Oakland, la casa del 99%

Surge una nueva hermandad mundial para transformar el sistema político y social

OAKLAND.- Salir de la estación 12th del transporte público BART es entrar a un campamento civil en declarada fase revolucionaria.

La Frank Ogawa Plaza es un campo donde germina un movimiento que muestra cómo generar energía eléctrica, donde se practica la medicina alternativa, hay agricultura urbana, entregan alimentos gratuitos, se ejercen políticas comunitarias. Es el lugar donde “la esperanza para todas las luchas tienen una sola causa”: el Occupy Oakland.

Al mediodía del 2 de noviembre eran ya miles los reunidos en la esquina que forman las calles 12 y Broadway. Cada tanto partían desde este sitio distintas marchas con diversos propósitos: tomar las calles de la ciudad, provocar el cierre de alguno de los bancos, demandar mejor calidad en las escuelas, exigir el pago de impuestos a ese renombrado 1% -que representan los ricos de Estados Unidos- o para detener las actividades en el puerto de Oakland.

En esta plaza caben todas las manifestaciones y todas las luchas. Hay vegetarianos, consumidores de marihuana, socialistas, punks, anarquistas, grupos de maestros que salieron de las aulas con todo y niños, los inconformes, los indignados con la falta de empleos, demandantes de buenos salarios, señalando la avaricia de las corporaciones…

Los Occupy aseguran no tener líderes, así que Jaime Omar Yassin es un voluntario que está dispuesto a dar la cara a los medios en español. Declara que Oakland es el primer Occupy que llama a una huelga general, “porque en esta ciudad están cerrando escuelas y bibliotecas y porque la violencia que hubo contra los manifestantes es lo que vive la gente de color cada día, pero que no siempre se ve con tanta claridad como lo exhibieron los medios”.

En la plaza hay todo tipo de actividades. Hay quienes hacen masajes, los que reparten comida gratuita, los músicos, los intelectuales y políticos de barrio que toman los micrófonos para arengar a la masa, hay espías vestidos de civiles, helicópteros policiacos que vigilan las calles llenas de gente. Pero eso sí, todo el día no hubo un solo policía que interviniera en la dinámica ciudadana.

“Este es un movimiento popular para cambiar tantas cosas que se reconocen están mal”, explicó Yassin. “Ahora estamos creciendo y exponiendo problemas de la vida diaria, que necesitamos más escuelas, bibliotecas, servicios sociales, más atención a los derechos humanos, menos policía menos represión, mejor vida para toda la gente y no a la guerra, situaciones que derrotan al pueblo, que no son útiles para una persona común y corriente”.

Las marchas que surgían autónomas, sin planeación, partieron por distintos rumbos. Hubo algunos bancos que cerraron, como el Chase de la calle Berkley y Webster, que exhibía las ventanas rotas y estrelladas.

En otro lugar había voluntarios que limpiaban con cloro las pintas que dejaban otros. “Esto no nos representa. Somos un movimiento pacifista y dañar la propiedad ajena es un acto de violencia que no queremos dejar atrás”, dijo una chica mientras era entrevistada por un sujeto con una videocámara portátil.

Una de las personas que marchaba es una reconocida pintora y activista de la Bahía de San Francisco, Ester Hernandez, dijo: “Es importante que nos juntemos para exhibir los problemas del mundo. Apoyamos con esto a Oakland y al mundo”.

Destacó la participación de la comunidad hispana en este tipo de manifestaciones, porque “también somos afectados por el desempleo, las políticas antiinmigrantes, el recorte a la educación, los juicios hipotecarios. Nosotros cargamos muchos de los problemas económicos y por eso tenemos que estar aquí y ser contados”.

Desde Menlo Park, California, llegó Pedro Castañeda, vestido con una playera que tenía grabado el rostro del Che Guevara, y una bandera del movimiento campesino de César Chávez. “Mis padres y yo fuimos campesinos y nuestra lucha siempre ha existido. Sabemos de huelgas y sabemos que la unión hace la fuerza, por eso estamos aquí para apoyar. Esta es la consecuencia de nuestras luchas, la misma de siempre, la de los ricos y los pobres”.

Otra de las luchas que aportan este Occupy Oakland es la de los maestros. Entre los miles está Mercedes Ugarte, maestra de primaria en Oakland. “Me he dado cuenta que los papás de mis alumnos ya no tienen capacidad de brindarles apoyo a sus hijos, porque hipotecan sus casas o se quedan sin empleo, y nosotros los maestros también somos afectados, más ahora que hay planes de cerrar cuatro escuelas aquí en Oakland”.

Oakland fue hoy de todos, multirracial, todos los colores, todas las luchas, con presencia mayoritaria de jóvenes pero también ancianos y niños que marcharon para demandar mayor calidad educativa. Como suele ocurrir, la policía reprimió a los manifestantes la noche del 2 de noviembre y arrestó a decenas.

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