Veteranos hispanos deportados quieren volver a EE.UU. (Video)

Un grupo de veteranos hispanos deportados le hace frente al estrés post-traumático que los consume día tras día y se esfuerzan por pelear su caso y recibir sus beneficios, al tiempo que buscan una segunda oportunidad para regresar con sus familias a EE.UU.

De izquierda a derecha, Gerardo López, Fabián Rebolledo y Héctor Barajas, exmilitares deportados, en la Casa de Apoyo para Veteranos, en Rosarito, Baja California.

De izquierda a derecha, Gerardo López, Fabián Rebolledo y Héctor Barajas, exmilitares deportados, en la Casa de Apoyo para Veteranos, en Rosarito, Baja California. Crédito: Belhú Sanabria / La Raza

Rosarito, Baja California, México.- Con orgullo, Fabián Rebolledo, natural de Cuernavaca, Morelos, México, mostró a La Raza fotografías y recortes de periódicos que destacaba su participación en el conflicto de Kosovo, cuando fue un Especialista con insignia E-4, de la Unidad Airbone de la armada estadounidense y debía dirigir proyectiles a un punto específico.

“Cuando regresé de Kosovo en septiembre de 1999 fue algo difícil readaptarme, puesto que fui entrenado para matar y no para volver a la vida civil”, dijo Rebolledo, de 37 años, a La Raza.

Rebolledo, quien emigró a EE.UU. a los 14 años, tiene una licenciatura en contabilidad, cursó administración de empresas y obtuvo una licencia en construcción.

Como todo conflicto deja sus secuelas, su caso no fue la excepción. “Durante mi servicio tuve varios accidentes, por ejemplo, se me dislocó la cadera del lado derecho y dos discos de la columna vertebral, por lo que estuve tres meses en silla de ruedas”.

Para olvidar las escenas de terror que vivió en la guerra, Rebolledo encontró un escape en el alcohol. “Pienso que tengo un problema con el alcohol, estuve en terapia sicológica por cuestión de lo que viví en mi servicio militar, traté de buscar un método para poder olvidar las cosas”, dijo y agregó “después de la guerra ya no eres el mismo”.

“Mi primer enfrentamiento con la ley fue porque me pararon ebrio, me suspendieron la licencia, tuve dos DUI”, contó. Sin embargo, fue deportado por un cheque sin fondos de $750 por un trabajo de construcción.

“La persona que me pagó estaba haciendo fraude con la compañía, así que me metieron el cargo de cómplice de fraude; estuve preso por 16 meses, lo cual se convirtió en una felonía agravante que me condujo hasta la deportación”, explicó.

Rebolledo aún se queja por el dolor en la espalda. “Ahora sólo tomo las medicinas; aquí en Tijuana no hay ningún hospital para veteranos; aquí no tengo familia; estoy en calidad de ‘homeless'”.

Él considera que los que sirvieron a EE.UU. deben ser tratados como lo que son, “soldados del país”. “Tenemos el derecho de permanecer dentro del país por el cual nosotros peleamos”.

VIVIÓ EN CHICAGO

Gerardo López, de 38 años, es originario de Coahuila, México, y fue traído a EE.UU. a los tres años por sus padres.

A este veterano no le temblaban las manos a la hora de colocar bombas en el frente enemigo durante la guerra del Golfo, en la Operación “No fly zone”, entre diciembre de 1995 y 1996. López perteneció al escuadrón VS- 35 de la Fuerza Naval en North Island.

“Serví sólo dos años porque tuve una lesión en mi pierna; ahora tengo tornillos en mi pierna izquierda y no veo bien con el ojo izquierdo”, narró.

Cuando dejó la Naval, se quedó en San Diego esperando los beneficios que le corresponden por ley a todo veterano. Pero la espera se le hizo larga. “Esperaba lo que iba a decidir Washington, cuánto me iba a pagar por el accidente que paso con mi pierna; no tenía dinero”.

Mientras, trabajaba cargando maletas en un hotel, en una paquetería, en lo que fuera; pero dijo que por la necesidad de mantener a su familia cometió un error en 1998.

“Me ofrecieron cruzar personas al otro lado e hice una decisión mala; me agarraron en la línea”, dijo. “Las autoridades lo vieron como un delito grave; estuve preso y ahora estoy viviendo en Tijuana desde hace catorce años”.

“Sé que hicimos cosas malas, pero ya pagamos nuestra culpa, queremos una segunda oportunidad, buscamos que nos otorguen nuestros beneficios como militares”, destacó.

NECESITAN ATENCIÓN

Para Raymond Parrish, consejero de militares y veteranos en Chicago, “el problema es que muchos veteranos se niegan a admitir que tienen un problema hasta que tocan fondo”, dijo refiriéndose a secuelas como el Síndrome de Estrés Post-Traumático (PTSD).

Parrish indicó a La Raza que la recuperación sólo es posible “cuando el veterano es capaz de hablar sobre sus pensamientos y sentimientos”, pero lamentablemente “muchos de los veteranos creen que son un peligro para su familia y se aíslan”.

“Muchos veteranos primero hablan de su problema con otros veteranos; esto se llama ‘asesoramiento entre iguales’ y por lo general ocurre sólo después de que superan su vergüenza mediante el uso de alcohol o drogas”, explicó.

LEVANTAN CASA

Mirando atentamente una lista de 107 deportados de todo el mundo en la pared encontramos a Héctor Barajas, exmilitar deportado y fundador de la Casa de Apoyo para Veteranos Deportados, en Rosarito, Baja California, México.

Barajas, de 35 años y originario de Zacatecas, fue un soldado paracaidista de la armada estadounidense y después de seis años de servicio recibió un certificado de baja con honores.

Lo deportaron de por vida por una condena de armas. Barajas, tiene una hija de siete años; su familia vive en San Diego y también tiene parientes en Waukegan, Illinois.

El hombre explicó que muchos veteranos deportados sufren muchísimo para sacar sus identificaciones y no tienen qué comer ni dónde dormir, por lo que fundó el albergue que empezó a operar hace tres meses.

Barajas dijo que velar por el refugio para los veteranos le ha dado fuerzas para dejar su adicción a las drogas, asistir a la iglesia y recibir consejería pastoral.

“No soy perfecto, cometí muchos errores, pero creo que merecemos una segunda oportunidad, tengo una hija que necesita a su padre”, dijo Barajas.

UN PROYECTO DE LEY

La abogada de inmigración Mariela Sagastume, de Ayuda Law Firm, en Denver, Colorado, lleva el caso de los hermanos Manuel y Valente Valenzuela, veteranos de Vietnam con orden de deportación suspendida.

“Lo que ha pasado es que desde 1996 varios crímenes que antes no lo referían a uno a deportación; ahora sí lo son”, explicó.

La abogada indicó que quitaron a los jueces de inmigración la habilidad de investigar los aspectos de la vida del inmigrante, para ver si podían considerar otros actos positivos, lo cual ha afectado varios casos.

“Nunca he oído de un país que deporta a sus propios veteranos”, opinó Sagastume y destacó la ironía de que una vez fallecidos los veteranos deportados, el gobierno sí le da la opción a su familia de enterrarlos en EE.UU.

Según Manuel Valenzuela, hay alrededor de 3,000 veteranos deportados en distintas partes del mundo. Y aunque actualmente existe el proyecto de ley HR 3761 que busca detener la deportación de los veteranos y sus familias, este continúa en el tintero, según Barajas.

Los veteranos de Rosarito se preparan para recibir a los hermanos Valenzuela, quienes iniciarán una campaña por los veteranos desterrados por inmigración de este lado de la frontera. La campaña iniciará en Rosarito el 19 de enero, irá a San Diego y Texas, y terminará el 5 de febrero, en Denver.

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