Los desamparados acampan en todas partes en LA (fotos)

Más del 90% de los indigentes viven en guaridas diseminadas por todo el condado

Un campamento de personas sin hogar entre el río Los Ángeles y el 710 Fwy., será desalojado.

Un campamento de personas sin hogar entre el río Los Ángeles y el 710 Fwy., será desalojado. Crédito: Ciro Cesar / La Opinión

@Yorshmore

Skid Row no es el rostro de los indigentes en Los Ángeles.

Los homeless que viven en esta zona del centro de la ciudad sólo representan el 6% de los que existen en todo el condado, según el censo que hace dos años realizó la Autoridad de Servicios a Indigentes (LAHSA).

El 70% de ellos viven en las misiones o albergues que operan en Skid Row, mientras que la gran mayoría de los indigentes del resto del condado vive a la intemperie, en guaridas o viviendas improvisadas.

Esas guaridas son campamentos que se instalan debajo de los puentes de las autopistas, a la orilla de canales o en cualquier rincón que les acomode para pasar la noche.

Ahí se concentran los verdaderos desamparados que, a diferencia de los que están en Skid Row, no reciben muchos de los servicios disponibles, ni forman parte de las tradicionales fiestas de Thanksgiving o Navidad.

A decir de Estela Alférez, quien trabaja para Helpline Youth Counseling, una organización que apoya a indigentes de las ciudades del sureste, los campamentos de homeless se instalan por todo el condado y cuando los echan de un lugar, al poco tiempo encuentran otro.

El censo de LAHSA realizado en 2013 indica que de los 57,737 indigentes del condado, más de 54 mil viven fuera de Skid Row.

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Miles de personas viven sin hogar en Los Ángeles

Uno de los tantos campamentos de homeless que proliferan en el condado se ubicaba a la orilla de la canalización del Río Los Ángeles y la Autopista 710, en los límites de Lynwood, Paramount, South Gate y Downey.

Por más de una década esa zona restringida sirvió de hogar para indigentes del sureste del condado, hasta que este jueves fue desocupado.

La ciudad de South Gate colocó con anticipación un aviso en el que advertía que el “campamento ilegal” sería desalojado a partir de las 8:00 a.m. del 19 de febrero.

Oficiales del Departamento del Sheriff y personal de CalTrans llegaron a esa hora de la mañana con maquinaria pesada para “limpiar” la zona.

La docena de indigentes que ahí vivía tuvo que abandonar el lugar empujando carros de supermercado en los que llevaban lo poco que pudieron rescatar de sus viviendas hechas de lona, cartón, madera o cualquier otro material encontrado en la basura.

Una vieja tienda de campaña, que amplió con otra carpa y trozos de madera, ha sido el hogar durante los últimos 10 meses de “Arturo”.

Es un inmigrante de Veracruz, México, que llegó a Texas cuando tenía 8 años de edad y luego se mudó a California.

Trabajó por muchos años como chofer para una compañía de grúas, se había comprado una casa y estaba por casarse, pero en 1996 la ciudad de Lynwood terminó el contrato con la empresa de remolque y Arturo se quedó sin chamba.

Entonces inició la debacle. Ya no pudo pagar los $1,400 dólares de hipoteca y la mujer lo abandonó.

La depresión se apoderó de Arturo cuando su familia también le dio la espalda.

“Perdí todo, perdí mi identidad, hasta la vieja perdí”, dice este indigente de 52 años de edad, los últimos cuatro como homeless.

“De pronto me encontré viviendo en las calles, llegué a este lugar y aquí me ofrecieron agua y comida, aquí me encontré con una familia”, dice sobre el campamento de indigentes a un lado de la Autopista 710.

Todos los días Arturo recorre unas cinco millas para ganarse unos $20 dólares reciclando los botes de plástico y latas de aluminio que encuentra en el camino y así irla pasando.

“Toda mi vida he trabajado, no me gusta estar así, créame que he buscado trabajo, pero es difícil”.

Gracias a la asistencia de la organización Helpline Youth Counseling, Arturo está en camino a obtener una identificación y recuperar la “Green Card” que perdió hace tiempo.

“Este es el inicio para encontrar un trabajo estable”, dice optimista. “Porque no me gusta perder las oportunidades, sólo que en mi vida no he tenido muchas”.

Hace tres años Óscar Santos tuvo un accidente en la mueblería en la que trabajaba y se dislocó cinco discos de la columna, por lo que quedó inhabilitado.

Cuando la mujer con la que vivía lo abandonó, el alcohol y la droga fueron su refugio.

El cheque que recibía de compensación le dejó de llegar hace seis meses y entonces empezó a vivir en su carro porque no le alcanzaba para pagar una renta, pero luego lo chocaron y perdió todo lo que tenía.

El lugar que solía frecuentar a la orilla de la Autopista 710 para beber con indigentes se convirtió en su hogar desde hace tres meses.

“Antes les traía de comer y ahora ya vivo con ellos, pero esta vida es una tristeza, me siento fracasado, porque yo vine a este país para ganar dinero y construir una casa para mis hijos”.

De 39 años de edad, es originario de Autlán, Jalisco, donde viven dos de sus hijos y el resto de su familia, con la que ha dejado de tener contacto.

“Porque me da vergüenza que me vean en esta situación, no me quiero regresar porque no quiero llegar con las manos vacías, y porque sé que voy a salir de esto”.

Óscar está en espera de una operación en la columna que confía le permitirá volver a trabajar y continuar con el sueño que tuvo cuando hace 12 años cruzó el desierto de Arizona, donde estuvo cinco días perdido y por poco encontró la muerte.

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