Latina migrante avanzó de limpiacasas a maestra
María Morales venció todas las barreras para salir adelante en tierra de nadie. Su mensaje, dice, debe ser escuchado por otros migrantes, aquellos que piensan que las puertas de un futuro mejor ya están cerradas

Maria Morales (izq) sonriente, con la autora Sandra Cisneros en esta foto sin fecha. Crédito: suministrada
Todo pintaba para que María Morales ni terminara la preparatoria en su natal Monterrey. Y al llegar a California no faltaron los retos para estudiar más allá: la barrera del idioma, la pobreza, un empleo agotador, la crianza de cinco hijos, un esposo deportado. Pero nada la detuvo.
“Todos podemos graduarnos, pero hay que decir: ‘Sí se puede’”, comenta Morales, a quien le tomó 23 años poder concluir la universidad y obtener una maestría en educación. De 1989 a 2012.
Una enamorada de las letras, Morales primero sacó adelante a sus hijos limpiando casas y cuidando niños, para después dedicarse de lleno a sus clases de educación superior. Hoy, a sus 56 años, es finalmente la profesora de educación básica que tanto anheló.
Su ejemplo se escucha ahora en escuelas de Palmdale y Lancaster, donde imparte clases, como una motivación para que los chicos no abandonen las aulas y continúen su preparación.
“Hoy ya no salgo con mi bolsa llena de cosas para limpiar casas, sino de diccionarios, lápices, biografías”, dice orgullosa esta residente de Santa Clarita.
Desde niña, para Morales la educación fue un privilegio, porque sus padres la veían más como un gasto, que como una inversión. Al principio se oponían a que asistiera a la preparatoria, argumentando que “los libros no se comen”. Ella, sin embargo, nunca se dio por vencida.
Fue hasta 1978, a la edad de 22 años, cuando terminó la preparatoria nocturna en Monterrey, algo que logró trabajando por las mañanas en un taller de costura. Al año siguiente emigró a este país. Primero trabajó en los campos; luego, por diez años, se dedicó a limpiar casas. El inglés lo fue aprendiendo en clases para adultos.
Su primera clase universitaria la tomó en 1989 y, pasando por múltiples altibajos, recibió el título de maestra en educación hace apenas un año. En ese período, uno de los obstáculos que superó fue la deportación en el año 2000 de su marido, a quien no ha vuelto a ver desde entonces. “Ahora digo: ¿por qué me tomó tantos años? Mis hijos no habrían sufrido si yo hubiera sido maestra”, comenta Morales al recordar las carencias que pasó su familia cuando era sirvienta.
Su mensaje, dice, debe ser escuchado por otros migrantes, las madres solteras, aquellos que piensan que las puertas de un futuro mejor ya están cerradas. “A pesar de todos los problemas que padecemos los latinos, del sufrimiento, en este país si uno quiere educarse lo puede lograr”, asegura. “Necesitamos mucho un diploma de la universidad, no es suficiente el de la preparatoria en estos tiempos”.
Morales sí es profeta en su casa. Uno de sus hijos ya terminó la universidad y otros tres están estudiando. Además, la ayuda económica que envió a México sirvió para que sus hermanos obtuvieran un título profesional. Ahora en su familia hay dos doctoras, un ingeniero, una maestra y una abogada.
“Mi mensaje es seguir adelante y no darnos por vencidos”, dice la maestra. “Para que un día los latinos ya no limpiemos California, ni Estados Unidos, sino que nosotros seamos los patrones”, concluye.