Regreso al pasado

Los medios tiene un papel para evitar que se perpetuen los estereotipos del latino

Sociedad

La conquista de un puesto destacado para el latino en el futuro de nuestro país mueve a una reflexión todavía a tiempo. Para luego es tarde. En época de elecciones más.

A pesar del gradual deterioro de la comunidad hispana en nuestro país a partir del tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), se ha observado que hubo una más que notable integridad de la lengua. La tenacidad del latino por mantener su cohesión como grupo se puede considerar ejemplar y digna de alabanza. Dicho con otras intenciones, el fenómeno del hoy llamado spanglish resultaba muy poco significativo. Y si esto ocurrió entonces fue por la destacada presencia de la prensa en español.

La educación, a falta de otra opción, se realizaba primordialmente en el hogar, que se trasformaba en centro educativo improvisado. Los padres utilizaban la prensa en español para enseñar la lengua a los hijos. De acuerdo con Enrique Lamadrid, solo en Nuevo México, había en español hacia 1880, año en que se inició la educación pública en este territorio, más de cuarenta periódicos. En el conjunto del país, según Alberto Acereda, se podían contar durante este mismo periodo más de 130 publicaciones en español o bilingües.

Visto desde hoy, las cosas en lo fundamental no han cambiado nada pues se sigue sin un sistema educativo generalizado que permita progresar en español. Y sin esta educación, la cultura del hispano en su idioma sobrevive marginalizada. Ante esta espera indefinida se antoja que no queda otra que trasladar de nuevo la responsabilidad de la educación, como en el siglo XIX, a los medios de comunicación. Inaugurar y fomentar nuevos medios de comunicación en español se vuelve perentorio para poder alimentar aquello con lo que no cumple el colegio. Una consecuencia de ello es que la función de la prensa en español se vuelve diferente a la función de ésta en inglés por el simple hecho de que los lectores en inglés tienen a su alcance todo un sistema educativo inexistente en español.

Un llamado de atención se hace pues necesario: si la prensa en español pone demasiado el acento en puro y lúdico entretenimiento, o en cultivar la nostalgia, la parcela de la formación escolar quedará desatendida. Los estereotipos del latino, entonces, irremisiblemente se perpetuarán.

Lo manifestado hasta aquí no es desalentador en absoluto si se entienden los objetivos. A nuestro favor cuenta el que a la lengua española se la trate a veces, sin pretenderlo, como una parte inalienable de la nación, ¿cómo si no entender que nuestra lengua se oculte, o pase inadvertida, en circunstancias que piden un ambiente políglota internacional? ¿No será que se siente el español demasiado cerca para darle este rango?

Estamos aún a tiempo de dar el salto hacia el futuro. Que no nos falle la prensa en español, en cualquiera de sus variadas plataformas.

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