Disciplina en el hogar

Al iniciar esta columna, más de tres millones de usuarios de youtube han visto un vídeo en el que William Adams, un juez del condado de Aransas en Texas golpea repetidamente a su hija de 16 años con un cinturón. Estos hechos ocurrieron en el 2004, pero hace apenas unos días que Hillary Adams, la agredida, decidió publicarlo.

Adams, es irónicamente un Juez de Familia y entre sus atribuciones está el resolver los casos de abuso de menores que se presentan en su judicatura. En varias entrevistas concedidas por el magistrado manifestó que “disciplinó” a su hija por haber bajado ilegalmente del internet vídeos y música, y que no considera que hizo nada indebido mas allá de disciplinar a su hija por robar.

Por su parte, la hija sostiene que éste no fue un caso aislado, y que por el contrario, su padre la golpeaba rutinariamente.

El juez se encuentra actualmente en salida administrativa esperando que se concluya la investigación. Pero una cosa es cierta, de acuerdo al jefe de policía de Rockport, Tim Jayroe, aunque se debería procesar al Juez por asalto y abuso de menores, debido al estatuto de limitaciones, Adams no recibirá sanción alguna, ya que el video tiene siete años de haber sido grabado, y el límite para este tipo de delitos es de cinco años.

El video es perturbador, y plantea una disyuntiva interesante: ¿Cuándo se cruza la delgada línea entre un nivel aceptable de disciplina física y el abuso a un menor?

En nuestra cultura, y especialmente en lo que respecta a las generaciones pasadas, unas cuantas nalgadas o unos buenos cinturonazos no le hacían mal a nadie, por el contrario podrían ser la adecuada medida para enderezar un árbol que se quería torcer. Recuerdo que mi abuelito me decía de repente “te voy a dar seis”, y nunca me los dio. Mi madre por una sola vez, y en un acto de locura temporal justificada me reventó un palo de escoba en la cabeza. La pobre no podía entender porqué si yo tenía que rendir un examen muy importante al día siguiente para salvar el año, había elegido jugar fútbol hasta entrada la noche, en lugar de dedicarme a mis libros.

Yo no me atrevo a lanzar la primera piedra, porqué muy esporádicamente le dí en el pasado un par de cinturonazos a mi hijo, y un par de nalgadas a mi hija. Obviamente ni remotamente en la medida en la que Adams golpea e insulta a su hija con un vocabulario deleznable.

Los sicólogos de la nueva ola, consideran inaceptable la agresión física a un menor por muy buena que sea la intención del padre. A nivel legal, aunque es obviamente prohibido por la ley golpear a un hijo – y los muchachos lo saben y ante el menor intento amenazan a los padres con llamar a la policía- se excepciona la acción cuando la intención del progenitor no es la de dañar físicamente al menor, y efectivamente no ocurre un daño físico.

Que opina usted señor lector?

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