Editorial: No perdamos la fe

Esta Nochebuena encuentra a los inmigrantes con el temor a una noche difícil que se avecina con los cambios políticos en nuestro país

La Navidad no se trata sólo de dar y recibir, sino de  reforzar los lazos familiares y sociales.

La Navidad no se trata sólo de dar y recibir, sino de reforzar los lazos familiares y sociales. Crédito: Thinkstock

El relato de Navidad es una historia muy parecida a la de los inmigrantes. Es una búsqueda ardua de albergue para quienes en ese momento son extraños en esa ciudad, que finalmente conduce al sitio más humilde, como lo puede ser una establo. Allí, entre las dificultades, es donde nació una esperanza para el mundo.

Esta Nochebuena encuentra a los inmigrantes con el temor a una noche difícil que se avecina con los cambios políticos en nuestro país. Nunca fue fácil el camino de quienes a lo largo del tiempo vinieron a buscar una vida mejor en esta tierra y aportar el sudor de su trabajo para enriquecerla.

Cada tanto tiempo el arribo de inmigrantes con un idioma distinto, con una religión diferente, de otras razas y grupos étnicos inquietó a los pobladores, quienes también descendieron de inmigrantes. Los recién llegados padecieron el temor, rencor y rechazo que se manifiesta a través del desprecio y la discriminación. Ellos pasaron momentos duros pero los alemanes, los irlandeses y los chinos -por mencionar algunos- lo fueron superando con solidaridad, tesón y fe.

Los inmigrantes mexicanos conocen esta historia muy bien por la relación histórica de Estados Unidos con su país. Son muchas las generaciones que vivieron los buenos tiempos en que su labor era apreciada y los malos cuando los políticos decidían deportarlos como animales, porque ya no eran necesarios.

Hoy lamentablemente hay demasiado de este pasado que todavía sigue en pie. Por suerte también hay mucho en el presente que ha cambiado como para no ver el futuro tan oscuro.

Los riesgos de deportación y separación familiar para muchos inmigrantes parece asomarse en el horizonte. La diferencia es que ahora hay un movimiento a nivel nacional para proteger a los indocumentados honestos y trabajadores. Esto se refleja en el resurgimiento de las ciudades santuarios.

Los inmigrantes se ganaron el aprecio en las ciudades y estados que los conocen por experiencia directa, y no a través de las anécdotas y los estereotipos odiosos.

Esta Nochebuena celebremos en familia y con amigos porque la esperanza no ha muerto ni agoniza.

Por el contrario, está más viva que nunca en la unidad y solidaridad de nuestra comunidad, en las organizaciones que hoy -como siempre- están firmes para defender a nuestra gente. Y en todas las personas de buena voluntad que le abren generosamente sus puertas al viajero, reconociendo su valor.

¡Feliz Navidad a todos!

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