Pedro o Peter Fuentes

Algunos están convencidos de que "Halloween" es una fiesta hispana. Habrá que preguntarse a dónde fue a parar nuestro día de difuntos.

Mural de Día de Muertos en el Museo de Oakland.

Mural de Día de Muertos en el Museo de Oakland. Crédito: María Antonieta Mejía / El Mensajero

La cresta de la lengua

Una conocida empresa dedicada a enseñar inglés, incita a comprar su método con el provocador mensaje publicitario de que después de terminado el curso ya no le llamarán al aprendiz Pedro Fuentes sino Peter Fountain. Así de fácil. Una vez deglutidas las lecciones ¡catapún! se obrará el milagro de que Pedrito pase a Pitersito.

Si nos consideran así de tontos por algo será. Podríamos, por la misma lógica, preguntarnos por qué el Presidente Obama no se llama O’Brien. ¿Cómo es que hablando inglés no se le ha ocurrido cambiar de apellido? Concluimos que no será tan importante el cambio de los apellidos. Estamos tan bombardeados por estos mensajes que ni se nos disparan ya las defensas.

Los anuncios comerciales muestran a unas mamás latinas que nos engañan con el tomate frito casero. La descarada madre del anuncio alardea de que “ella cocinó el tomate” cuando lo que se ve que hace es que manda al marido disfrazado con peluca a comprarlo en el carro rosa de la hija. ¿Será que hay un subliminal mensaje feminista y que lo que se pretende es liberar a la mujer latina?

Algunos están convencidos de que “Halloween” es una fiesta hispana. Habrá que preguntarse a dónde fue a parar nuestro día de difuntos. Porque por tener tenemos Día de los Muertos. Tenemos muertos en broma, en serio, y de todos los temores. Hoy vemos que ya no se respeta ni a don Juan Tenorio. Mucho disfraz hay pero nada de castañas y menos de buñuelos de viento. Ni siquiera huesitos de santo. ¿Es casualidad que venga a coincidir “Halloween” con la fiesta de Todos los Santos? Dirá alguno que los santos de estos días ya no son lo que eran.

También hay quien no se sorprende de que se haya importado una musiquita llamada Happy Birthday para los cumpleaños hispanos. ¿No será que la celebración satisfacía necesidades menos cantoras? Todo se pega menos la hermosura. Cruelmente nos pastorean como mansos consumidores de fiestas ajenas y nos convertimos en enterradores de las propias.

No es mal momento para plantearse si todos tenemos que celebrarlo todo. Este sistema de fiestas que tenemos se ha quedado obsoleto. Las fiestas no son eternas: tienen fecha de caducidad. Son una mala excusa para que Miley Cyrus nos mande unas fotos de “miedo” en rosa descentrado.

Detrás de la estrategia del comerciante de lenguas se esconde una sicología de tianguis. Se publicita un cambio de nombre con el hechizo de unos polvos de inglés. No se concede siquiera ser un Peter Fuentes, y así mostrar el fondo bilingüe y bicultural de los hispanos de este país. No hay que avergonzarse nunca de ser Pedro Fuentes.

Un problema que nos debería preocupar es el lugar que se le va a asignar al español en el futuro. Cuando se habla de subir los estándares de la educación del latino no se debe olvidar que esos estándares nunca subirán si no suben los del español.

Necesitamos más tamaño, más potencia, más duración. Para que dure, dure.

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