, en efecto, trata de una violación sexual cuya fantasía se centra en la obediencia de la víctima, según demostró Sigmund Freud, quien estaría muy complacido de tener como paciente al presidente mexicano. Entonces, donde el chile de Peña Nieto podría traducirse como poder, gobernanza o justicia, bien vale la respuesta: pero, ¿cuál chile? No hay, no existe, o es ínfimo.


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