La falacia de la “inmigración en cadena” busca frenar el cambio demográfico

A diferencia de anteriores presidentes demócratas y republicanos, Trump presenta a la inmigración familiar como algo peligroso. Pero el verdadero objetivo es otro.

El presidente Trump ha asumido el lenguaje de grupos extremistas anti inmigrantes

El presidente Trump ha asumido el lenguaje de grupos extremistas anti inmigrantes  Crédito: Chris Kleponis - Pool/Getty Images

Casi tanto como la construcción del muro, el gobierno de Donald Trump quiere detener la “inmigración en cadena”, por peligrosa, por amenazante, según dice el presidente.

¿Qué es la inmigración en cadena y por qué amenaza?

Es, esencialmente, la inmigración familiar.

Un Tweet de Trump, escrito el 1 de noviembre del año pasado nos lo explica: “Hay que acabar con la inmigración en cadena, porque algunas personas vienen con toda su familia, que pueden ser muy malévolos. ESTO NO ES ACEPTABLE”!

En realidad, “inmigración en cadena”, es una forma maquiavélica de referirse a la inmigración familiar o “reunificación familiar”, un término y un concepto que deberían ser positivos para el partido republicano, que por años ha promovido la idea de los “valores familiares”, como exclusiva a su ideología.

La excusa es que la “migración en cadena” es nociva para el país, trae consigo un peligro a la seguridad y la economía. Permite, supuestamente, que un inmigrante traiga consigo, como atado a una pierna, a una larga lista de familiares que vienen a este país a abusar del sistema.

El gobierno de Donald J. Trump no sólo quiere construir un muro en la frontera y aumentar las deportaciones, sino que está librando una campaña cada vez más intensa e insistente para reducir la cantidad de inmigrantes -legales e indocumentados- que vienen al país.

Según una investigación de la agencia Reuters, la Administración de Trump ya ha tomado cartas en el asunto: la cantidad de visas familiares aprobadas en los primeros siete meses del 2017, los primeros del presidente Trump, fue un 25% MENOR que el año anterior.

De hecho, la cantidad de visas para hermanos de ciudadanos aprobadas en ese período bajó en 70% y la cantidad total de visas familiares autorizadas para familiares que la ley califica como “no inmediatos” (no hijos menores, o padres, o esposos) es la menor desde 2000.

El gobierno de Trump también está empujando una fuerte reducción en la inmigración legal y la eliminación de ciertas categorías familiares. Muchas visas para inmigrantes, en general, han sufrido retrasos, dijo Diane Rish, una directiva de la Asociación Nacional de Abogados de Inmigración (AILA).

Una ley presentada por dos republicanos, el RAISE Act, ha tenido “cero” éxito en el Congreso, y ahora Trump ve el cielo abierto en la negociación por el Dream Act a la que pretende añadir el peso de toda su agenda migratoria restrictiva.

“Cualquier ley sobre DACA debe asegurar la frontera con un muro”, dijo Trump a los medios al finalizar este jueves una reunión con líderes del Congreso sobre el Dream Act y otras medidas migratorias. “Cualquier ley debe acabar con la migración en cadena…la lotería de visas. Es algo peligroso”.

Esta semana quedó claro el enfoque de Trump, que aseguró que tenía “corazón” para los Dreamers, o jóvenes inmigrantes protegidos por DACA, cuya legalización es apoyada por la mayoría del país.

“Trump está usando como rehenes a los “dreamers” para aprobar el resto de su agenda migratoria”, dijo Raph Sonenshein, director del Instituto Pat Brown de Estudios Políticos en Los Angeles.

Esa agenda requiere un regreso en el tiempo de varias décadas.

Regreso a 1964 y más atrás

El gobierno de Donald J. Trump quiere regresar los Estados Unidos al tipo de ley de inmigración que existía antes de 1965 y en la que los lazos familiares no eran tan importantes como el país de origen.

Antes de la Ley de Inmigración y Nacionalidad de 1965, mejor conocida como el “Acta Hart-Celler”, Estados Unidos aceptaba la mayoría de sus inmigrantes en base al país de donde venían: el setenta por ciento de las visas legales de inmigración iban a países del norte de Europa: Inglaterra, Irlanda y Alemania.

En 1965, la nueva ley eliminó las preferencias para estos países y estableció un nuevo sistema: habría cuotas máximas para todos los países y se establecería un sistema migratorio que daría prioridad a los lazos familiares y a los conocimientos, pero no al lugar de origen.

Los que se opusieron al cambio alegaban que Estados Unidos era, y debía permanecer, un país principalmente europeo. Los que favorecían un cambio, liderados por el presidente John F. Kennedy, ahora fallecido y  su sucesor Lyndon B. Johnson, pensaban que el antiguo sistema era una vergüenza para el país en la era de los derechos civiles.

Todos los expertos confirman que fue esa ley la que abrió las puertas al cambio demográfico en los Estados Unidos y la inmigración familiar se convirtió en la herramienta que provocó la transformación del país en una nación racialmente más diversa, con fuerte inmigración de América Latina y del continente asiático.

Los críticos de este cambio están ahora inmersos en la Casa Blanca hasta el punto que Donald J. Trump y sus asesores usan los términos que antes sólo se usaban en los escritos de los extremistas anti inmigrantes.

Esta idea no se le ocurrió a Donald Trump. El término “inmigración en cadena” fue inventado por grupos anti inmigrantes, que quieren cambiar las leyes migratorias de este país a un sistema más parecido al existente antes de mitad del siglo veinte.

“Inmigración en cadena” fue un término popularizado por las organizaciones “Numers USA” y “FAIR“, organizaciones ligadas a la idea de que la ley de 1965 no sólo cambió la faz del país sino que creó una “explosión migratoria”, de países diferentes a los de antes.

Trump ve la inmigración familiar como algo negativo, aunque en su retórica, ese algo está vagamente relacionado a un “peligro terrorista” y a un problema económico, que por cierto, ha sido negado por numerosos estudios.

Desde la campaña, Trump presentaba la inmigración como algo negativo, algo que tenía que ver con la seguridad del país y un problema de trabajos”, dijo Sarah Pierce, analista del Migration Policy Institute en Washington. “Lo que él propone es un cambio radical que hasta ahora fue una idea extremista: reducir la inmigración legal, eliminar categorías familiares, enfocarse en inmigrantes “con  mérito”.

Para el principal asesor de Trump sobre inmigración, el extremista anti inmigrante Stephen Miller, para la autora Ann Coulter, y para los entusiastas de FAIR, Center for Immigration Studies y Numbers USA, se trata de algo mucho más esencial, tal y como lo explica Diane RISH, de AILA.

“Quieren reducir el número de inmigrantes, porque no les gustan los inmigrantes”, apuntó. “Y buena parte del plan es reducir la inmigración familiar porque por allí vienen los que lucen diferente a la idea que ellos tienen de Estados Unidos”.

En esta nota

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