Latinoamérica a la baja

Es necesario que el crecimiento amplíe las oportunidades y las capacidades de los grupos sociales

Economía

Los últimos datos dados a conocer por la Comisión Económica de América Latina y el Caribe (CEPAL) permiten evidenciar un descenso en el ritmo de crecimiento de las economías latinoamericanas. Esta es la conclusión que puede derivarse al reconocer que en 2010 la región tuvo un crecimiento de 5.8%. Se demostraba con ello que la crisis financiera que se originó en septiembre de 2008 no había afectado aún a los países emergentes de la región.

No obstante, el ritmo de incremento de la producción regional llegó a 4.3% en 2011, a 3.1% en 2012, y continuó su tendencia a la baja en 2013 con 2.6 %. No se llega a tener decrecimiento económico estrictamente, pero se hace notar un estancamiento de las tasas de desempeño del producto interno bruto. Se espera que este indicador se ubique en 3.3% para diciembre de 2014.

Uno de los factores que más han apuntalado el crecimiento de producción latinoamericano es el precio de las exportaciones en los mercados internacionales. En especial a partir del alza de los productos energéticos —petróleo— desde 2003, la región vio como mejoraban las balanzas comerciales en general de los países exportadores de crudo, de materias primas agrícolas, de minerales y de bebidas tropicales. Lo que hizo aumentar las exportaciones fue por lo general, el precio de esos bienes en los mercados externos, más que el quantum o cantidad de productos ofrecidos.

Sin embargo, para fines de 2013 se evidencia una baja en la tendencia de precios de las principales exportaciones de la región. Al respecto es de subrayar que muchos de los productos que la región destina a los mercados mundiales, no tienen mayor valor agregado. Con ello se impide que aparezcan no solo factores que podrían promover efectos multiplicadores en el empleo productivo y la innovación, sino que además obstaculiza que, a partir de salarios más altos, se pueden ir ampliando las capacidades adquisitivas de la sociedad en general, y con ello la demanda de los mercados domésticos.

En lo que respecta a exportación mineral el pico de precios más alto —considerando un índice que tenía un valor de cien en 2005— se consiguió en julio de 2001 cuando este indicador se situó en 290. Es decir que los precios en seis años habían escalado casi 3 veces. Para octubre de 2013 los minerales tenían un índice de precios internacionales de 220.

El cuadro general respecto al comportamiento de los precios de las exportaciones latinoamericanas evidencia una tendencia a la baja y un estancamiento relativo de los precios. Esto está incidiendo en declive en los niveles de crecimiento del producto interno bruto, dada la dependencia que muchos países latinoamericanos tienen respecto a las condiciones de demanda de los mercados externos.

En el medio externo uno de los factores clave para entender esta dinámica es el aletargamiento o la no capacidad de salida de la última crisis financiera, que han demostrado tanto Europa como Estados Unidos, Japón y la región asiática.

Este es un rasgo estructural de las economías latinoamericanas: desde hace mucho tiempo, en particular desde que se implementaron procesos de apertura basados en los principios del denominado “Consenso de Washington”, las políticas económicas han girado más en función de abrir la producción a las condiciones internacionales que en atención a las condicionantes de la demanda interna.

En la actual época de globalización no es de negar la importancia de los mercados foráneos, pero sí de enfatizar que la demanda interna no es excluyente de lo internacional y que de hecho es en la capacidad adquisitiva de los grupos, especialmente los que viven en condiciones de mayor marginalidad, en donde encontramos un indicador para verificar la mejora o no, que se ha logrado en el bienestar de las sociedades.

A todo esto, otro indicador que se ha incrementado notablemente es la deuda externa de la región. En efecto, en 2005 el total de deuda llegaba a 662,000 millones; ya para diciembre de 2013 este indicador se ubicó en 1.17 millones de millones de dólares. Con ello se tendría evidencia que en los pasados 8 años, la deuda total de la región casi se llegó a duplicar.

Si la región desea encaminarse de manera sostenida por una senda de desarrollo, es necesario que el crecimiento amplíe las oportunidades y las capacidades de los grupos sociales. Es preciso además poner un coto a la deuda externa. Lo que se gasta en servicio de la misma va siendo equivalente a lo que se destina para atención de sistemas educativos y de salud en la región.

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