Volver a enamorarse tras un divorcio cuando hay hijos puede resultar difícil, sobre todo cuando estos no aceptan a la nueva pareja. La situación es particularmente complicada para las mujeres, porque por regla general son quienes tienen la custodia de los hijos.
Tres mujeres (para quienes usaremos nombres ficticios para proteger sus identidades y las de sus hijos e hijas) cuentan cómo enfrentaron una situación en la que se debe sopesar la estabilidad familiar y la felicidad individual.
La madre soltera Andrea Rivera tuvo una conversación con su hija de siete años que la hizo tomar una de las decisiones más importantes de su vida. Su hija única le comunicó llorando que no quería a su compañero sentimental.
“No me gusta Carlos, realmente nunca me gustó cuando era tu novio. Lo acepté porque te veía feliz, pero mami no soy feliz”, le dijo en aquel entonces la menor que hoy tiene 14 años.
Esas palabras calaron en el corazón de Rivera y sin ponderarlo puso punto final a la relación con su esposo Carlos Rodríguez. Un año después pudo concretar su divorcio.
“Esa fue la razón y punto de mi divorcio. Si mi hija no era feliz yo tampoco era feliz. No me arrepiento de esa decisión y dentro de las enseñanzas de la vida, ésta me ha servido para analizar futuras relaciones y el factor de poder anticipar cómo se va a relacionar mi hija con esa pareja”, recuerda Rivera sobre la relación.
Al reflexionar sobre su experiencia detalla que desde el principio la niña rechazó a su entonces novio, pero con el tiemp la menor lo aceptó y la relación entre ambos fluyó con respeto. El problema surgió cuando el novio comenzó a asumir el rol de padre de la niña y la menor no se sentía a gusto con ello.
“Aunque ella no aceptó a mi novio en esa primera vez que se vieron con el tiempo ambos pudieron entablar una relación saludable. Pero él asumió el rol de padre de la niña y quería que la nena le llamará papá. Mi hija no estaba cómoda con eso, porque aunque su papá ha estado ausente, ella tiene a su papá. Eso hay que respetarlo”, recuerda.
“Mi niña comenzó a distanciarse de él y luego de mí”, añade la joven madre que siempre ha entendido que el hombre que llegue a su vida es “para que acepte el paquete completo”.
Compartir a mamá
La historia de Rebecca Maldonado, una adulta de 40 años, es distinta a la de Rivera y su hija. En su caso conoció al novio de su mamá cuando tenía 12 años y aunque lo rechazó al principio culminó con un final feliz. Recuerda cómo le hizo la vida de cuadritos a su mamá, Monín Ortiz.
Maldonado era una adolescente y aunque sabía que entre sus padres el divorcio era un hecho, no quería entender por qué su madre se había vuelto a enamorar.
“Recuerdo que mi mamá me dijo: ‘tú ahora no los vas a entender, pero yo tengo derecho de rehacer mi vida. Soy una mujer joven y tu padre hizo su vida con otra’. No lo entendía en ese momento. Pienso que eran celos”, dice Maldonado.
“Recuerdo que cuando se casó no fui a la boda. Me fui a casa de una tía y regresé a las horas. Tenía que aceptarlo y así fue. Ahora veo todo desde otra perspectiva. En ese momento fui egoísta”, narra Maldonado, que según fue compartiendo con el esposo de su madre comenzó a desarrollar una relación de afecto y respeto.
Su progenitora y su esposo llevan más de 25 años de matrimonio y, en la actualidad, Maldonado no tiene ninguna queja de él. Realmente nunca la tuvo; reconoce que comprender la nueva relación amorosa de su madre fue un proceso que tomó tiempo. Precisa que cuando todos vivían juntos en una misma casa, “él nunca entró a mi cuarto sin autorización, me hablaba desde la puerta, porque siempre ha sido un hombre muy respetuoso”.
Mirta Ramos es otra de las mujeres que estableció una nueva relación sentimental en medio de la negación y rechazo de sus hijos adolescentes. De entrada admite que no ha sido una historia color de rosa y aunque ambos hijos desfilaron junto a ella el día de boda, la llegada de esta nueva pareja ha implicado ajustes familiares de parte de todos los miembros.

“Al principio hubo un rechazo de parte de mis dos hijos. Uno de ellos, el mayor, es universitario y decidió irse de la casa. Entendí su planteamiento, pero igual le dejé saber que tengo derecho a tener novio y ahora esposo. Eso sí, les dejé saber a mis dos hijos que mi esposo no venía a ocupar el espacio de su padre”, menciona Ramos, quien siempre ha tenido claro que su pareja es la que se tenía que integrar a la rutina de ella y sus hijos.
“Tu pareja no es el papá”
Precisamente, la psicóloga clínica Grisell Rodríguez enfatiza que uno de los graves problemas para introducir a esta nueva pareja al hogar es presentarlo como un “nuevo papá” y que éste quiera asumir un rol que no le corresponde.
De acuerdo a la profesional, muchas mujeres pecan de creer que su novio viene a ocupar el espacio del padre ausente.
“Lo primero que hay que entender es que los niños siempre albergan la posibilidad de una reconciliación entre mamá y papá. La mamá no puede imponer a esa pareja y tampoco le puede dar el rol del padre, porque el nuevo compañero no es el padre; es la pareja de mamá y punto. El niño no puede sentir que están usurpando ese espacio. Esto hay que dejarlo claro desde el primer día en que se conozcan”, afirma Rodríguez.
Igual, establece que cada caso es individual y no se puede pretender que los menores entiendan y aprueben la nueva relación de mamá de inmediato. Toma tiempo, se requiere de paciencia y tolerancia. Según su experiencia, los niños menores tienden acoplarse y aceptar a la nueva pareja con mayor prontitud que los hijos grandes.
“La idea es buscar afinidades entre el novio de mamá y el menor. El menor no puede sentirse como que esta persona viene a ocupar el espacio de papá. Se debe presentar como un amigo de mamá y mi sugerencia es que las mujeres deben estar seguras de que tienen una relación seria para poder integrar a esa pareja a la rutina de la familia”, señala la psicóloga.
Otra punto que destaca es que es la nueva pareja es quien debe acoplarse a la rutina de madre e hijo, y no puede llegar a establecer nuevas reglas y conceptos que trastoquen la relación maternal. Un ejemplo de ello es que si el niño tiene clases de música los sábados no se debe alterar porque mamá ahora va a salir con su novio.
De acuerdo a Rodríguez, es la madre la que continuará impartiendo la disciplina a sus hijos. Las reglas de convivencia las establece la pareja, pero siempre teniendo en cuenta que la responsabilidad del menor recae en los padres.
“Esto es un proceso que requiere de mucha paciencia. Los hijos crecen y alzan vuelo. Ninguna mujer debe privarse el derecho de restablecer una nueva relación amorosa por los hijos”, concluye la psicóloga clínica
– Damaris Hernández Mercado
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