Los tres hermanos Viramontes crecieron entre dulces mexicanos de mango y tamarindo a los que sus padres sazonaban con chile, limón y especias que vendían a loncheras y camiones de frutas.
La falta de documentos y los altos costos de las colegiaturas universitarias, los forzaron a trabajar en el negocio de sus padres, Dulces Colibrí cuando se graduaron de la secundaria.
Pero cuando en 2012 tuvieron la oportunidad de recibir el DACA, la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, que les otorgó un permiso de trabajo y canceló su deportación, la vida les dio un giro inesperado.

“Ya con un seguro social y una licencia de manejo, me aventé a solicitar créditos para comprar materia prima y maquinaria para el negocio“, dice Ignacio Viramontes de 29 años. “Por su condición indocumentada, mis padres tenían muchas limitaciones para hacer crecer la empresa“, cuenta.
También Uriel Viramontes, el hijo más chico de 21 años y Yasmín de 23 años solicitaron créditos para hacer crecer el negocio formado por los padres.
“Decidimos inscribir al pequeño negocio familiar Dulces Colibrí como la corporación UNITE para tener la posibilidad de tener varias etiquetas y productos en el mercado”, dice Ignacio, el mayor de los hermanos.



A raíz de que los tres hermanos decidieron meterse de lleno al negocio, empezaron a crecer. Y ni la llegada de Donald Trump, a la presidencia de Estados Unidos ni la posibilidad de que DACA pudiera ser cancelada, les preocupa. “Tenemos un plan a dos años para hacer prosperar la empresa y eso es lo único que en estos momentos ocupa nuestra atención. Si estamos bien financieramente, podremos pelear cualquier amenaza de deportación“, considera Ignacio Viramontes Jr. El permiso del trabajo de los hermanos se vence en 2019.
Sus padres indocumentados tuvieron que comenzar de cero cuando llegaron de Puebla con sus tres hijos hace más de 20 años.
“El hijo mayor Ignacio Jr. llegó a los 9 años a Los Ángeles, Uriel a los dos años, y Yasmín a los tres años”, dice Martha, su madre.
“Mi esposo Ignacio y mi hermana Silvia que también se vino con nosotros de Puebla se pusieron a trabajar. Y yo me quedé al cuidado de los tres niños, pero sentía que tenía que hacer algo para apoyar económicamente”, recuerda Martha Viramontes.



“Se me ocurrió ponerme a hacer dulces, galletas, cocadas, gomitas, dulces de leche y bolitas de tamarindo que había aprendido a hacerlos en Puebla. No va a creer, pero la primera vez se me vendieron todos“, narra.
De ahí nada paró a Martha. “A los seis u ocho meses, mi esposo y mi hermana se salieron de sus trabajos para apoyarme con la preparación y ventas de los dulces”, dice.
El nombre de Dulces Colibrí surgió a partir de que Uriel, el hijo menor, siempre estaba probando la miel. “Yo le gritaba, quítate de ahí, pareces colibrí. Así que cuando pensamos en un nombre para los dulces, dijimos Colibrí como le llamábamos a Uriel”, observa riendo la madre.



Los esposos comenzaron vendiendo sus dulces los fines de semana en loncheras y camiones de fruta y tiendas de Santa Ana.
Conforme el negocio se desarrollaba llegaron a tener hasta ocho empleados. “Es curioso pero todos eran ciudadanos cuando nosotros los patrones éramos indocumentados“, observa Martha Viramontes.
Ignacio Viramontes hijo dijo que él quería estudiar para ingeniero en software y fue aceptado en la Universidad de California en Davis. “Eso fue en 2005, como no teníamos dinero para pagar las colegiaturas, decidí mejor entrarle al negocio de mis padres e inscribirme en el Colegio Comunitario”, platica Ignacio Jr.



Se ha graduado de contabilidad, diseño gráfico y fotografía en el Colegio Comunitario Cerritos.
“Yo soy el encargado de la administración, marketing, la contabilidad del negocio y del diseño de las etiquetas”, dice.
“La verdad que DACA nos ha traído mucha tranquilidad a nuestras vidas“, reconoce.
Uriel trabaja con su padre en la preparación de las nuevas recetas. “Estamos experimentando y probando nuevos proyectos”, explica el menor de los hijos.



La especialidad de la casa son los mangos deshidratados con chile, los cuales empaquetan en bolsitas.
Yasmín al igual que Ignacio no estaban muy convencidos de entrar al negocio familiar. “Yo quería ser cosmetóloga pero cuando comencé a participar, me gustó mucho”, admite. Ahora es la encargada del empacado, órdenes y pedidos.
Tanto Martha como Ignacio Viramontes, los jefes de la familia, confiesan estar muy felices porque DACA ha permitido que su negocio crezca.
“Ya no vendemos en loncheras y tiendas, ahora es solo a mayoreo. Logramos entrar a Los Ángeles que era muy difícil. Ahora entregamos nuestros dulces a distribuidoras que se encargan de venderlos”, anota el padre.
“La clave para salir adelante ha sido DACA pero también el trabajo en familia, nunca darnos por vencidos y la calidad del producto“, completa Martha con una gran sonrisa.
Trump no les preocupa
La familia Viramontes dice que el nuevo presidente Donald Trump y sus planes de deportación no les preocupa.
“Tenemos que andar con más cuidado, nada más. Portarnos bien. Nosotros vamos a seguir trabajando con fe y ganas porque nuestro sueño es que nuestros dulces se vendan en todo el país“, dice el patriarca de la familia, Ignacio Viramontes.



Beneficiados de campaña
En respuesta a la política antiinmigrante de Trump, el abogado Eric Price realizó una campaña de renovación gratuita de DACA a los jóvenes Soñadores. Los hermanos Viramontes fueron uno de los beneficiarios y no tuvieron que pagar ni un dólar.
Como los hermanos Viramontes, otros 100 jóvenes Soñadores se beneficiaron de esta campaña.



“Ellos pueden hacer la renovación por sí mismos pero si un abogado de migración la puede revisar, es mucho mejor”, observó Price quien convocó a todos los muchachos que no hayan renovado su permiso DACA a que lo hagan cuanto antes.
Los tres hermanos Viramontes no descartan regresar a la universidad pero primero, dicen, quieren fortalecer el negocio de dulces mexicanos que sus padres iniciaron cuando vinieron a Estados Unidos en busca de una mejor vida.