Emanuel Pleitez abre con anhelo las puertas de una cochera en la parte trasera de una casa en El Sereno. Él cree que los recuerdos de la infancia le esperan dentro, pero sólo encuentra herramientas.
La improvisada vivienda, que fue el hogar de su familia en la década de 1980, ha cambiado y no lo sabía. “Aquí estaba la puerta”, recuerda Pleitez dibujando con las manos una entrada imaginaria.
No es que el sitio esté deshabitado, sino que un dueño anterior le agregó una pequeña bodega al frente y colocó el acceso en el costado derecho.
Toc, toc, toc. No abren y ni hace falta. Desde hace 25 años Pleitez conserva en la mente la imagen del humilde lugar donde pasó momentos felices. Adentro apenas si había espacio para lo poco que tenían: una litera, una sala y un par de electrodomésticos. Su mamá dormía en el suelo.
“Mi mamá siempre nos hacía sentir que teníamos todos, como si no nos faltara nada”, recuerda Pleitez, de 30 años. “Tenía una energía muy positiva, optimismo, mucha fe. De ‘vamos a salir adelante’”, dice.
En esa época su familia más parecía una compañía de gitanos. Se mudó en seis ocasiones en cinco años en un pequeño sector de El Sereno, siempre buscando el alquiler más bajo, aunque hubiera que rentar una recámara, una sala, una cochera o un cuarto en el patio trasero de una propiedad.
Así, recibiendo asistencia del gobierno, vendiendo dulces en la calle, vistiendo ropa usada, ajustando el cinturón hasta el último orificio, la familia de Pleitez salió adelante.
Es el origen del candidato más joven a la Alcaldía de Los Ángeles y el quinto con más fondos de campaña (más de medio millón de dólares).
“No recuerdo haber comprado algo nuevo hasta la preparatoria”, cuenta Pleitez, quien entró al mundo de la política en 2002 como voluntario del entonces candidato a concejal Antonio Villaraigosa. Luego, cuando ésta ya era alcalde, se convirtió en su secretario particular. Y después integró el prestigiado equipo económico de transición del presidente Barack Obama.
“Para mí eran tiempos felices, aunque era difícil mi mamá nunca nos dejó sentirnos como que era difícil. Yo creía que todos vivían así”, expresa.
Egresado de la prestigiosa universidad Stanford, a la cual entró por su sueño de jugar baloncesto colegial, el aspirante a relevar a Villaraigosa afirma que sabe de primera mano lo que están pasando miles de angelinos por la crisis. Su pasado y presente, asegura, le permiten hablar de frente con un inversionista o con un pandillero.
“Mi sueño es ayudar a que en este país haya más oportunidades para todos, especialmente las comunidades más vulnerables. Que una persona que viene de una comunidad pobre llegue a ser presidente o ejecutivo de una de las compañías más grandes del mundo”, comenta.
Su esposa, Rebecca Pleitez, de 28 años, no le ha dejado solo en este anhelo. “Siempre lo voy a apoyar. Es el reto más duro de nuestras vidas y tiene que ser mutuo”, expresó.
También le acompaña un grupo incansable de voluntarios, que ha hecho más de 85,000 llamadas telefónicas y tocado más de 15,000 puertas. El promedio de contribuciones es de 124 dólares por persona.
Esta manera de emerger desde abajo le ha valido el apodo de “El Caballo Negro” en esta contienda. Esta es la segunda en la que enfrenta a políticos de carrera (en la elección por el Distrito 32 del Congreso en 2009 enfrentó al legislador estatal Gil Cedillo y la integrante de la junta estatal de recaudación, Judy Chu).