Se levanta ola de infiltrados

El Gobierno dice que hay 62 mil africanos asentados en su territorio

Trabajadores africanos que emigraron rumbo a Israel hacen fila en Tel Aviv, donde esperan que se les provea  alimento.

Trabajadores africanos que emigraron rumbo a Israel hacen fila en Tel Aviv, donde esperan que se les provea alimento. Crédito: AP

JERUSALÉN, Israel.-

No es la primera vez que el Gobierno israelí reacciona lento y tarde como si captara súbitamente la dimensión del problema, aunque hacía mucho tendría que haberse puesto a pensar.

Ahora, parece ponerse a tratar con urgencia el desafío de turno: la creciente infiltración de africanos a Israel a través de la frontera con el vecino egipcio, en la península del Sinaí.

Si bien la discusión al respecto no es nueva , el problema es captado ahora de otra forma debido a dos tipos de incidentes especialmente preocupantes: por un lado, recientemente se han revelado varios casos de violencia -incluyendo violaciones de jovencitas- cometidos por infiltrados de África , lo cual parece haber destapado la botella.

Habitantes de la zona sur de Tel Aviv, en la que se concentran 25 mil de los infiltrados ilegales, sostienen que sus barrios están cambiados, que sienten que no viven en su país y, más que nada, que temen por sus mujeres y por sus hijas.

Esto condujo a una manifestación hace poco en el sur de Tel Aviv que se excedió de los límites de la legítima protesta al registrarse ataques violentos a negocios y a trabajadores africanos en la zona. Los ánimos estaban caldeados y fueron azuzados inclusive por políticos que se hicieron presentes, diciendo una de las diputadas del partido Likud que “los sudaneses son un cáncer en nuestro cuerpo y haremos todo lo necesario para devolverlos a su lugar de origen”.

Tanto el Presidente del Parlamento israelí Reuven Rivlin (también del Likud) como el propio Primer Ministro Benjamin Netanyahu condenaron esas declaraciones. Rivlin recalcó que “entendemos la preocupación de la gente del sur de Tel Aviv, pero las figuras públicas deben actuar con responsabilidad y, por cierto, no usar lenguaje que los antisemitas usan contra nosotros”.

Según datos oficiales, ya son 62 mil los infiltrados provenientes en su gran mayoría (53 mil) de Eritrea y Sudán, aunque hay también varios cientos de Congo y algunos miles de Sudán del Sur, Etiopía, Ghana , Nigeria y Costa de Marfil .Desde 2006, cuando comenzó el fenómeno, 650 han sido reconocidos oficialmente como refugiados.

El Gobierno sostiene que casi todo el resto entra a Israel para buscar trabajo, no porque merezcan el estatuto de refugiados. Organizaciones de derechos humanos responden que es tal el volumen de la infiltración que Israel no ha cumplido con su compromiso para con la ONU de estudiar cada caso a fin de determinar quienes deberían realmente ser reconocidos como refugiados y quienes solo buscan trabajo.

El propio inspector general de la Policía, Yohanan Danino, criticó el hecho de que no se permita a los infiltrados trabajar. Si bien entraron al país ilegalmente, hasta que se solucione su situación -y más que nada, cuando se trata de ciudadanos de países que según la ONU- deben recibir “protección colectiva”, es decir que no se les expulsa, pero tampoco se hace cumplir la ley que les prohíbe trabajar. Sin embargo, no tienen derechos sociales. “Hay delincuencia de supervivencia”, explicó el jefe del distrito de Tel Aviv en la Policía israelí.

La atención sanitaria también es un ejemplo complejo de la difícil situación.

Un área donde todo parece ser mejor es la educación, dado que todos los niños tienen acceso a las escuelas aunque sus padres no estén en el país de modo legal.

Especialmente simbólico es el caso de la escuela Bialik-Rogozin, ubicada en el sur de Tel Aviv, en la cual un altísimo porcentaje de los alumnos son hijos de trabajadores extranjeros legales e infiltrados ilegales que viven en la zona.

El Gobierno trata ahora el tema de los ilegales con urgencia viendo cómo maniobrar entre sus propias limitaciones con su deseo de preservar la identidad de la sociedad israelí y su compromiso hacia convenciones internacionales que regulan temas de refugiados, además de las consideraciones morales, de derechos humanos y de la ley.

Una de las medidas que podrían resultar más efectivas es terminar rápidamente la construcción de la barrera que está siendo erigida en la frontera con Egipto, en el sur, para impedir físicamente que la gente pueda pasar. Pero esto no solucionará el problema de los que ya se encuentran en el país.

Las autoridades están en contacto con países africanos y con un tercer país aún no revelado para tratar de derivarlos hacia allá.Mientras tanto, el desafío crece diariamente y, aunque se habla mucho, nadie ha propuesto una solución concreta y eficaz que sirva tanto a la sociedad israelí como a los ilegales que llegaron buscando trabajo y un futuro mejor.

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