Acapulco está armado hasta los dientes

La clave de la inseguridad en este balneario internacional son los automóviles. El oficial Vázquez está dispuesto a confirmarlo: apenas ha recorrido ocho calles por la famosa costera Miguel Alemán y ya contó 30 vehículos sin placas.

Las playas de Acapulco, conocidas por el turismo internacional, se encuentran bajo constante vigilancia aérea.

Las playas de Acapulco, conocidas por el turismo internacional, se encuentran bajo constante vigilancia aérea. Crédito: Gardenia Mendoza / La Opinión

ACAPULCO, México.— La clave de la inseguridad en este balneario internacional son los automóviles. El oficial Vázquez está dispuesto a confirmarlo: apenas ha recorrido ocho calles por la famosa costera Miguel Alemán y ya contó 30 vehículos sin placas.

“Son como licencias para delinquir”, explica el alto mando de la Policía Federal que a través del Operativo Guerrero Seguro tomó el control de Acapulco desde octubre pasado cuando ya se había convertido con 700 asesinatos al año en la segunda ciudad más peligrosa del país después de Ciudad Juárez.

La ausencia de la chapa de registro en los vehículos permite robar, secuestrar, torturar, decapitar, traficar droga y acribillar con impunidad: una poderosa arma para los delincuentes: en 2011 fueron robados en el país 85,500 vehículos.

Policía Federal con 1,000 elementos en sitio, tiene en la mira las calles de la ciudad.

Las tres entradas permanecen con dos retenes de inspección y los seis principales tramos viales (que llaman Tangos) con rondines permanentes 24 horas al día así como el número de denuncias anónimas 089 hasta que logren bajar los índices de inseguridad derivada de la delincuencia organizada.

Así han asegurado entre el 8 de octubre al 28 de diciembre 194 vehículos con reporte de robo y 100 más por tener placas sobrepuestas, el número de serie alterado o no comprobar su estancia legal en el país.

El policía Vázquez está convencido. Monta su arma larga a un costado del asiento de su camioneta blindada y se enfila camino hacia el primer tramo de vigilancia (Tango 1) que parte de la Capitanía de Puerto a la Quebrada, donde clavadistas se lanzan por un peñasco de 35 metros hasta el mar.

Señala con el dedo a los vehículos, uno de cada cinco en promedio: “ahí va uno, otro, mire… otro más sin placas”. Son camionetas último modelo, pero también destartaladas hojas de lata sobre ruedas, taxis, autos pequeños, de lujo, de uso diario y de todo tipo conducido por jóvenes, mujeres, abuelos, madres con niños y malandrines.

Las revisiones son aleatorias y aunque la mayoría de las veces detienen a vehículos donde viajan más de tres hombres, nadie está exento: así cayó en los últimos tres meses gran parte de las 245 personas vinculadas a distintos grupos delictivos que operaban en el puerto.

“El trabajo de inteligencia es clave, pero no hay nada como la presencia constante de vigilancia”, afirma el oficial Vázquez .

Este policía ha sido operador clave de la Secretaría de Seguridad Pública en el combate a la delincuencia organizada. Previo a Guerrero estuvo en Chihuahua (Juárez) y Nuevo León (Monterrey) y por seguridad se cambió el apellido en este artículo.

“En Chihuahua los delincuentes son traicioneros: nos ven pasar y después nos disparan por atrás; en Nuevo León, nos tiran a matar, de frente, como locos y aquí mejor se van por otro lado para evitar problemas”, reflexiona al volante.

– Detenga a esa camioneta, hágale el alto- solicita de pronto a los subordinados de una de las dos patrullas que lo escoltan.

Sus hombres flanquean la unidad señalada y la obligan a detenerse en plena Costera, entre la Diana Cazadora y la Marina. La conduce una muchacha acompañada por dos amigas de unos 20 años de edad.

“Mi mamá me la prestó”, explica a los policías que toman nota de la tarjeta de circulación y el número de serie que serán revisados a través de una computadora enlazada a Plataforma México, la base de datos nacional donde las autoridades pueden cotejar informes de criminales y policíacos.

“Todo en orden”, concluyen y dejan ir a las chicas.

Adelante, en el Tango 4, hay un “filtro” o retén encabezado por una mujer que es el rostro amable que pide los documentos para inspeccionar: la Policía Federal quiere dar el rostro amable que limpie su imagen de abusadora.

La mayoría de los entrevistados tras la revisión de sus vehículos como Roberto Morales, de 46 años, dicen sentirse mucho mejor desde que hay vigilancia federal en apoyo a la policía estatal y municipal.

“Ya no sacaba este coche (un Ford Fusion 2012) porque tenía miedo a que me asaltaran”, revela. “También tenía que recoger en la universidad a mi hijo, aunque ya tiene 19 años, por miedo a que lo secuestraran”.

El taxista Ezequiel Ramos, en cambio, está furioso. Dice que los federales le pidieron dos semanas atrás dinero para dejarlo libre porque tenía el permiso de circulación de su coche de trabajo vencido. “Solo vienen a robar”, concluye.

El oficial Vázquez replica que las denuncias en su contra son parte de las campañas de desprestigio por parte de los grupos criminales afectados por la presencia de la Policía Federal en un lugar: ya fue acusada en Ciudad Juárez y también en Monterrey. Siempre por extorsión.

“En Acapulco los taxistas han sido muy afectados porque los delincuentes los usan para transportarse o llevar y traer droga; para secuestrar y robar”, señala. “A cada rato aparecen muertos por ahí como parte de la red delincuencial”.

El convoy blindado del mando policial se acerca al último tramo carretero vigilado permanentemente. El Tango 7 comprende la zona de turismo de Gran Clase conocida como Punta Diamante. Va discreto para no dar la sensación de ser vigilada por riesgosa.

Por el sector se encuentra la base de dos helicópteros de la Secretaría de Seguridad Pública que sobrevuelan el puerto dos veces por día como parte de la vigilancia.

Todavía un turismo fiel de EEUU, Canadá y Europa que llega en invierno, principalmente de la tercera edad.

El oficial parte del recorrido hacia otra misión, justo en el momento en que uno de los “colibrí” echa a volar las hélices para sobrevolar el mismo trayecto. Se acerca, se aleja. Una rubia en biquini de edad imprecisa saluda agitando la mano.

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