Sacar a Dios de un sombrero

El andamiaje teológico se me vino abajo del todo cuando otro genio puso en duda la existencia de los reyes magos

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Crédito: Getty/BBC

El primer tsunami teológico lo sufrí cuando me cambiaron el Niño Dios por Don Luis, mi padre, en calzoncillos de amarrar en el dedo gordo. El andamiaje teológico se me vino abajo del todo cuando otro genio puso en duda la existencia de los reyes magos. De todas formas, seguíamos poniendo el zapato detrás de una puerta el seis de enero para que dejaran allí los regalos.

Después el amiguito más listo de la cuadra nos hizo perder la inocencia teológica cuando nos advirtió que algo tenían que ver papá y mamá en la hechura de los niños, que eso de que venían de París en vuelos sin escalas, era ciencia ficción.

Tal vez en esos primeros episodios está mi afición a coleccionar historias de niños. La alimentaron padres, abuelos, amigos y colados que desde hace años me filtraron genialidades de los bajitos. Veamos algunos ejemplos:

“El viento no se ve. El viento se siente, pero no se ve. El viento es como Papá Dios. Papá Dios se siente pero no se ve. Es como los fantasmas que se sienten pero no se ven”.

– ¿Quién te enseñó eso?, pregunta el perplejo abuelo, convertido en alumno de su nieto.

– Me lo enseñó mi papá . Pero Papá Dios se deja ver con magia.

– ¿Qué es magia para ti, José Luis?

– Magia es sacar un conejo de un sombrero. Abuelito: ¿tú puedes sacar a Dios de un sombrero?

Laura, 6 años, intrigada, le dice a su mamá: “Mami, me gustaría algún día conocer a Dios”. ¿Y qué le dirías? “Nada, mami: sólo quiero saber qué tan grande es”.

 La maestra se acerca a la alumna y le pregunta qué está dibujando. “Estoy dibujando a Dios”, es la respuesta. “¡Pero nadie sabe cómo es Dios!”. La alumnita replica: “Lo sabrás dentro de un minuto”.

 A los diez años, Luis Ernesto reflexionaba en diálogo con su padre: “Pero Dios existe, ¿no es cierto? ¡Porque a Dios sí no me lo pierdo!”.

Si Dios creó el mundo, el universo y todo lo que nos rodea, ¿quién creó a  Dios?

En su primer viaje en avión, Carolina, de nueve años, después de mirar en todas direcciones pregunta: “Tía, ¿y dónde está Dios?”

 Era navidad y le habíamos regalado un corte de tela a la mamá de Sebastián, 6 años. Una tía le preguntó: ¿Qué le trajo el Niño Jesús a tu mamá? Respuesta: Un vestido sin hacer.
 

Cuenta un padre: Simón, mi hijo mayor, estaba como de 7 años y le pidieron en su clase de religión dibujar a Dios. Pues bien, después de gastarse tooooooda la hora completa, entregó finalmente su mejor interpretación: ¡La hoja en blanco!

Recibimos la nota de su profesora algo extrañada, y al preguntarle, Simón nos dijo que le sucedió algo muy raro porque nosotros le hemos enseñado que Dios está en todas partes, que hace parte de todo, pero que a la hora de dibujarlo, no pudo encontrarlo…

“Eaaaaa, qué bobo el tío Lucas que no cree en Dios. Yo sí creo en todos, todos los dioses”: Cipriano.

Estas y muchas otras historias de menudos que he ido  coleccionado están recogidas en el libro “¿Adónde van los días que pasan?”, de Luna-Libros, de Colombia. Está disponible en Amazon. Cómprenlo antes de que me agote.

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