Es indomable, pero vital

Biden es el lado impetuoso que acompaña al presidente Obama

Joe Biden y su esposa Jill se funden en un abrazo al ser este nuevamente nominado como vicepresidente.

Joe Biden y su esposa Jill se funden en un abrazo al ser este nuevamente nominado como vicepresidente. Crédito: AP

El vicepresidente Joe Biden es el lado impetuoso que acompaña al presidente

CHARLOTTE, Carolina del Norte (EFE).- El vicepresidente de EEUU, Joe Biden, es un político indomable cuya locuacidad le ha merecido no pocas críticas dentro y fuera de su partido, pero también el apoyo más fiel del presidente Barack Obama y una voz vital en sus decisiones.

Cuando ayer aceptó la candidatura demócrata a la vicepresidencia, Biden se confirma en un cargo que comenzó con la promesa de marcar un claro contraste con su predecesor, Dick Cheney, y que cierra entre las críticas de quienes le ven como un político impulsivo y metepatas, capaz de descarrilar incluso al cauto Obama.

Para otros, esa contraposición entre cálculo e ímpetu es precisamente lo que da fuerza a la dupla presidencial, que ha desarrollado una sólida relación que el exvicepresidente Walter Mondale define como “un matrimonio sin posibilidad de divorcio, pero que vive en casas diferentes”.

Al “número dos” de Obama, que en noviembre cumplirá 70 años, le costó hacerse al papel de subalterno de alguien a quien triplicaba en experiencia, y aún hoy recuerda con algo de nostalgia “los días en los que era su propio jefe”, según algunos asesores.

Pero el que fuera un veterano en el Congreso, con 35 años como senador demócrata, ha sabido adaptarse a un cargo en el que las responsabilidades definidas son pocas y la misión tiene la vaga descripción de servir de respaldo al presidente.Cuando Obama le propuso ser su mano derecha, Biden puso una sola condición, según confesó en una entrevista en 2008- que “en cualquier decisión clave, económica y política, pudiera estar en la habitación”.

Hoy, el exsenador asegura que suele ser “el último” en abandonar cualquier reunión en el Despacho Oval y en ellas, fiel a su carácter franco, nunca teme llevar la contraria al presidente. Con él ha tenido desencuentros sonados, como ocurrió con su consejo de no impulsar la reforma sanitaria en un momento de dificultad económica o cuando recomendó no lanzar la operación que mató a Osama bin Laden en mayo de 2011.

Pero una vez en marcha, Biden se convirtió en el defensor más ferviente de esas políticas y el pasado marzo llegó a afirmar que la acción contra el fundador de Al Qaeda fue la decisión “más audaz” que nadie ha tomado “en 500 años”.

Sus opiniones, en cualquier caso, no han caído en saco roto- en 2010 se opuso al envío de 30,000 soldados más a Afganistán, pero la decisión de Obama de poner una fecha a la retirada poco después es, para muchos analistas, una señal clara de la influencia de Biden.

Pero ni su experiencia ni su apoyo incondicional, que pasea por todo el país en mítines electorales, le han librado de unos errores que parecen perseguirle desde la campaña electoral de 2008 y que han puesto las cosas en bandeja a quienes le buscaban las cosquillas.El más reciente fue en agosto, cuando advirtió en un mitin ante afroamericanos que las políticas republicanas iban a ponerles a todos ellos “cadenas en los pies”, lo que provocó que una plataforma del partido rival pidiera, sin éxito, su reemplazo inmediato.

No se quedó atrás en mayo, cuando afirmó en un programa de televisión que se encontraba “absolutamente cómodo” con el matrimonio homosexual, lo que obligó al propio Obama a reconocer su apoyo a las uniones del mismo sexo, no sin antes dar un tirón de orejas a su irreprimible vicepresidente.

Su carácter de político a la vieja usanza tiene a los estadounidenses divididos, como muestra una reciente encuesta del Washington Post y la cadena ABC en la que se llevó el mismo porcentaje de aprobación que de rechazo- un 43 por ciento.

Joseph Robinette Biden nació en una familia humilde -su padre era vendedor de automóviles- y eso le ha ganado tirón con los votantes blancos de clase trabajadora, los mismos que se le resisten a Obama.

Durante sus 35 años en el Senado representó al pequeño estado de Delaware, pero es oriundo de Scranton, en Pensilvania.

Su historia personal está profundamente marcada por el accidente de tráfico que mató a su mujer y su hija cuando él tenía 29 años y saboreaba su elección como senador. Él no se ahogó en la amargura y se volcó en los otros dos hijos de la pareja, heridos en el mismo accidente.

El exsenador se casó de nuevo en 1977 con Jill Biden y tiene otra hija, Ashley, una trabajadora social. En 1988 sufrió dos aneurismas que casi acabaron con su vida, pero se recuperó.

Ese mismo año compitió por la presidencia por primera vez, pero no pasó de la primera etapa de las primarias porque se descubrió que había plagiado un discurso, un borrón en su expediente que lo ha perseguido desde entonces.

En 2008 lo volvió a intentar contra Barack Obama, al que pasó de criticar por su falta de experiencia a convertirse en su mejor aliado.

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