Callejones de la muerte

Se han convertido en espaciospara la delincuencia y lainsalubridad en el sur de Los Ángeles

Cipriano Sánchez se metió a la boca del lobo y le costó la vida. Caminaba de noche por un tétrico callejón del vecindario Florence-Firestone, en el Sur de Los Ángeles, cuando recibió cuatro impactos de bala; tres le pegaron en la espalda. Desangrado, el joven murió media hora después en el hospital.

Dos hombres más han sido asesinados a balazos en callejones de ese violento barrio desde 2007. Uno de ellos, Luis Nevares, tenía apenas 13 años y fue agredido a plena luz del día. “Descansa en paz, ‘Pelón’”, escribió alguien en el lugar donde el adolescente cayó herido de muerte.

Si hay un lugar que los angelinos deberían evitar a cualquier hora son los callejones de esta ciudad. Ahí ocurren homicidios, robos y violaciones, se reúnen pandilleros, se ejerce la prostitución, se venden y consumen drogas, se arroja basura a granel y, por si fuera poco, muchos aún no han sido pavimentados.

Cifras del Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD) confirman la peligrosidad de estos sitios. En los últimos cuatro años sus agentes han descubierto al menos 42 cadáveres, la mayoría en barrios del sur de la ciudad, lo cual representa el 60% de todas las muertes violentas registradas en las calles traseras del condado.

Casi todos los cuerpos han sido encontrados con impactos de bala; sin embargo, quizás han sido los hallazgos menos perturbadores. A finales de julio, un grupo de bomberos que apagaba un incendio en un callejón de Cypress Park se topó con los restos calcinados de un anciano.

Ocultos, solitarios y atestados de desechos, muchos de estos caminos se han convertido en un problema tan grave de seguridad y salud para los vecinos que las autoridades no han dejado de clausurarlos de manera definitiva. Actualmente, el Concejo considera cerrar los pasos que se encuentran en las inmediaciones de la avenida Glencoe, en Venice; la calle Vanowen, en North Hollywood, y la calle Main, en el sur angelino.

“Hay una historia de actividad de las pandillas y de crímenes graves en el callejón, los cuales han escalado en las últimas semanas”, justifica el concejal Bernard Parks, representante del Distrito 8, en la petición de cierre de este último camino, conocido como “Westerly”.

Tan grande es el problema en su jurisdicción, que ha instruido a cinco de sus asistentes a que se encarguen de las áreas que necesitan mayor atención. En un comunicado, el edil afirma que uno de sus logros ha sido reducir de 60 a 18 millas la extensión de los callejones “sucios” y que en una moción presentada en julio pidió invertir 1.95 millones de dólares de la Medida R en la pavimentación de estas vías.

Pero no es suficiente. Por cada milla pavimentada la ciudad desembolsa 300 mil dólares, un gasto mínimo considerando además la nivelación del terreno con maquinaria pesada y la colocación de cañería, un nuevo requisito establecido por el municipio para este tipo de reparaciones.

En Los Ángeles existen 800 millas de callejones, pero solo en la mitad se han hecho obras importantes para mejorar su aspecto. Debido al déficit, la ciudad no tiene para cuándo cambiar la imagen de las 20 millas de callejones de tierra, que contrastan con una metrópoli de primer mundo.

“Es poco el dinero y la necesidad es muy grande”, expresó Nazario Sauceda, director interino de la Oficina de Servicios de Calles. “Como no ha habido suficientes recursos en los últimos cuatro años, se ha dado prioridad a las calles [donde se invierten 85 millones en el ciclo fiscal corriente], porque sirven a más personas”, precisó el funcionario.

En el Distrito 9, que abarca la parte este del Sur de Los Ángeles, se tiene en mente poner asfalto en 46 calles traseras con la subvención de la Medida R. Su concejal, Jan Perry, insiste en que también ha hecho un gran esfuerzo por involucrar a los vecinos “para vigilar los callejones, apoyar los esfuerzos de limpieza y reportar inmediatemente cuando alguien vierte desechos”.

Lo cierto es que la condición de estos caminos va más allá de la colocación de concreto. En algunos es prácticamente imposible pasar por la presencia de muebles viejos, madera, piedras, pilas de basura, animales muertos y excremento.

“En ciertas ocasiones pueden acarrear problemas de vectores”, advierte Enrique Saldívar, director de la Oficina de Saneamiento de la ciudad, quien asegura que muchos están así no por falta de servicio. “Recogemos la basura en la mañana, pero al mediodía está igual”.

“Llega el momento en que me pregunto qué es lo que pasa en la psicología de la persona que tira basura de esa manera; es a donde queremos llegar, tenemos que romper ese ciclo”, expresó Saldívar en una entrevista con La Opinión.

Desde hace 20 años, Rosa Rodríguez vive en la calle 80, por donde cruza el que podría ser uno de los peores callejones de la ciudad: no tiene pavimento, hay grafito en los muros, un sofá desvencijado, mucha basura y maleantes a toda hora (incluso ahí vive un indigente).

“Antes había más desechos, ni se podía pasar”, cuenta esta originaria de Puebla.

Lo más sorprendente es que, según la oficina del concejal Parks, nadie ha reportado el aspecto de tan desfavorable camino.

“Ya me acostumbré a verlo”, dice la señora Rodríguez.

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