Rivalidad que acaba entre tacos y pupusas (Video)

La gran pasión futbolística de los dos países se vivió con toda su fuerza

Aficionados al futbol se reunieron  para apoyar a su selección en uno de los juegos que es considerado ya como un clásico de la región.

Aficionados al futbol se reunieron para apoyar a su selección en uno de los juegos que es considerado ya como un clásico de la región. Crédito: Ciro Cesar / La Opinión

La tensión y rivalidad que se vivía en la cancha y en la gradería del Estadio Cuscatlán ayer que se enfrentaban al futbol las selecciones nacionales de México y El Salvador, aquí en Los Ángeles una familia de salvadoreños y mexicanos la calmaba con tacos y pupusas.

“Nos divide la nacionalidad, pero sólo en lo que dura el partido, aquí estamos alegres y esperamos que gane el mejor”, dijo la señora Esthela Miranda, originaria de San Salvador.

Su esposo, Carlos Dionisio, inmigrante del estado mexicano de Guerrero, reconoció que la rivalidad se extiende a los hijos.

En sus brazos sostenía a su hijo Carlos, de 6 años de edad, quien atento veía cómo Javier “El Chicharito” Hernández le ponía una bailada a la defensiva salvadoreña.

“Yo le voy a México. A mí me gusta México, porque mete goles desde lejos y de tiros libres”, dijo el chamaquillo ante la mirada amenazante de su madre salvadoreña.

“Bueno, él tiene libertad de voz”, respondió la señora repitiendo esa mirada de ya verás cuando lleguemos a la casa.

De pronto la algarabía, la ebullición futbolera y los brazos al cielo acompañados con el grito de: ¡goooool!

Era el segundo gol del equipo mexicano que al final derrotó 2-1 a La Selecta en su propia casa.

Rivales terminan entre tacos y pupusas

En el restaurante El Buen Gusto, en Atwater Village, donde la familia Miranda-Dionisio decidió ver el partido, contrastaban las caras largas de los salvadoreños y la de felicidad de quienes llevaban bien puesta la camiseta verde.

“Esto es un deporte, hay que vivirlo como lo que es, aquí nadie gana ni nadie pierde, es un deporte y así lo debería de tomar todo mundo”, comentó José Gutiérrez, aunque él estaba feliz por su ascendencia mexicana.

Otro que estaba encantado era su primo Luis Gutiérrez, en parte por los goles mexicanos y en parte por el efecto de las cervezas que logró contrabandear al restaurante.

“Siempre ha habido y habrá esa rivalidad, pero hay una gran diferencia entre aficionados, quienes aprecian y reconocen el juego, y fanáticos, cuando se aferran a una cosas y no quiere mirar afuera de esas líneas”, comentó.

Antes de que terminara el medio tiempo, cuando el juego aún iba cero a cero, sus compañeros de trabajo con los que acudió a ver el partido, todos salvadoreños, empezaron una especie de “bullying deportivo” cuando al “Chicharito” Hernández le anularon un gol que él celebraba a todo pulmón.

“Aunque tengan la ventaja de casa y se estén moviendo mucho, ocuparían mucho más que eso, creo que se les acabó la suerte”, les contestaba Luis. “Yo sí puedo aguantar la burla, pero muchos de ellos si les hago burla, empiezan a llorar”.

Orgulloso de su selección salvadoreña, Ezequiel Amaya consideró que fue un partido emocionante.

“México contra El Salvador se cataloga como un clásico, porque los dos equipos siempre ponen el todo por el todo, es un partido que llama la atención a nivel internacional, pero lastimosamente en mi país El Salvador se están dando situaciones muy difíciles de que no respetan lo que es el visitante”, señaló al recordar las escenas de botes de agua y otros objetos que les arrojaban a los mexicanos.

“La rivalidad tiene que quedar en el cancha, no incitar a la violencia”, mencionó. “Como salvadoreño estoy indignado de la situación de cómo nuestros paisanos lo están haciendo”.

Reconoció que México es un rival grande, con jugadores de 150 mil dólares para arriba de sueldo, mientras que en El Salvador lo máximo que se les paga es alrededor de 500 dólares al mes.

A pesar de la derrota, Pedro Torres confió que La Selecta saque la garra para sumar puntos en los próximos juegos y que le alcancen para clasificar al Mundial Brasil 2014.

“Todavía hay esperanza”, dijo Pedro con la mirada aún en el televisor mientras sus vecinos de mesa terminaban la rivalidad del juego con las respectivas órdenes de tacos y pupusas.

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