Mujer pagó caro trabajar en EEUU, su empleador fue un fraude

Beatriz Magrassi vendió todo en México para poder comprar casa, muebles y un automóvil e iniciar su vida en Estados Unidos, pero todo salió mal

Beatriz Magrassi

Beatriz Magrassi Crédito: Sin Embargo

MÉXICO – En 2014, Beatriz Magrassi recibió una oferta de trabajo de parte de una empresa con domicilio en Estados Unidos. Tras evaluar el tipo de empleo, el salario y las oportunidades que eso podría generarle a ella y a sus dos hijas, decidió empezar con todos los trámites para partir de México.

No fue fácil: tramitar la visa, las entrevistas, buscar escuelas, casa, terminar el trato con la empresa le costó tiempo y esfuerzo. Todo quedó listo.

Pero cuando llegó el momento de presentarse en su nuevo empleo se encontró con una empresa declarada en quiebra desde un par de meses atrás. Por el tipo de visa con el que se fue, Beatriz estaba atada a su empleador pero sin sueldo alguno, lo que complicó todo: necesitaba el dinero para mantener a tres mujeres allá, pero no podía trabajar en alguna otra cosa porque violaría la Ley.

De parte de la empresa todo fue maltrato, jamás se asumió responsabilidad alguna.

Y en lo que respecta a las autoridades mexicanas, todo su actuar fue indiferente y giró alrededor de la ignorancia.

Beatriz es una mexicana que partió a Estados Unidos como parte del programa de visas de trabajo temporal que expide ese país. No bastó con que se cumpliera con cada uno de los requisitos exigidos ni con su perfil académico ni el de sus hijas. Como muchos de estos casos, ella fue víctima de fraude y maltrato, elementos recurrentes en este tipo de contratación.

La empresa le ofreció a Beatriz un empleo en el que ella tenía que trabajar con hispanos para que pudieran pagar impuestos y enseñarles cuáles son los beneficios de hacerlo independientemente de su estatus migratorio.

La Embajada de Estados Unidos revisó sus documentos de la licenciatura en Psicología con especialidad en Psicología organizacional clínica, de su maestría en Ciencias de la Educación y las cartas de sus anteriores empleadores.

“Mi trabajo sería poner un puente entre entender las diferencias que hay en el pensamiento latino, respecto al pago de impuestos, para que ellos entendieran que debían pagar impuestos en EEUU.
Para esto, tomé 11 cursos en línea para poder tener el conocimiento suficiente para las asesorías.
Mi trabajo era precisamente como consultora. Aunque ya había hecho consultoría en otras empresas y otras áreas, tenía que prepararme con el tema de los impuestos y después bajar toda la información para la empresa”, narra Beatriz en entrevista con SinEmbargo.

La mujer recibió todas las especificaciones del trabajo, el sueldo y las comisiones. Al mismo tiempo gestionó todo lo que implicaba una mudanza de un país a otro; sus dos hijas estudiaban en México y había que hacer la equivalencia. Aunado a eso, había que “aguantar” la revisión con lupa de la Embajada estadounidense.

LLEGAR A UN FRAUDE

“Cuando llegué a trabajar resulta que la empresa estaba declarada en banca rota. Sí, después de una decisión de mudanza, de sacar a mis hijas de la escuela y buscarles una en EU. El golpe económico fue tremendo”, recuerda Beatriz.

A casi cuatro años de distancia de lo ocurrido, comenta que el error fue que el gobierno de EU no revisó la oferta de trabajo y que la empresa estuviera en un perfecto esquema legal para ofrecer trabajo a un extranjera.

En cambio, a ella le revisaron toda su documentación, tanto la parte económica porque necesitaba cierta cantidad de dólares para vivir y para tener a sus hijas en la escuela. Todo lo revisaron con lupa, “pero no se tomaron la molestia de ver que la fuente de trabajo estuviera legalmente bien establecida”.
No solo fue toparse con una empresa en quiebra: Beatriz se enteró que la visa con la que ella llegó a EEU le daba todo el poder a su empleador sobre ella.

“Me encontré con una mentira. No había una empresa sólida, no había nada de lo que ellos habían prometido que yo iba a hacer como consultora […] Me dejaron en medio de la nada y con una gran sensación de abuso”, señala.

La madre profesionista comenzó a ser víctima de maltrato por parte de su empleador, el dueño de la empresa, quien con “actitudes agresivas” le asignó tareas como secretaria, aunque esas no las funciones para la que fue contratada.

Cuando su empleador cayó en cuenta de que Beatriz sólo podía trabajar para él porque así lo indicaba su visa, el nivel de maltrato comenzó a escalar a malas palabras, a denostar a los mexicanos y en específico su preparación.

“Me dijo que en EU, mi maestría de México era equivalente al kínder garden. Imagina el shock psicológico de cuando te dan una carta que te dice que eres una maravilla y que te quieren para trabajar en EU, a cuando llegas a trabajar y te encuentras con un patán que te dice que tu maestría es como tener el kínder terminado”, explica.

Beatriz cargaba con la responsabilidad de sus hijas. Pensaba en todos los pagos que le hizo al gobierno de EU, porque por cada niña tuvo que pagar una cantidad para que entraran al college y para sacar visa de estudiante.

Fue una inversión de mucho tiempo y mucho dinero, por el tema del tipo de cambio de peso a dólar.

“Mi dinero de toda una vida se hizo agua, pero con la promesa de que yo iba a tener un puesto que valía la pena. Pero el tener una oferta de trabajo en otro país, me hizo muy feliz, sobre todo como mujer y como madre que ha criado a sus hijas sola”, agrega.

SOBREVIVIR EN ESTADOS UNIDOS

Su empleador se convirtió en su peor pesadilla y ella optó por refugiarse en el consulado mexicano para denunciar el fraude, alertar que necesitaba trabajar en otra cosa, arreglar la situación de sus hijas porque ellas no tenían derecho a trabajar, sólo podían estudiar porque así lo estipula la visa.

Se encontró con un consulado mexicano falto de capacitación, de civilidad, de cultura de migración, “para ellos todos son inmigrantes y nos dicen: esto pasa. ¿Para qué quieren venir a EU?”.

Ante la desesperación de Beatriz, las autoridades mexicanas le respondieron con un “te hubieras fijado más”, que “hubiera leído bien”. Incluso se percató de que en el consulado no sabían qué era la visa T1.

“Puede ocurrir que no tengas documentos, pero la peor parte es encontrarte con un consulado lleno de hombres en donde sus respuestas son “regrésese a México”, sin pensar en que se trata de una víctima de un fraude”, sostiene.

“Uy, señora. Esto pasa muchísimo. Pero además sus hijas ya están grandes, pueden trabajar”, recuerda que le dijeron los funcionarios mexicanos.

“’Señora, aquí nadie se muere de hambre. Se necesitan muchas nanis. Sus hijas ya están bastante grandecitas, así que generar dinero nadie se lo impide. Ustedes pueden sobrevivir’, me dijeron todo eso a pesar de que me estaban orillando a la ilegalidad porque sólo podía trabajar para un empleador que hace mes y medio que me contrató y hace tres meses que está declarado en bancarrota”, agrega.

No hubo manera de detener la espiral de violencia. Beatriz necesitaba encontrar un abogado, regresar a México, vender sus muebles nuevos, sus carros, sacar a las niñas de la escuela. Todo eso sin poder buscar otro trabajo.

Beatriz pidió ayuda en las iglesias y a la gente que logró conocer en mes y medio para poder comer.

“Lo único que ocurrió con el tiempo, es que terminé vencida por el sistema. Terminé agotada y sin ninguna respuesta. No hay solución y parecería que la culpa es tuya por haber tomado la decisión de aceptar un trabajo en EU […] Yo no soy una persona a la que se le complique expresarse, pero me imagino las mujeres que están en una situación de violencia. No puedes trabajar, no puedes generar dinero y lo único que te contestan las autoridades es: ‘regrésese a su país’. Terminan teniendo un control absoluto de tu vida. De un día para otro no puedes producir ni un solo peso ni para comer y tienes dos hijas que tampoco pueden hacer nada”, cuenta.

Eran tres mujeres, con estudios, con estancia cien por ciento legal, pero sin derechos y su única opción era regresar a México.

El Consulado le negó asistencia legal y le recomendó uno que le cobraría 2 mil dólares cuando Beatriz no tenía dinero para lo básico, “¿De dónde iba yo a sacar ese dinero si no me pagaron ni un centavo? Si entre el pago de visas, el traslado, la venta de las cosas en México, la compra de cosas en EU. Yo estaba contra las cuerdas. El consulado no solo apoya la injusticia, sino que sólo tiene un canal de pensamiento en donde tú eres el culpable por haber aceptado un trabajo en EU”.

REGRESAR Y SALIR ADELANTE

Casi cuatro meses después, Beatriz logró regresar a sus hijas a México para que terminaran el ciclo escolar. Ella se quedó en EU, tuvo que rematar todos sus muebles, una camioneta que compró en 12 mil dólares y vendió en 4 mil, por la desesperación.

“Regresé a México con una mano atrás y otra adelante porque me quitaron mi derecho al trabajo desde febrero hasta diciembre que pude terminar de vender todo, cerrar todo, recoger los papeles de mis hijas. Regresé a México como si hubiera hecho algo muy malo. Incluso la familia y los amigos te dicen ‘para qué te fuiste’. Es como un castigo”, señala.

Se le fueron los ahorros de toda una vida y como mujer trabajadora, hasta antes de esa experiencia, su idea de sí misma es que era una mujer preparada y profesional que en México había hecho toda una historia. Pero al regresar con ese fracaso, se encontró con que tenía que empezar de cero.

Regresó con culpa porque arruinó mucha de la seguridad de sus hijas y ella pasó de ser una mamá ejemplo, a una que se hundía, que lloraba y que no sabía qué hacer.

Le pesó demasiado el comportamiento de las autoridades mexicanas, que no entienden la importancia de capacitarse para tratar a un trabajador víctima de fraude o abuso.

Beatriz registró todas las violaciones a sus derechos como mexicana y como trabajadora, pero tampoco ocurrió mucho: le abrieron un caso, le dieron un folio y por más seguimiento que le dio, no pasó más.

“Hay un terrible desconocimiento con respecto a los tipos de visa. En México sólo entienden la migración sin documentos y entonces no ven el problema desde una perspectiva de defensores del mexicano. No importa el estatus, la visa, el grado escolar, todos tenemos derecho a ser defendidos, a salir de esta espiral de violencia en la que caemos”.

A dos años de distancia, la hija mayor de Beatriz está becada al 100 por ciento en una Universidad de Oregon, estudiando la maestría en Psicología. La otra está estudiando la universidad en Barcelona.

La madre se enfocó en rehacer su vida y salir de todo este problema. La forma que encontró fue abrir una agencia de ayuda a mujeres mexicanas que migran a Estados Unidos y que son víctimas de cualquier tipo de violencia.

“Esta asociación la fundé en Texas, porque fueron las leyes que investigué y porque quiero darles lo que a mi me faltó: una orientación, un oído que las escuche, que haga esta contención que lamentablemente hasta hoy los consulados son incapaces de dar.

La organización se llama Women Living Abroad. La terminé de constituir legalmente en 2017, ya con el acta de inscripción”, cuenta.
Beatriz atiende vía telefónica los casos de violencia, que son más críticos cuando las mujeres mexicanas viven en otro país y no tienen documentos legales y no pueden ir a la policía ni aunque estén pasando por violencia física porque temen ser deportadas y separadas de sus hijos.

Trabaja de la mano con grupos de abogados y organizaciones de EU que tienen los fondos económicos para poder dar ayuda psicológica.

“Hacemos una contención, las escuchamos, las apoyamos para que sepan que no están solas y le damos las indicaciones y las vías de acceso a la justicia que puedan tener de primera mano. Con el tiempo queremos tener ya un lugar físico donde ellas puedan tener el apoyo presencial y en español.

Ya logramos que a una chica en Pitsburg se le otorgara la ciudadanía americana porque fue víctima de violencia por su esposo americano. Más que otra cosa fue darle a ella la energía para que luchara por ella y por su hija”, explica.

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