El miedo se apodera de los veracruzanos

Aterrorizada la población ante los múltiples actos de violencia que no paran

Elementos de Marina Armada vigilan desde hace semanas las ciudades en el estado, sacudido por las actividades del crimen organizado.

Elementos de Marina Armada vigilan desde hace semanas las ciudades en el estado, sacudido por las actividades del crimen organizado. Crédito: EFE

MÉXICO, D.F.- “Nunca habíamos tenido tanto miedo”, dijo Verónica Reyes, una reportera de un diario de Xalapa, la capital del estado de Veracruz (sureste), quien cambió el nombre y la firma en sus publicaciones desde que se convirtió en una de las entidades más inseguras del mundo para los periodistas, según los análisis de la organización Reporteros Sin Fronteras.

Reyes vive aterrada porque en este año murieron cinco colegas en la entidad, en medio de un ambiente de violencia por el control de la información basada en un medido terror social que los estalinistas llamaron en la extinta Unión Soviética como la estrategia de “mucho miedo y poca sangre”.

La inseguridad en Veracruz se resume a unos cuantos eventos macabros de cadáveres tirados por montones en una zona turística y justo a unos pasos de la reunión de procuradores de justicia del país; algunos ataques con bombas a sitios de concentración de civiles como el acuario municipal del puerto y recientes ejecuciones de inocentes en carreteras del norte del estado.

En total han sido 350 asesinatos atribuidos a líos del crimen organizado, poco menos de uno al día, según recuentos de la prensa local.

Una cifra menor si se compara con las 1,600 muertes de Chihuahua, las 1,500 de Nuevo León o las 600 del vecino Tamaulipas durante 2011 o si se toma en cuenta que es el segundo estado de mayor densidad poblacional del país, con poco más de 7.6 millones de habitantes en 71,820 kilómetros cuadrados y que las tasas de homicidio incrementan en proporción.

La Ciudad de México, con poco más del doble de población de Veracruz, tiene proporcionalmente las veces de homicidios dolosos al día: dos.

Sin embargo, algunos veracruzanos como el abogado Felipe Hernández huyeron a la capital del país, asustados por la percepción de inseguridad que se agudizó con las extorsiones y secuestros.

“Yo no quiero que mis hijos crezcan en ese ambiente”, dijo el litigante de 43 años que se mudó al Distrito Federal con todo y familia a principios de agosto cuando desapareció uno de sus amigos en Coatzacoalcos, una de las regiones más prominentes del estado con alta industria petrolera y manufacturera.

Hernández bendice el momento que dejó su tierra, aunque le dolió mucho, y trata de convencer a sus hermanos para que sigan sus pasos. “Esto es el comienzo, creo que vamos a ir cada vez peor”, comentó.

Lo cierto es que poco después del cambio de residencia del abogado al menos tres escándalos de sangre han sacudido la región. El 20 de septiembre, 35 cuerpos fueron arrojados en el municipio de Boca del Río; unos frente a una escuela, otros, ante un templo mormón.

Dos semanas después las fuerzas federales tomaron el control de la seguridad a través del programa Veracruz Seguro y se despidió a 850 policías municipales a quienes acusaron de dar protección al crimen organizado, pero los ataques siguieron: a mediados de octubre, 46 cuerpos fueron encontrados en diversos puntos de la entidad en sólo dos días.

Para el jueves pasado, un grupo de pistoleros mató a cuatro personas en el poblado de El Higo y luego atacó a tres autobuses donde asesinaron a siete personas; entre ellos, cuatro paisanos del estado de Hidalgo (centro) que residían en Estados Unidos y vinieron a México a pasar la Navidad.

El gobierno estadounidense emitió una alerta de viaje para sus ciudadanos: una estocada al turismo internacional en Veracruz cuyos atractivos históricos y arquitectónicos se han venido a menos.

Hoy el puerto de Veracruz, puerta de entrada de los conquistadores y durante siglos pilar de la economía claves del país, es un tiradero de basura que el ayuntamiento no controla: son 274,000 toneladas de desechos que se arrojan a las calles entre orines, vagabundos y grupos de bailarines folclóricos que se niegan a dejar las calles.

Las decadentes imágenes del puerto son un reflejo de la falta de atención oportuna de la problemática de seguridad local. A juicio de la periodista Reyes, la violencia apretó la tuerca desde hace por lo menos cuatro años.

En 2007 una balacera en un hipódromo clandestino del Rancho El Villarín donde murió un zeta, arrancó la etapa que echaría por tierra la imagen de tranquilidad del estado gobernado durante 84 años por el histórico Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Su penúltimo gobernante, Fidel Herrera (2004-2010) es acusado de haber abierto las puertas al cartel del Golfo a través de un cuerpo de mando del que era parte y llevaba el nombre de La Compañía, según un informe de la Procuraduría General de la República publicado por al diario Excélsior.

Según información proporcionada por 14 testigos protegidos, el exgobernador veracruzano ofrecía protección a Los Zetas e incluso se reunía con ellos periódicamente.

Lo mismo en una fiesta en el municipio de Chicontepec -donde fue fotografiado- que frente al hospital Valentín Gómez Farías en el municipio de Coatzacoalcos o en una de sus propiedades ubicada en el fraccionamiento Las Ánimas, en 2008.

Mientras tanto, la realidad local impuso su ley: en medio de desapariciones de migrantes en Tierra Blanca; esporádicas balaceras en Veracruz y Xalapa; secuestro de ganaderos en Rancho Grande, el priista Javier Duarte ganó las elecciones en medio de una reñida contienda electoral donde había más miedo que sangre.

La reacción ante el temor es invasiva: en 2011, tras la ejecución de los cinco periodistas en el peor momento de la historia de la comunicación del estado, huyeron 12 ante el temor de sufrir las mismas consecuencias. Otros tantos fueron rotados de fuentes y hoy casi ninguno de los reporteros veracruzanos firma con su nombre.

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