Wilber Rubio y Scott Sparks se casaron en 2008 en Nueva York. Tres años después se mudaron a Long Beach, California, para formar una familia.
“Los dos siempre quisimos hijos y vimos todas las opciones. Pensamos que mi hermana nos cargaría al bebé, pensamos en inseminación artificial, en adopción internacional…”, dijo Rubio, de 33 años y de origen salvadoreño.
“Pero buscando las opciones nos dimos cuenta que habían muchos [niños sin hogar] aquí”.
La pareja decidió contactarse con el departamento de servicios para niños y familias (DCSF) para asesorarse. Rubio dijo que asistieron a varias clases para aprender acerca de la adopción y su proceso. Cuando se sintieron listos asistieron a su primera reunión donde conocerían a muchos niños en espera de familias.
“Era como una versión de speed dating [citas rápidas]”, recordó Sparks. “Conocimos como tres grupos de niños y después los vimos a ellos”, recordó emocionado al hablar de Giovanny, de 7 años; Génesis, de 6; y Ángel, de 3.
“Primero pensamos que solo eran dos porque el otro estaba corriendo por todos lados, pero después nos dijeron ‘son tres’ y yo pensé, ‘¡Ellos son!’”, señaló sonriente Sparks, de 44 años, y agregó que al verlos llenaron las expectativas que buscaban en la adopción.

Una vez que se decidieron por los tres hermanitos hablaron con la trabajadora social y se inició el proceso.
De acuerdo con las últimas estadísticas del DCSF, de febrero de 2017, se sabe que el departamento supervisa a cerca de 35,000 niños.
“Esto incluye a los niños que estamos tratando de reunificar con su familia, los niños que viven con sus padres a los que proporcionamos servicios de apoyo y los niños en hogares temporales”, dijo Amara Suarez, portavoz del DCSF.
“Más de la mitad de ellos viven con parientes. Los restantes se colocan en un hogar de crianza temporal o de grupo. Actualmente tenemos alrededor de 500 niños [en el condado de Los Ángeles] que necesitan un hogar adoptivo”, aseveró.
El proceso de adopción
Durante un mes, Rubio y Sparks visitaron a los niños en una casa en el Este de Los Ángeles donde vivían con una madre de crianza.
Cuando se aprobó su pedido les dieron a los niños primero para fungir como padres temporales de crianza. Si se adaptaban, entonces serían padres adoptivos.
Rubio y Sparks recuerdan que la transición de los pequeños fue un poco difícil puesto que los niños tenían un historial difícil y este se reflejaba en sus acciones y sus modales.
A ello se sumaba que su hogar no sería el tradicional de una madre y un padre, si no de dos padres.
Rubio recuerda que los niños no estaban acostumbrados a comer vegetales y sus alimentos favoritos eran “sándwiches de cheetos” y “hot dogs con tajín y limón”.
También, Giovanny por ser el mayor reflejaba emociones extremas. Estas iban desde un silencio total, a las lágrimas y pataletas por largos periodos de tiempo.
“Ya nos habían dicho en las clases que eso iba a pasar pero de oírlo a experimentarlo fue muy diferente”, dijo Rubio recordando esos primeros momentos.
La inclusión en las familias no tradicionales
Sparks dijo que desde el principio comenzaron a preparar a los niños para entender a su nueva familia.
Mediante cuentos que hablaban de dos padres hombres, o de dos patos adoptando a un gatito o la de los pingüinos machos que le dieron calor a un huevo hasta que el pequeño nació, la pareja demostraba a los niños que el amor venía de “muchas formas y tamaños”.



“Y un día mientras peinaba a Ángel, me quité el anillo y lo puse en el lavabo”, recordó Sparks.
Cuando el niño vio el aro, le preguntó de qué era a lo que Sparks contestó que era un anillo de matrimonio.
“¿Con quien estás casado?’, me preguntó [Angel] y le dije, ‘Con Wilber [Rubio]’. Él me contestó: ‘¡Ah!, creí que él era tu hermano’”, recordó Sparks diciendo que en ese momento los tres niños estaban escuchando y lo tomaron de manera normal.
Para no confundirse con sus dos padres, Ángel decidió que llamarían “dad” a Rubio y “daddy” a Sparks.
La pareja reconoce que rara vez han enfrentado discriminación o inconformidad por las personas que los ven en familia.
“Mis padres adoran a los niños porque son sus primeros nietos”, dijo Sparks, quien es uno de dos hijos.
La importancia de la inclusión
Por su parte Rubio encontró muy interesante la llegada de los niños para acercar a su propia familia.
Sus padres, quienes son evangélicos y conservadores, emigraron de El Salvador a Nueva York cuando él tenía 4 años y cuando cumplió la mayoría de edad, se enlistó en las Fuerzas Armadas.
Cuando se casó con Sparks la familia lo sabía pero no lo aceptaba abiertamente.



Un día su familia lo vino a visitar a California y camino a Las Vegas Rubio sintió la necesidad de hablar de sus planes puesto que ya estaba en el proceso de adopción.
“Le dije a mi papá, ‘Scott y yo queremos adoptar. ¿Esta bien si los niños le llaman abuelo?” Rubio le preguntó a su padre.
“Y hubo una gran pausa. Y después me dijo, ‘¡claro! no es culpa de ellos’, entonces ya con eso tuvimos suficiente”, recordó Rubio, quien tomó esa respuesta como una aceptación de su padre.
El salvadoreño contó que desde la llegada de los niños sus padres están contentos de ser abuelos, sobre todo su padre.
“Una vez los llevó a la iglesia y dijo que eran sus nietos”, dijo emocionado. “Y Giovanni hasta se parece a él un poco y eso le gusta más”.
Han pasado cuatro años desde la decisión de Rubio y su esposo. Ahora ellos conforman una familia con tres niños y tres mascotas.
La pareja recomienda que los interesados adopten, independientemente de su orientación sexual, y que no tengan miedo.
“Deben informarse, hablen con DCSF o con las agencias que participan en estos programas… Criar a un niño es bueno porque les ayuda a crear sus bases de familia”, dijo Rubio.
“Hay tanto apoyo y cuando te sientes solo ellos te dan todos los recursos. El DCSF te ayuda”.
Para saber más información acerca de la adopción y requisitos visita: http://www.fosterlakids.com/foster-adoption/