A los 18 años, después que murió mi papá yo decidí que era tiempo ser quien verdaderamente soy. Me daba muchísima ansiedad no saber si las personas más importantes para mí; mi mamá, mi hermano y mis hermanas me iban a aceptar.
Yo crecí en Amarillo, Texas, una ciudad rural de 150,000 personas, que no tenía muchos recursos para los jóvenes LGBT. Era un adolescente confundido sin nadie con quien hablar de mi vida; no tenía amistades abiertamente gay con quien hablar de las reacciones que quizás iba a enfrentar, ni modelos a seguir que me podían asegurar que todo iba a estar bien.
También dude que mi mamá me iba a apoyar porque me había regañado cuando busqué información. Cuando tenía 13 años escribí una carta a un programa para amigos de correspondencia que encontré en un libro de la biblioteca pública. Este servicio juntaba jóvenes que dudaban de sus orientaciones, dándoles una oportunidad para hablar con alguien en la misma situación atreves de cartas. Cuando mi primera carta llegó, mi hermano mayor la leyó y se la dio a mi mamá antes de que yo la pudiera revisar. Mi mamá me habló y me dijo que yo era muy joven para saber si era gay y que me iba a pasar. Durante esa conversación no me apoyó o aceptó y nunca me devolvió la carta para que yo la pudiera leer.
La reacción de mi mamá y las burlas constantes de mi hermano mayor me hicieron creer que nunca tendría la aceptación de ellos y por eso esperé tanto para salir del armario.
Pero lo tuve que hacer. Por el miedo que tenía de decírselo en persona la llamé por teléfono, a su trabajo llorando y temblando, y le dije, ” Mami, antes que lo oiga de otra persona, soy gay.” La respuesta fue algo que esperaba y no esperaba a la misma vez, si eso tiene sentido; “Mijo, no llores, ya lo supe por mucho tiempo. Te quiero.”
Eso es lo que cualquier joven que sale del armario quiere oír de su familia: “te quiero”, lo cual quiere decir te acepto. Aun después de oír esto, todavía dudaba que ella de veras me aceptaba, especialmente porque su relación con mi papá terminó porque él era gay.
Años después, ocurrió algo que me cambió el pensar. Un día mi mamá me llamó y en su voz todavía se podía oír un poco del enojo. Quería contarme lo le acababa de pasar en el mercado cuando estaba en la línea para pagar.
Me contó que el cajero y el que ponía el comprado en las bolsas se estaban riendo y burlándose de alguien que había entrado a la tienda, por su orientación sexual. Estaban hablando de él despectivamente criticando su forma de ser y como hablaba. Mi mamá me dijo que ella los regaño diciendo que eso no era una manera de hablar de nadie y que el hombre de que se burlaban era un ser humano tal como ellos. Los trabajadores seguían muertos de risa insistieron, “pero señora, el solo era un maricón.”
Mami me contó que ella les dijo con calma, “Nunca saben quién será la próxima persona en la línea. Saben que yo tengo un hijo gay?” Conociéndola, no creo que de veras lo dijo con calma; yo crecí con ella y la conozco bien. Les dijo que ellos se debieran educar porque las personas gays son buenas y cariñosas, tal como su hijo. Al fin el cajero, el otro empleado y mi mamá terminaron hablando de la importancia del respeto y de la necesidad de tomarse en cuenta la diversidad de las personas.
Ella me dijo que no lo reportó porque sabía que actuaron así por ignorancia y porque cuando se disculparon lo hicieron con sinceridad.
Lo que mi mamá hizo en ese momento es algo que quisiera que muchos familiares y aliados hagan: interrumpir la homofobia en sus interacciones cotidianas.
Los padres y aliados tienen la oportunidad de hacerle saber a otros que los comentarios negativos y las actitudes no solo hieren a nosotros que somos LGBT, pero también a las personas que nos aman y que nos quieren.
Deben pasar leyes para asegurar que tenemos protecciones, especialmente en nuestros trabajos y en los espacios públicos pero esas leyes no serían tan necesarias si las personas abandonaran las actitudes que llevan a la exclusión y al comportamiento dañino.
Aunque todavía hay gente en la familia de mi mamá que hablan negativamente acerca de las personas LGBT, más a menudo ella y mi hermano y mis hermanas no se quedan callados y vocalmente hablan de la igualdad y la justicia para la comunidad LGBT.
Espero que tal como mi mamá, mis vecinos y los demás residentes de Texas harán lo mismo para que podamos construir comunidades libres de la discriminación que tanto afecta a los jóvenes-y en verdad a todas las personas-la seguridad que necesitan para ser la mejor, y verdadera persona que son sin importar donde viven.
Como individuos, somos complejos y mi orientación solo es una parte pequeña de lo quién soy. Soy un Latino educado, un amigo, un hermano, un tío, una persona que le gusta viajar, un activista, y más que nada-el hijo de una muy bella madre que me apoya.
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