Crítica de ‘The Grey’: Son hombres muy machos

'The Grey' apuesta por un tratamiento simple aunque efectivo de la eterna historia de supervivencia

Liam Neeson lidera un grupo de supervivientes en las montañas de Alaska en 'The Grey'.

Liam Neeson lidera un grupo de supervivientes en las montañas de Alaska en 'The Grey'. Crédito: Open Road Films

La historia de The Grey es bien sencilla: un grupo de empleados de una petrolífera en Alaska deben sobrevivir a un accidente de avión en medio de ninguna parte (como sucedía en Alive, 1993). Por si eso no fuera suficiente, son acechados por una manada de lobos asesinos… y muy inteligentes, que los perseguirán -y atacarán- vayan donde vayan (sustituya los lobos por un oso y la historia recuerda a la de The Edge, 1997).

La pregunta a hacerse durante la proyección del filme es: ¿quién saldrá con vida de tamaña tragedia?

Joe Carnahan, el director de The Grey -y que con anterioridad filmó la simpática The A-Team, la interesante Narc y la irritante Smokin’ Aces—, sabe mucho del comportamiento humano masculino.

O, al menos, de su versión más machista.

En el cine de Carnahan el hombre es un animal visceral, de reacciones inmediatas, presto a la violencia y que, cuando cree ser emotivo o intelectual, lo hace recurriendo a una serie de convencionalismos -¿existe Dios? es el inevitable- que son tan básicos que al final terminan resultando irrisorios en las voces de los actores.

Menos mal que en The Grey, clasificada R, está al mando de todo Liam Neeson, cuya carismática presencia siempre resulta eficaz.

Al principio de la cinta, vemos a su personaje deprimido, incluso tratando de suicidarse, pero todo ello -como sucedía en, por ejemplo, Lethal Weapon (1987)- no es más que una excusa para mostrar a un héroe en ciernes.

Lo que viene después es una acumulación de secuencias con notable impacto -el accidente aéreo- e imágenes ciertamente arrebatadoras -el peligro inminente de los lobos, vistos solo a través de sus ojos o de su respiración-.

Todo ello enmarcado en unos parajes de una belleza extraordinaria, a los que Carnahan saca un notable provecho con su cámara.

Existe también en su forma de rodar una crudeza y masculinidad indiscutibles que hacen de su cine una versión contemporánea del cine clásico de Hollywood que venía firmado por cineastas como Sam Peckinpah o Donald Siegel.

Hay que mantener las distancias, por supuesto. Al fin y al cabo, Carnahan aún no ha filmado películas como The Wild Bunch (1969), del primero, o Dirty Harry (1971), de Siegel.

Pero no sería de extrañar que en un futuro no muy lejano Carnahan sea capaz de sorprendernos con un largometraje que deje huella.

Hasta entonces nos quedan títulos tan correctos como este The Grey.

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