Editorial: La degradación del discurso político

Los insultos ya no son transgresores cuando hasta el mismo presidente los utiliza como una expresión común

Trump pide que Samantha Bee sea despedida como ocurrió con Roseanne Barr.

Trump pide que Samantha Bee sea despedida como ocurrió con Roseanne Barr.  Crédito: Getty Images

El nivel de la conversación pública sea derrumbado. El insulto y la denigración se incorporaron en la comunicación. Lo que antes se temía decir, hoy se expresa sin importar cuán ofensivo es. Y la condena a esa palabras está rodeada de atenuantes para tratar de hacerla más aceptable.

La última explosión se produjo a partir del tuit de la comediante Roseanne Barr quien comparó a la exasesora del expresidente Obama, Valere Jarret con un mono. Días después la comediante Samantha Bee insultó a Ivanka Trump, hija y asesora del presidente Donald Trump.

Los dos hechos son de un mal gusto totalmente inaceptable y punto. La discusión pública de liberales y conservadores de comparar para demostrar que uno es peor que el otro, suena más a una justificación, dependiendo del punto de vista político, que a una reprimenda.

Roseanne es una artista controversial desde hace mucho tiempo. La comparación de un afroamericano con un simio es uno de los insultos más racistas que se pueden hacer.

Es comprensible que la cadena ABC cancele su programa de TV. Si bien este era uno de sus más populares, seguramente la indignación popular por la magnitud del insulto iba sentirse en el retiro de anunciantes. El incidente le podía causar muchos problemas a Disney, propietaria de ABC.

Lo de Bee fue un insulto misógino fuera de todo contexto. Fue un exabrupto al aire cuyo único motivo fue ofender.

Había una época en que repetir malas palabras eran actos liberadores y transgresores en las rutinas de los comediantes. Luego pasó a ser una manera poco imaginativa para obtener reacciones de asombro, gestos cómplices o sonrisas baratas. En este último caso cae la expresión de Bee.

Los insultos ya no son transgresores cuando hasta el mismo mandatario los utiliza como una expresión común. Por ejemplo, cuando Trump habló de esos hijos de…que se arrodillan al tocarse el himno.

Al Presidente le toca una gran responsabilidad en la normalización del insulto personal como forma de comunicación. También con su actitud alentó a una nueva era en que la expresar el racismo parece aceptable.

La reacción del Presidente ante la expresión de Roseanne fue ignorar la ofensa grosera, para quejarse de que no se le pida perdón cuando se habla mal de él. Su ego fue más importante que el racismo.

Ese ejemplo es el que lleva a que hoy al recrudecimiento de las expresiones racistas. Está la protesta de Charlottsville, la hostilidad hacia los inmigrantes y los casos que llevan a una empresa como Starbucks a cerrar sus puertas temporalmente para entrenar a sus empleados sobre racismo.

No hay que responder con la misma moneda al discurso de la degradación. El que enloda quiere que todos enloden, ese es su terreno. Es importante mantener el discurso con ideas en vez de insultos.

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