Nunca fue al infierno

Gerardo Ortiz debutó con éxito en el Nokia con su primer concierto en solitario

Gerardo Ortiz conmocionó.

Llevó a sus seguidores, literalmente, del cielo al infierno con sus narcocorridos o corridos progresivos como ahora los llama.

Su debut en el Nokia Theater, seguramente será memorable para el cantante que recién cumplió 23 años de edad.

Presentó un espectáculo de gran calidad.

Mostró que para cantar ese género musical no hay que ser corriente ni vulgar.

El llamado Rey del Corrido se comportó a la altura de ese mote que se ha ganado con sus últimas tres producciones musicales. A pesar de que sus temas están plagados de violencia, nunca exaltó al público con un vocabulario obsceno ni ofensivo.

Habla de balas, drogas y armas, pero nunca las enfatizó fuera de sus temas, como es común escuchar en quienes interpretan este género.

También cuidó mucho su imagen. Al menos en el escenario, jamás salió bebiendo ninguna clase de alcohol y, siempre, en los varios cambios de vestuario, estuvo impecable.

Sin abandonar los elementos comunes de los cantantes de narcocorridos -balas, botas y pecheras militares-, mostró buen gusto al portalos, sin exageraciones.

El recinto estuvo a reventar con poco más de siete mil gargantas coreando sus temas, mientras que afuera decenas de personas esperaban impacientes con la esperanza de conseguir un boleto.

Fue un público en su mayoría joven.

Bicultural y en el caso de los hombres, con ese nuevo aire metrosexual: bien vestidos, con ceja y barba bien delineada, una imagen más cuidada.

Ortiz inició su show con una espectacular escenografía, simulando el infierno. Con tres pantallas gigantes, efectos especiales y de iluminación.

En la primer parte de su presentación apareció en escenario con su primo Régulo Caro, hermano de quien fuera su mánager y que murió asesinado cuando, junto con el cantante, sufrieron una emboscada en Colima, México, en manos de un comando armado este mismo año.

Los dos cantaron Ramiro Caro, el tema que Ortiz escribió para homenajearlo.

Luego llegó al escenario Noel Torres, otro intérprete del género, con quien cantó El comando del diablo.

Durante la velada, donde en repetidas ocasiones el cantautor se la pasó saludando a sus “compas” de Tijuana y Mexicali -que acudieron al concierto-, de Compton y otras ciudades cercanas a Los Ángeles, se sintió ese abrigo que se le da al ausente que vuelve a casa.

Y Ortiz correspondió muy bien a esas muestras de cariño. Su presentación fue novedosa, salvo por esos minutos en los que bajaban el telón para hacer los cambios de vestuarios -él junto con los cuatro integrantes de su grupo Antrax-, lo que disminuyó el ritmo de la presentación.

Porque cuando más emocionado estaba el público, esa efusión era detenida abruptamente por los intermedios.

En una de sus reapariciones al escenario, Ortiz regresó abordo de un Ferrari último modelo, uno de sus obsequios de cumpleaños y entonces interpretó el tema A la moda.

Cantó otras canciones, como En preparación, El trokón lokochón, Este amor o Amor confuso. Luego, con su hermano Kevin Ortiz, entonó Ojo por ojo, diente por diente.

En este su primer concierto a solas en LA, recibió de sus disqueras -Del Records y Sony Music- doble disco de oro y uno de platino, por las ventas de sus álbumes, un trofeo difícil de lograr en estos tiempos. Uno de oro era por a su nueva producción que salió el mes pasado, Entre Dios y el diablo. Los otros dos por Ni hoy ni mañana.

Gerardo Ortiz se despidió del escenario con Aquiles afirmo.

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