Mes de locos bajitos

Los niños viven siempre en domingo, en viernes cultural, en fin de semana, en diciembre perpetuo

Para los niños todos los días es 31 de octubre, día de las brujas, día de los niños, de los chocolates.

Para los niños todos los días es 31 de octubre, día de las brujas, día de los niños, de los chocolates. Crédito: Morguefile

Papeles

Octubre, mes de los niños, huele a pañales desechables. A talco para bebé. A levantadas (de mamá, nunca de papá) a cualquier hora del día o de la noche. Se oye un rumor cercano de llanto corrido.

Chupón o biberón (=pacifier) es otro de los alias de octubre. (El chupón es el sicoanalista de caucho que les dan a las bebés para que se callen). Octubre se da ínfulas de mes tetero. Su piedra preferida es la ira… que les da a los locos bajitos cuando se demoran en permitirles atacar la producción láctea de mamá.

Este mes es un buen pretexto para pensar en su derecho a la vida, a la salud, a la educación, a las muñecas. Pero como esos derechos se deben ejercer siempre, en el almanaque Brístol de sus vidas cada segundo es un octubre distinto.

Los niños viven siempre en domingo, en viernes cultural, en quincena, en fin de semana, en diciembre perpetuo. Para ellos todos los días es 31 de octubre, día de las brujas, día de los niños, de los chocolates.

Preguntan que da miedo. “Nosotros sí que les preguntamos a ustedes”, se lamentaba algún día mi hija cuando su cabecita estaba más lejos de las estrellas. “Pregunten que para eso estamos los padres”, le respondí, sacando pecho. “No. Es que ustedes nunca nos saben responder”.

En octubre comenzaron a ser pequeños, niños como la actriz de teatro y cine francés Sara Bernhardt (oct. 23).

Gandhi (oct. 2) chiquito, ya ejercía su apostolado de la no violencia. (Después, cuando los mosquitos picaban a un invitado suyo, Paramahansa Yogananda, el gurú responsable del trasplante del yoga a occidente, le diría: “Los mosquitos no saben de ahimsa” (no violencia). Gandhi jamás mató un mosquito ni siquiera de un aplauso en las costillas.

La única vez que vi a Jimmy Carter (oct. 1) en la Casa Blanca se me pareció más a un cultivador de maní que al presidente de Estados Unidos.

Picasso (oct. 25) le puso color a la vida desde su edad piernipeluda. Tal vez en esa época se le ocurrió decir: “Cuando sea grande quiero ser niño”.

Luciano Pavarotti (oct. 12) no lloró de bebé: daba dos de pecho.

Los niños viven en una dimensión desconocida para los insoportables adultos que es como a la larga nos ve El Principito.

Si tutean con Dios, juegan a las muñecas con la Virgen, se extrovierten con Buda, practican fútbol con el Angel de la Guarda. Para un niño, Dios y un vendedor de algodón de azúcar es lo mismo. (Aunque de pronto prefieren al vendedor por aquello de que más vale pájaro en mano…).

Los adultos que perdimos la virginidad de ser niños, creemos que hablan solos. Lo que sucede es que no escuchamos a sus interlocutores invisibles. No damos para tanto. Dormidos, siguen despiertos. ¿Dónde estará la fuente de la eterna infancia para comprar algunos kilos?

No reparan en minucias como pagar arriendo. Solo retienen en la fuente cuando maman. No se desvelan ni se despeinan si no hay con qué pagar el agua.

Viven en FM. El AM se lo dejan a los demás. No discriminan. Para ellos es tan importante la reina de Inglaterra como un muñeca que llora. Son grafitis de dos pies. Ternuras con 20 dedos. Felicitaciones en su mes.

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