Cuando la confianza es la mejor red social

Tras formar una extensa base de clientes durante años de trabajo, boricuas se ponen al frente de una boutique del pescado y marisco en Brooklyn

Joey y Francine Lugo, en Shipwreck Seafood Boutique en Clinton Hill./A. B. N.

Joey y Francine Lugo, en Shipwreck Seafood Boutique en Clinton Hill./A. B. N. Crédito: El Diario

Los medios sociales han dado alas a causas, informaciones, comentarios, personas y algunas empresas. Pero hay otra forma de ir tejiendo una red. La de siempre, la del boca a boca.

Esta última fue la manera en la que Joey Lugo, empezó a trabajar, junto con su esposa, Francine Lugo, para poner en marcha su negocio, una elegante pescadería, Shipwreck Seafood Boutique en el área de Clinton Hill y Bed Stuy en Brooklyn. Es la zona donde residen y conocen bien.

Ambos son descendientes de puertorriqueños y para este negocio Lugo convenció sin dificultad a otro puertorriqueño, Alex Ortiz, y al haitiano Pierre Mallebranche para que se unieran a él.

Según contaban a este diario hace unos días, mientras atendían a un constante flujo de clientes, tanto Lugo como Ortiz llevan más de una década en el negocio de la venta de pescado y marisco. Antes de abrir su pescadería a fines de enero de este año, trabajaban para otra en el barrio de Cobble Hill como comprador en el mercado de Hunts Points (que abastece de alimentos a buena parte de la ciudad) y manager de la tienda, respectivamente.

Lugo lleva más de 12 años yendo diariamente a este mercado a las 2.00 A.M  para negociar la compra del pescado que cree que se va a vender mejor cada día. “Cuando es fin de semana o hace bueno la gente compra pez espada o gambas para el grill, en el invierno vendemos mejor ingredientes de la bouillabaisse”, explica.

Cuando lo hacía para la otra pescadería compraba algo de más para él y empezó a vender junto con su esposa bandejas de pescado entre los vecinos del barrio. Desde su casa. “Quien antes viniera a por ello antes se lo llevaba”, explica ella. Empezaron a vender diciéndoselo a una persona.

Esa persona se lo dijo a otra. “Luego otra que trabajaba en una empresa se lo decía a sus compañeros de trabajo y teníamos 10 clientes más”, dice para contar cómo ese efecto multiplicador hizo que en siete años tuvieran a 300 personas a las que dos veces por semana mandaban mensajes de texto para decirles qué pescado tenían. No vendían a todas ellas, imposible, pero era su lista de seguidores.

“Lo hicimos durante siete años”, decía Francine del que llamaban Fish Club. “No Twitter, no Instagram, no Facebook”, insiste. A los vecinos se unieron los restaurantes de la zona.

Ese seguimiento de clientes que depositaron su confianza en ellos animó a Lugo a dar el salto. “El negocio se hizo muy grande, teníamos que abrir nuestra tienda”, razona Francine Lugo.

Su esposo comentó a su compañero Ortiz su deseo de abrir el negocio y le llevó a ver un local en el que había estado un restaurante indio. Ortiz no tuvo dudas y junto con Mallebranche (socio silencioso que no trabaja en la tienda) se pusieron manos a la obra en octubre de 2017.

Literalmente. Porque después del turno de trabajo de cada uno iban al local, una vez que aseguraron el alquiler, para acondicionarlo ellos mismos.

En apenas meses tenían a punto un local que entona con la gentrificación de un barrio en el que aún queda una amplia diversidad de vecinos. “Lo hicimos todo nosotros y compramos todos los materiales en la zona, todo es del barrio”, dice Lugo con satisfacción.

Ortiz recuerda que en su anterior trabajo nadie sabía de sus planes y admite que en una ciudad en la que conseguir licencias y tener todo en poco tiempo es difícil, “las estrellas estaban alineadas para que esto saliera”.

De izquierda a derecha, Alex Ortiz, James Lugo (sobrino del dueño) y Joey Lugo en Shipwreck Seafood Boutique./A. B. N.

Mientras, Francine Lugo hizo el plan de negocio de la empresa. Lugo, nacida en El Bronx, tiene su propio negocio como entrenadora personal pero antes trabajó durante años en una non profit de desarrollo económico asesorando a pequeños negocios.

Invirtieron $250,000. “Son los ahorros de todos, no hemos ido al banco”.

Y las estrellas parece que mantienen su alineación.

“Abrimos en invierno cuando la gente aún está pagando las facturas de fin de año pero aún así la clientela es fiel, cuando abrimos el primer día ya teníamos gente”, recuerda Ortiz.

En el momento de la entrevista se ha acabado el pez espada y apenas hay atún en el mostrador. “Compramos lo suficiente para el día. No queremos que sobre porque queremos que todo sea fresco. Calculamos de forma ajustada pero cada vez viene más gente”, dice Joey Lugo.

Esta buena marcha está haciendo pensar a Francine en hacer los necesarios ajustes en el plan de negocio. “Sabíamos que íbamos a tener que esperar a conseguir tener cierto tamaño antes de escalar y añadir personal, pero no sabíamos que iba a ser rápido, esperaba que unos seis meses”. Ahora ella y su amiga, Jowan Ortega, trabajan como voluntarias para que Ortiz, Lugo y James Lugo (que trabaja en la tienda) descansen un día.

“Cuando hicimos el plan pensábamos que podríamos tener ganancias en un año pero ahora creo que puede ser antes”, dice. No obstante dice que aprenden poco a poco porque no todo se puede planificar, “por ejemplo, nunca imaginé que la comida preparada fuera una parte tan importante del negocio”.

Y son muy conservadores en su forma de actuar, no dan un paso sin medirlo. Además su plan es dar calidad a un precio asequible e incluso han solicitado autorización para poder cobrar con EBT (cupones de comida).

De momento, el crédito no es algo que necesiten pese a su crecimiento. “Tenemos fondos operativos”, explica Lugo. No obstante, esta mujer afirma que el negocio necesitará acceso a financiación. Joey tiene planes de abrir más tiendas en el futuro en Brooklyn.

¿Les dió miedo poner los ahorros de toda su vida en ello? “Bueno, esto demuestra que somos una pareja equilibrada, yo cuestionaba todo y él no tenía dudas”, dice ella. Coinciden en que él tiene la visión y ella le pone la teoría al camino. “Ella sabe cómo dirigir lo mejor de mi y me motiva”.

Francine Lugo, Alex Ortiz, James Lugo, Joey Lugo y Jowan Ortega son el equipo en Shipwreck Seafood./A. B. N.

Cinco tips para una tienda

Francine Lugo, ha asesorada a pequeñas empresas durante años y tiene varios tips para quienes piensen en abrir una tienda.

  1. Necesitas conocer el vecindario, saber qué necesidades están cubiertas y si no puedes satisfacerlas (porque haya mucha competencia, por ejemplo) tienes que ir a otro vecindario.
  2. Hay que hacer un plan y mirar las finanzas. Los costos iniciales no son los únicos, hay que saber los costos a un año y a cinco de forma realista.
  3. La ciudad es complicada pero el Small Business Services (SBS) ayuda mucho, revisan los planes de negocios y dan otro tipo de ayuda.
  4. No importa cuánto se planifique, hay que estar preparado también para lo que no se sabe.
  5. Asegúrate de que te puedes pagar a tí mismo. La gente suele considerar el salario después de los costos y ese es un costo inicial. Debe estar desde el primer momento en el plan.

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