Lectura y seguridad

El complejo residencial público Ramona Gardens de Boyle Heights es el primero de la ciudad de Los Ángeles en abrir una biblioteca pública dentro de su predio.

José Parra, residente de cuatro años de Ramona Gardens, escoge un libro en la biblioteca inaugurada ayer en ese residencial de vivienda pública de Boyle Heights, en Los  Ángeles.

José Parra, residente de cuatro años de Ramona Gardens, escoge un libro en la biblioteca inaugurada ayer en ese residencial de vivienda pública de Boyle Heights, en Los Ángeles. Crédito: Aurelia Ventura / La Opinión

Los inquilinos del complejo de vivienda pública Ramona Gardens, en Boyle Heights, tienen una biblioteca pública a su disposición tan sólo al cruzar el puente sobre la autopista 10. Además, tienen otra a unas cuantas cuadras de distancia. Pero Zoila Covarrubias, una madre soltera con cuatro hijos dice, a nombre de la mayoría de los residentes de esa zona, que no se anima a llevar a sus hijos a las bibliotecas cercanas y que prefiere evitar conflictos.

El problema tiene raíces tan profundas como la presencia de la Autoridad de Vivienda de la Ciudad de Los Ángeles (HACLA). Este complejo de vivienda pública se rige por lo que el Capitán Phil Tingirides del Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD) llama “reglas no escritas, líneas invisibles, que la gente no puede cruzar”. Es la influencia de las pandillas.

“La verdad es que algunas veces es peligroso salir de tu apartamento, de tu área”, explicó Covarrubias, de 40 años. “Mi hija de 8 años nunca tuvo la oportunidad de ir a las bibliotecas”.

La historia será diferente para su hija de 4 años, Belén Rivas, quien ayer descubrió por primera vez, con una sonrisa grande, una biblioteca nueva a dos edificios de distancia de su apartamento. Ramona Gardens es el primero de 14 complejos de vivienda pública de la ciudad en tener una instalación de esa naturaleza dentro de su perímetro.

“Me gusta leer, y me encanta esta biblioteca”, expresó Rivas, después de oír a Tingirides leer un libro en la casa móvil remodelada. “Quiero venir cinco veces a la semana”.

De ahora en adelante, niños como Rivas en el programa Head Start que los prepara para el Kinder, así como jóvenes y adultos, tendrán acceso a miles de libros donados por la biblioteca pública de Los Ángeles (LAPL), entre otras instituciones, y sin la preocupación de la seguridad.

“Desde hace cinco años los residentes de este complejo de vivienda solicitaron una biblioteca, por lo que esta puede considerarse como un sueño hecho realidad”, dijo Maggie Aguilar, presidente del consejo consultivo de los más de 1,600 residentes, la mayoría de ellos de origen latino.

La biblioteca es parte de una iniciativa educativa de HACLA que tiene como objetivo proporcionar a los menores que habitan en estas unidades de vivienda pública, los elementos necesarios para aspirar a un mejor futuro.

“La lectura es un bloque de construcción en el proceso de aprendizaje”, afirmó Ken Simmons, jefe de operaciones de HACLA.

Sylvia Galán-García, gerente de más de una decena de bibliotecas en el noreste de Los Ángeles, dijo que “fue un placer ayudar en este proyecto, porque me pareció muy grave que los niños de aquí no se sintieran seguros al usar los servicios de las bibliotecas públicas cercanas, como la Malabar”.

La situación es muy grave, porque los niños de apenas 9 años enfrentan problemas cuando salen de sus barrios y entran a zonas dominadas por alguna pandilla, que en este caso es la ‘Big Hazard’, según la agente Sally Santamaria, del Community Safety Partnership (CSP), una alianza entre los residentes y el LAPD.

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