Voces de California: Alaska y la hipocresía
Más de uno ha llamado hipócrita al presidente Obama durante su viaje a Alaska
Sentada en el carro con la radio encendida y en el legendario tráfico de Los Ángeles, escucho fascinada los reportes sobre el reciente viaje de Obama a Alaska. El primer presidente estadounidense que ha visitado el Círculo Ártico ha querido orientar la atención de la nación hacia los estragos del cambio climático visitando un espacio prístino y salvaje.
Su gira ha sido un escaparate de fotos de bellos paisajes y algunas imágenes alarmantes. Entre otras posó junto al marcador dónde comenzaba el majestuoso glaciar Exit en el año en el que él nació, 1961. Desde entonces el gigantesco lago helado ha encogido cientos de pies. También visitó comunidades que tienen que reubicarse porque el nivel del mar está subiendo y donde la caza y la pesca de la que sobreviven están escaseando por los efectos del deshielo fuera de temporada.
Las declaraciones del presidente han sido contundentes: “El cambio climático es una de las amenazas más grande que enfrentamos”.
Antes de que sea demasiado tarde, añade, debemos potenciar el uso de energías renovables no contaminantes y dejar nuestra adicción al petróleo, el gas y el carbón. Yo asiento con la cabeza mientras activo el intermitente para cambiar de carril, a ver si en ese puedo ir más rápido, aunque sea sólo por unos segundos.
A pesar de estas declaraciones, más de uno ha llamado hipócrita al presidente durante este viaje. A principios de este verano permitió que la compañía Shell lleve adelante sus planes de perforar en las aguas del Ártico en busca de petróleo y gas, un área dónde nunca se ha producido esta potencialmente peligrosa actividad.
Es una medida que tiene a los activistas del medioambiente lívidos, entre otros, por ser una zona con tormentas violentas y olas masivas que incrementan el riesgo de accidentes o derrames.
Yo fui la primera en sentir pesar cuando escuche que Obama había permitido la extracción en un área impoluta hasta ahora.
Sin embargo, contemplando el interior de mi auto mientras escucho la radio y tengo el aire acondicionado encendido, tengo que admitir que también yo peco de hipócrita.
En ningún momento se me ocurrió tomar transporte público y mi carro, junto con los millones que están prendidos al mismo tiempo, son uno de los grandes culpables de cómo hemos llegado a esa situación. Mientras las energías renovables sustituyen a las contaminantes, seguimos necesitando petróleo, argumentan Obama y mi carro.
¿Por cuánto tiempo podremos mantener ese equilibrio sin que ceda alguna sutura del planeta? Me pregunto si realmente se sostendrá la vida tal y como la conocemos, si tendremos que dejar ir algunos de las comodidades a las que estamos acostumbrados, si la amenaza se convertirá en realidad.
Yo reciclo religiosamente en casa, he reducido mi consumo de agua y siempre llevo bolsas de la compra en la cajuela para no usar las de plástico de la basura. Pero he de ser realista, soy tan parte de la solución como del problema.