Los tres déficits de Estados Unidos

Este año comenzó con una serie de informes que incluyen reconfortantes pruebas de que la recuperación económica en los Estados Unidos se está fortaleciendo. El ritmo de creación de empleos ha aumentado, los indicadores de manufactura y servicios han mejorado, y el consumo ha sido más fuerte de lo previsto. Pero es demasiado pronto para celebrar.

El crecimiento de la producción en EEUU sigue siendo anémico y la economía continúa enfrentando tres importantes déficits: un déficit de puestos de trabajo, un déficit de inversión y un déficit fiscal de largo plazo. No es probable que en un año electoral se aborde ninguno de ellos.

Aunque hoy la producción es más alta que en el cuarto trimestre de 2007, sigue estando muy por debajo de lo que podría si la capacidad productiva y la mano de obra se utilizaran plenamente. Esa brecha -entre la producción real y potencial- se estima en más del 7% del PIB (más de 1 billón de dólares).

La brecha del producto refleja un déficit de más de 12 millones de puestos de trabajo, la cantidad necesaria para volver al nivel máximo de empleo de la economía en 2007 y absorber las 125,000 personas que ingresan a la fuerza de trabajo cada mes. Incluso si la economía crece a un 2.5% en 2012, como estiman la mayoría de las previsiones, el déficit de puestos de trabajo seguirá existiendo y no se cerrará sino hasta el año 2024.

Este déficit es principalmente el resultado de una demanda agregada insuficiente. El consumo, que representa alrededor del 70% del gasto total, se ve limitado por el alto desempleo, el débil aumento de los salarios y un brusco descenso del valor de la vivienda y la riqueza de los consumidores. El repunte del consumo en los últimos meses de 2011 fue financiado por una disminución en la tasa de ahorro de los hogares y un gran aumento del crédito al consumo. Ninguna de estas tendencias es saludable ni sostenible.

Con una tasa de desempleo del 8.5%, una tasa de participación laboral de apenas el 64% y el estancamiento de los salarios reales, el ingreso laboral se ha reducido a un mínimo histórico de 44% del ingreso nacional. Y se trata del componente más importante de los ingresos de los hogares y el principal motor del consumo.

Incluso antes de la Gran Recesión, los trabajadores y los hogares estadounidenses estaban en problemas. La tasa de crecimiento del empleo entre 2000 y 2007 se redujo a sólo la mitad de su nivel en las tres décadas anteriores. El aumento de la productividad fue fuerte, pero superó ampliamente el crecimiento de los salarios; las compensaciones de los trabajadores por hora real se redujeron, en promedio, incluso para aquellos con una educación universitaria.

De hecho, el período 2002-2007 fue la única recuperación registrada durante la cual se redujo el ingreso real de las familias medias. Más aún, las oportunidades de trabajo siguieron polarizándose, con un crecimiento del empleo en ocupaciones de altos salarios profesionales, técnicos y de gestión, así como en los de bajos ingresos de servicios de alimentos, cuidados personales y servicios de seguridad.

Por el contrario, el empleo cayó en ocupaciones que requieren habilidades medias, tanto de obreros como administrativos, sobre todo en la industria manufacturera. Los hogares estadounidenses en apuros redujeron sus tasas de ahorro, tomaron préstamos poniendo como garantía sus viviendas y aumentaron su deuda para mantener el consumo, lo que contribuyó a las burbujas inmobiliaria y crediticia que estallaron en 2008 y que han requerido un doloroso desapalancamiento desde entonces.

Tres fuerzas han impulsado los cambios estructurales adversos del mercado laboral de EEUU:

* Un cambio tecnológico que exige habilidades especializadas y ha automatizado el trabajo de rutina, al tiempo que impulsa la demanda de trabajadores con al menos un título de educación superior.

* La competencia global y la integración de los mercados laborales a través del comercio y la subcontratación, que han eliminado puestos de trabajo y reducido los salarios.

* El descenso de la competitividad de Estados Unidos como un lugar atractivo para ubicar la producción y el empleo.

El cambio tecnológico y la globalización han creado similares retos del mercado laboral en otros países desarrollados. No obstante, las opciones de políticas de EEUU son responsables de la erosión de la competitividad de Estados Unidos.

En particular, Estados Unidos está subinvirtiendo en tres áreas importantes que ayudan a los países a crear y conservar empleos de salarios altos: habilidades y capacitación, infraestructura, e investigación y desarrollo. El gasto en estas áreas representa menos del 10% del gasto de gobierno de los EEUU, y esta proporción ha ido disminuyendo con el tiempo. Hoy el gobierno federal puede pedir prestado a tasas de interés históricamente bajas, y hay muchos proyectos en educación, infraestructura e investigación que podrían generar una retribución mayor, crear puestos de trabajo ahora y reforzar la competitividad de EEUU en la atracción de empleos con salarios altos.

El presidente Barack Obama ha planteado numerosas propuestas para reforzar la competitividad nacional, pero los republicanos del Congreso las han rechazado, alegando que el país se enfrenta a una crisis fiscal inminente. De hecho, el déficit federal como porcentaje del PIB se reducirá significativamente en los próximos años, incluso sin más medidas de reducción del déficit, antes de subir a niveles insostenibles para el año 2030.

En efecto, EEUU se enfrenta a un déficit fiscal de largo plazo, en gran parte resultado del aumento de los costos de la salud y el envejecimiento de la población. Sin embargo, el déficit fiscal actual se debe principalmente a los débiles ingresos fiscales, por la lentitud del crecimiento y el alto desempleo, y las medidas temporales de estímulo que se desvanecen en momentos en que la demanda agregada sigue siendo débil y se justifica un estímulo fiscal adicional.

Como mínimo, para mantener la economía en un camino de crecimiento del 2.5% este año, la reducción de impuestos de nómina y las prestaciones por desempleo propuestas por Obama deberían extenderse hasta fines de año. Estas medidas serían un refuerzo para la frágil recuperación y no aumentarían la brecha fiscal de largo plazo.

Entonces, ¿cómo se deben afrontar el déficit de empleos, inversiones y fiscal de largo plazo de la economía estadounidense?

Las autoridades deberían complementar hoy mismo las medidas fiscales para mejorar los déficits laboral y de inversión con un plan plurianual para reducir gradualmente el déficit fiscal de largo plazo. Este plan debería aumentar el gasto en educación, infraestructura e investigación, al tiempo que reduce el crecimiento futuro del gasto en atención de salud a través de los mecanismos de contención de costes contemplados en las leyes de reforma a la salud de Obama.

Si se aprueba hoy un plan de reducción del déficit en el largo plazo pero se difiere su inicio hasta que la economía está cerca del pleno empleo, se evitaría que una contracción fiscal prematura haga caer nuevamente la economía en una recesión. De hecho, la aprobación de ese paquete podría reforzar la producción y el empleo, aliviando las preocupaciones de los inversionistas sobre los futuros déficits y fortaleciendo la confianza de los consumidores y los empresarios.

Habría que tomar hoy decisiones dolorosas sobre cómo cerrar la brecha fiscal de largo plazo y aplicarlas con diligencia una vez que la economía se haya recuperado. Sin embargo, para los próximos años, las prioridades de la política fiscal deben ser el empleo, la inversión y el crecimiento.

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