Paul: Gallo ilusorio

Lo que sucede en el Partido Republicano es inédito. Nada de lo que pasa en su seno sucedió antes.

A inicios de la campaña hacia la Presidencia, pocos analistas políticos, periodistas y amarillistas dieron a Ron Paul alguna probabilidad de adjudicarse la batalla de los republicanos.

Los prudentes decían que estaba muy viejo. Su tez arrugada, cabello plateado, un cuerpo debilitado por los años y una personalidad agria solo debilitaba sus planes de ser nominado por su partido. A lado de Michele Bachmann, Paul no simplemente parece su padre, sino su abuelo o bisabuelo.

A diferencia de los políticos de la edad digital, Paul siempre ha demostrado ser un político dogmatizado por la tendencia libertaria. Algunos que dicen conocerlo “muy bien” sostienen que su pensamiento está decorado con la filosofía Social Darvinista. Es decir, su creencia en la supremacía blanca esta incrustada en su DNA.

Su aislacionismo internacional está documentado. En los debates republicanos, Paul no ha tenido problema en expresar su crítica a la intervención de los Estados Unidos en lados del mundo. “El país está no debe prestar ayuda militar a Afganistán o Irak”, dijo.

Tampoco está de acuerdo con las ayudas económicas por razones humanitarias. Según su punto de vista, el tesoro norteamericano no debería gastar dinero en África o en otras regiones del mundo, a pesar de que estos países estuvieran siendo afectados por enfermedades crónicas, pobreza y otras desgracias calamitosas.

Consecuentemente, Paul es un enemigo acérrimo del Estado benefactor. De acuerdo a su perspectiva, el gobierno solo tiene el rol de hacer respetar las leyes y las transacciones económicas del mercado. Su pensamiento asume que “la mano invisible del mercado”, tal como sostuvo Adam Smith, resolverá los problemas y servirá para dar mayor fuerza a la economía.

El movimiento de Tea Party apoyó a Paul moralmente desde un principio. Irónicamente sin embargo, muy pocos, a pesar de ser su líder intelectual, le dieron su apoyo económico y político. Inicialmente se inclinaron por Michelle Bachmann y luego por Herman Cain.

Por una parte, a Bachmann le quedó el zapato de Tea Party muy grande. Nunca tuvo ni el carácter, ni la personalidad, de una contendiente legítima a la presidencia. A Cain, por otra parte, lo mataron sus propias vejaciones sexuales. Su pecado, aparte de su falta de experiencia política, son las faldas. Los republicanos textualmente condenan la deslealtad familiar. Parece que Cain puso cuernos a su esposa desde su luna de miel.

Así, los libertarios se quedan con un solo candidato real en las elecciones primarias. No es Newt Gingrich. A éste ya los señalaron como líder de los “indocumentados”. Tampoco es Mitt Romney. Su religión mormona lo ensombreció desde las elecciones de 2008.

Ron Paul es su gallo. Desafortunadamente es un ave despellejada por el tiempo, sus pocas plumas ya no brillan, su cresta está alicaída, sus cachuelas flácidas apenas pueden sostener su peso y su canto ya no tiene armonía. Los años mozos de este gallo ya pasaron.

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