Confusión republicana

La oposición a la reforma migratoria le generará al partido problemas en la próxima elección presidencial

Inmigración

En el término de una semana los republicanos en el Congreso acordaron aprobar una serie de leyes sobre inmigración dirigidas a fines específicos, decidieron que era aceptable dar a los trabajadores indocumentados un camino hacia la legitimización y no a la ciudadanía, pero de repente decidieron que el asunto estaba muerto para este año.

Este es un claro indicio de un partido dividido. Es un partido en que algunos de los más esclarecidos miembros entienden que aprobar una ley de inmigración es crucial para la supervivencia del partido a largo plazo.Es un partido en el que sus miembros más conservadores se identifican como integrantes del Tea Party y consideran una apostasía hablar sobre cualquier cosa que se asemeje a una amnistía en forma alguna.

La reforma de la inmigración ha tomado una ruta retorcida para los republicanos desde el principio en el Senado donde un grupo de ocho diseñaron lo que se convirtió en una ley sensata que fue aprobada, hasta una Cámara de Representantes que se retorció a sí misma en un nudo gordiano que nadie sabe cómo desatar.

Agarrado en medio de esta arena movediza está el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, quien en vez de asumir un papel de liderazgo sigue los caprichos de los elementos más conservadores, no importa que estos perjudiquen al partido a largo plazo, peligroso para la salud del partido.

El Senador Rand Paul (R-Kentucky), quien no es ningún liberal radical, destacó los peligros para los republicanos si se convierten en un partido exclusivista. En un discurso en Houston, advirtió que Texas —actualmente un sólido estado— se convertiría en un estado azul en el término de una década, a menos que el partido se haga más amplio e inclusivo.

“Lo que sí creo es que Texas va a ser un estado Demócrata dentro de 10 años si no cambiamos”, dijo Paul. “Eso significa que tenemos que ser un partido más acogedor”.

Paul es uno de media docena de republicanos que están considerando postularse para la presidencia en el 2016 y él entiende que a menos que el partido encuentre una manera de ser más atractivo para los hispanos, es probable que el partido pierda estados que son sólidamente republicanos, como Texas, donde el 40% de la población es hispana.

Durante semanas, Boehner y otros republicanos conservadores han estado buscando una excusa creíble para decir que “no” a la aprobación de una ley sobre la reforma integral de la inmigración. Muchos creen que las hallaron cuando en su Discurso sobre el Estado de la Unión el presidente Obama manifestó que estaría decidido a utilizar sus poderes ejecutivos para aprobar medidas paralizadas en el Congreso.

Boehner y el senador Kelly Ayotte (R-Nueva Hampshire) reaccionaron con rapidez a esta apertura. ¿Por qué deberían confiar los republicanos en un presidente que ya había firmado un retraso de dos años en la orden de deportación de jóvenes inmigrantes indocumentados (los Soñadores o Dreamers)?

Si el Congreso acordó aprobar una ley de inmigración que requiere la seguridad fronteriza y el sistema de “e-verify”, antes de dar un empleo para probar el estatus legal en el país, ¿cómo podrían los republicanos estar seguros de que el Presidente simplemente podría decidir no hacer cumplir la ley?

No importa que el presidente Obama indicara que ya no requeriría un camino hacia la ciudadanía para los 11 millones de inmigrantes ilegales que ya residen en este país. Enfatizó el punto para dejar saber a los republicanos que estaba decidido a firmar una ley que solo daría un pase hacia la legalidad. Un estatus este que les permitiría registrarse, vivir y pagar impuestos legalmente en el país, pero no les abriría el camino para convertirse en ciudadanos.

Los republicanos no mordieron el anzuelo y tampoco cedieron. A ellos les importaba un comino que una encuesta a nivel nacional, publicada la semana pasada, mostrara que la mayoría de los estadounidenses están a favor de un proyecto de ley sobre reforma integral de la inmigración, un proyecto de ley que otorgaba a los inmigrantes ilegales un camino hacia la ciudadanía.

Ni siquiera considerarían cuán difícil seria para el Partido Republicano ganar la Casa Blanca en el 2016 sin los votos electorales de estados como Nevada, Nuevo México, Colorado y Arizona.

El camino hacia 270 votos electorales se haría casi imposible sin un cuantioso voto hispano. El candidato Republicano en el 2012, Mitt Romney, admitió que cometió un error serio al sugerir que los indocumentados deberían “auto deportarse”.

Es cierto que una Cámara de Representantes con distritos electorales diseñados con fines políticos le dan una ventaja a los republicanos conservadores, quienes están confortables en escaños seguros. No tienen porque preocuparse por un debate complicado y peligroso sobre la inmigración.

Personalmente, yo creo que Estados Unidos, con una población de creciente de edad avanzada, necesita nueva sangre joven para continuar creciendo. Sería sabio conceder un camino duro pero justo hacia la ciudadanía. Un camino que requeriría pagar los impuestos atrasados, aprender sobre la historia de Estados Unidos y hablar un inglés aceptable.

Esto ayudaría al país y sería de nuevo prueba de que esta es una gran nación, que siempre ha sido y sigue siendo una nación de inmigrantes.

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