Prostitutas de Cartagena exigen protección

Para poder realizar su trabajo han tenido que renunciar al derecho a querellarse contra un cliente. Pero eso parece que empezó a cambiar

Dania, una de las presuntas 'escort' involucradas en el escándalo sexual.

Dania, una de las presuntas 'escort' involucradas en el escándalo sexual. Crédito: Suministrada

Hay quien podría jurarlo: Lo menos que le pasó por la mente al agente del Servicio Secreto de EEUU que se negó a pagarle a una prostituta en Cartagena, fue que ella y él eran idénticos. Ambos rebeldes y sobre todo indiscretos.

Tal vez el oficial se confió, porque sabía que en Colombia la prostitución entre adultos legal y que las trabajadoras sexuales “pagan” por ese permiso renunciando al derecho de querellarse.

Si bien es cierto que todos los días surgen detalles, de que si fueron más de 20 las prostitutas las que entraron al hotel, que fueron cerca de 11 los agentes del Servicio Secreto de EEUU los que participaron en el festín y otra serie de enredos, el detalle que permanece intacto es que fue una de esas trabajadoras sexuales la que se atrevió a llamar a seguridad para denunciar que un agente no quería pagarle lo convenido. Si después de ese primer revuelo otras se envalentonaron y denunciaron a otros agentes, aún no se sabe.

Ella tenía prohibido querellarse, tanto como él tenía prohibido contratarla, ingerir grandes cantidades de alcohol y revelar los detalles de su presencia en el país. Detalles tan “minúsculos” como que le ofrecería protección al presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, durante su participación en la Cumbre de las Américas.

La acción de esta trabajadora sexual ha sorprendido a muchas otras compañeras de labores como Fidelidad Suárez, quien contó que eso “no es lo típico”.

Con ella coincidió Valery Miller, de 23 años, y quien lleva tiempo trabajando en las calles de Cartagena para mantener a su familia. “Una siempre se tiene que cuidar… Gracias a Dios, nunca he tratado con un cliente peligroso, pero sé cuando es tiempo de retirarme”, destacó.

“Es que por la naturaleza del turismo sexual, no tenemos la posibilidad de denunciar a quienes nos hagan daño”, reforzó Suárez, de 40 años y madre de tres criaturas.

Y de esa forma se permite que sean víctimas de violencia sexual, lo que representa una amenaza seria, aún para las que son contactadas por clientes del alto perfil económico.

Según Betty Pedraza, directora de la Fundación Espacios de la Mujer, que trabaja con prostitutas víctimas de la violencia sexual en Colombia, “la violencia no depende del nivel económico del cliente, ni de que sea turista de otro país”.

A diferencia de las mujeres que trabajan directamente en la calle, las buscadas por los clientes más exigentes, como hombres de negocios, ejecutivos y hasta diplomáticos, suelen tener ingresos mayores y un nivel educativo más alto. Estas “damas de compañía”, término por el cual se les conoce localmente, cobran una tarifa más alta y son contactadas frecuentemente para ir a discotecas en grupos, “ya no solo por un rato, sino por la noche entera y/o un fin de semana”, contó Pedraza.

Es aún en estos contextos que la violencia se desata conociendo el cliente que su mejor escudo es la impunidad. Aunque ellas trabajen con clientes de un perfil socioeconómico más alto, estos encuentros “fácilmente se convierten en situaciones delicadas, con la presencia de armas y drogas”, reveló Pedraza.

La situación es tan insostenible, que Fidelidad Suárez busca organizar a otras mujeres que son víctimas de la violencia sexual en Bogotá. Su fe está puesta en que “si nos unimos, podemos capacitar a nuestras compañeras para que puedan denunciar los abusos en el momento en que ocurran”.

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