Una protección para futuras generaciones

Las montañas brindan a muchos niños, especialmente hispanos, un esparcimiento natural

Hace 150 años, el Presidente Lincoln firmó una ley que cambió para siempre la manera en que conservamos nuestra herencia natural. En el momento habrá parecido ser algo extraño. Estábamos en medio de la Guerra Civil. El destino de nuestra unión pendía de un hilo. El mismo Lincoln jamás había estado en California; por una gran parte de su vida, su estado natal de Illinois era el oeste.

Pero descripciones, dibujos y hasta algunas tempranas fotografías del Valle de Yosemite habían llegado al este, como llegaron historias del desarrollo invasor que amenazaba el área. Entonces el presidente Lincoln decidió ayudar a proteger un lugar que nunca había visitado, para una nación que tal vez no pudiera salvar. En los días más oscuros, él decidió apostar en un futuro que él nunca iba a poder ver. Y debido a que lo hizo, generaciones de personas que viven en Estados Unidos conocieron las maravillas del Parque Nacional Yosemite.

Es por eso que, la semana pasada, visité California para designar como Monumento Nacional a las Montañas de San Gabriel. Esta acción protegerá de manera permanente 346,000 acres de escarpadas pendientes y cañones remotos que son el hogar de una extraordinaria diversidad de vida silvestre y que atrae a más de tres millones de visitantes todos los años, más que íconos como el Monte Rushmore y el Parque Nacional Grand Teton.

Lo que es más, las Montañas de San Gabriel contiene milenos de historia, desde el antiguo arte rupestre de los nativos americanos al observatorio el Monte Wilson donde Edwin P. Hubble mostró que el universo está en constante expansión y donde los astrónomos exploran actualmente el espacio.

De muchas maneras, la historia de las Montañas de San Gabriel es la historia de Estados Unidos. Es la historia de las comunidades que viven en el gran oeste, de nativos americanos y misionarios españoles, de colonialistas y rancheros, de mercaderes y terratenientes. Es la historia de exploradores en búsqueda de oro; de los que están en búsqueda de una nueva vida.

Esa historia sigue en la actualidad, y la está escribiendo una de nuestras comunidades más vibrantes y diversas muy cerca a la segunda ciudad más grande del país. Más de quince millones de personas viven dentro de 90 minutos de las Montañas de San Gabriel. Las montañas proporcionan a los residentes aproximadamente el 30% de su agua y el 70% de su espacio libre. Toda el área es un enorme impulso a la economía local.

De hecho, escuchamos de la comunidad que para muchas familias urbanas, las montañas de San Gabriel son su único espacio grande al aire libre. Demasiados niños en el Condado de L.A., especialmente niños hispanos y de minorías, no tienen acceso a parques donde pueden correr libres, respirar aire fresco, experimentar la naturaleza, y aprender sobre su propio medio ambiente.

No es suficiente tener esa asombrosa maravilla natural al alcance de la vista. Todos, sin importar de dónde vienen, o la cantidad de dinero que tienen o el idioma que hablan, debieran tener acceso y experimentarlas. En este momento, los campamentos están congestionados, las playas de estacionamiento son pocas, y no hay recursos suficientes para administrar y mantener este área de manera que se merece. Nombrar a las Montañas de San Gabriel un monumento nacional fue solamente el primer paso en un esfuerzo mayor por cambiar eso. Permitirá que el servicio forestal, las comunidades locales y filantropías líderes trabajen juntos para aumentar el acceso y las oportunidades al aire libre para todos.

Porque los Estados Unidos nos pertenecen a todos nosotros. Por eso, como Presidente he preservado más que tres millones de acres de tierras públicas para las futuras generaciones, y no he terminado. Mi compromiso de conservación no consiste en bloquear nuestros tesoros nacionales. Se trata de trabajar con las comunidades para abrir nuestra gloriosa herencia natural para todos.

El Monumento Nacional de las Montañas de San Gabriel se unirá a un vasto paisaje de tesoros nacionales protegidos, un territorio conservado en estado virgen al que el escritor Wallace Stegner una vez llamó, “una parte de la geografía de la esperanza.” Nosotros estamos bendecidos con los paisajes más hermosos del mundo. Se nos ha conferido la responsabilidad de conservar nuestra magnífica herencia natural, y asegurar que esta “geografía de la esperanza” siga siendo el derecho de nacimiento de todas las personas que viven en Estados Unidos, no solamente para hoy, para todas las generaciones que nos seguirán.

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