Crisis y ‘piratas’ golpean a mariachis

Charros originales denuncian a imitadores que sin saber la letra de canciones se llevan a la clientela

El señor Arturo Ramirez del Mariachi los Dorados de Villa se ha sumado al descontento de las agrupaciones.

El señor Arturo Ramirez del Mariachi los Dorados de Villa se ha sumado al descontento de las agrupaciones. Crédito: Ciro César / La Opinión

Han pasado semanas completas sin un “Día de Fiesta” (significado de la palabra Mariachi) para el señor José Santos. La vihuela que le ha dado de comer desde hace 40 años ha salido poco del estuche y, contra sus principios, ha tocado con agrupaciones improvisadas que carecen de un amplio repertorio musical.

“Ni se saben la canción ‘Cucurrucucú Paloma’; voy porque no tengo trabajo”, justifica este charro veterano de la Plaza del Mariachi de Boyle Heights, la representación en Los Ángeles de la Plaza Garibaldi de la Ciudad de México, uno de los lugares más emblemáticos del género musical.

Es lunes, uno de los días con menos contrataciones, pero Santos viste una chaqueta color negro con botones de figuras de cabezas de caballos y botas negras. Así trata de distinguirse de los charros “piratas”, como le llama a los mariachis sin experiencia que rondan por el lugar y que cada vez son más.

“Están estafando al cliente porque no se saben el repertorio. Les piden cuatro o cinco canciones y no se las saben, nomás le hacen al engaño, pero la gente no se da cuenta”, explica Santos, quien también toca la guitarra en el llamado “Mariachi Nacional de México”.

¿Y porqué les están ganando la poca clientela que ha dejado la crisis? Porque sus tarifas son un 50% más bajas que las de grupos profesionales, dice la Organización de Mariachis Unidos de Los Ángeles.

“Ellos llegan a cobrar la mitad o menos de la mitad de lo que cobra un mariachi ‘normal’; no hay ninguna calidad interpretativa, entonces el fraude es para el cliente”, señala su presidente Arturo Ramírez.

La asociación ha empezado a extender credenciales con fotografías a sus 160 integrantes para tratar de certificar al público que están contratando a músicos con experiencia, pero también se ha topado con intermediarios, quienes obtienen ganancias sólo por conseguirles eventos.

“Hay muchas personas aquí que no saben lo que significa ser charro, no saben nada de música, menos cómo portar un traje de charro. Eso es terrible, denigra la música mexicana que es un arte”, expone Eleno Caro, violinista del mariachi Real de Oro.

Alegrar una fiesta con música de mariachi, considerado desde finales de noviembre Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, se ha convertido en un lujo para los residentes de Los Ángeles. En la Plaza del Mariachi de Boyle Heights calculan una caída de contrataciones de hasta un 40%. Y cada diciembre llega más competencia: músicos de Jalisco, la Ciudad de México o Michoacán.

“Andan correteando al cliente y malbaratando el trabajo; ellos no pagan impuestos porque sólo vienen por unos días y luego se regresan a México”, señala Caro.

La Organización de Mariachis no sólo quiere que más músicos se unan al grupo para fijar una tarifa de 50 dólares por hora por cada integrante del conjunto, sino establecer normas de vestido, conocimientos musicales y conducta. “Es feo que a veces hay mariachis borrachos que andan con el traje de charro y les tengamos que pedir que regresen a la cantina”, comenta Caro.

Quienes están fuera de la asociación suelen tomar ventaja de la publicidad en la internet y revistas para capturar más clientela. Los “tradicionales”, en cambio, prefieren la vieja usanza: hablar en persona con los interesados; aunque ya han empezado a colocar los teléfonos para contrataciones en sus autos.

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