Papa reza por los damnificados de desastres naturales

El pontífice recordó a las víctimas de lluvias y terremotos que han golpeado a las poblaciones asiáticas.

Un grupo de voluntarios australianos trasladan basura  en Quezón al este de Manila después de las inundaciones.

Un grupo de voluntarios australianos trasladan basura en Quezón al este de Manila después de las inundaciones. Crédito: EFE

Ciudad del Vaticano.- El Papa Benedicto XVI expresó ayer su solidaridad con los damnificados por las lluvias que han golpeado a Filipinas y China, así como por el terremoto de días pasados en Irán, tras asegurar que reza por todos ellos.

El pontífice recordó a las víctimas de estos desastres naturales durante un mensaje pronunciado tras la bendición dominical con el Angelus y ante más de mil peregrinos convocados en el patio de la residencia estiva del Vaticano en Castelgandolfo, al sur de Roma.

“Mi pensamiento va en este momento a las poblaciones asiáticas, en particular de las Filipinas y de la República Popular China duramente golpeadas por violentas lluvias, como también a aquellas de noroeste de Irán, afectadas por un violento terremoto”, dijo.

“Estos eventos han provocado numerosas víctimas y heridos, miles de desplazados e ingentes daños. Los invito a unirse a mi oración por cuantos han perdido la vida y por todas las personas probadas por tan devastadoras calamidades”, dijo.

Poco antes, durante una reflexión, el líder católico aseguró que sólo en Dios es posible encontrar camino de la vida, de la justicia y de la verdad porque únicamente quien es atraído por Dios, quien lo escucha y se deja instruir por él puede creer en Jesús y tener la vida en plenitud, la vida eterna.

“Dudar de la divinidad de Jesús significa oponerse a la obra de Dios. Jesús habla de sí como del verdadero pan bajado del cielo, capaz de mantener en vida no por un momento o por un espacio de camino, sino para siempre”, refirió.

Según Joseph Ratzinger Cristo es el “alimento que da la vida eterna” quien, al manifestarse como pan del cielo, atestigua ser la palabra de Dios encarnada, a través de la cual el hombre puede hacer de la voluntad de Dios su comida, que orienta y sostiene la existencia.

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