Gelacio Méndez, un orgulloso artista del telar oaxaqueño

Décadas después de emigrar, mantiene viva la tradición de la artesanía textil heredada por sus ancestros en Oaxaca, México

08/04/18 /LOS ANGELES/Oaxacan weaver Gelacio Mendez during Festival Guelaguetza ORO 2018 at Lincoln Park in Los Angeles.  (Aurelia Ventura/La Opinion)

08/04/18 /LOS ANGELES/Oaxacan weaver Gelacio Mendez during Festival Guelaguetza ORO 2018 at Lincoln Park in Los Angeles. (Aurelia Ventura/La Opinion) Crédito: Aurelia Ventura | Impremedia/La Opinion

Gelacio Méndez aprendió a tejer a los 11 años en su pueblo Santa Ana del Valle en Oaxaca, México. 50 años más tarde sigue tejiendo lana, solo que desde Los Ángeles, California donde ha vivido desde 1980.

“Cuando estoy tejiendo, revivo mi infancia y juventud. Me acuerdo de mis tíos, de mis papás y mis primos. Ellos me enseñaron a tejer. En el pueblo, todos eran muy buenos para este oficio”, dice Gelacio de 63 años de edad.

Este inmigrante mexicano, padre de cuatro hijos, llegó a Los Ángeles cuando tenía 25 años.

Su plan era venir a trabajar unos años, regresar y poner un negocio para vender sus tejidos. “Ya que llegué aquí, me gustó. Regresé a Oaxaca a los dos años, pero a los dos meses volví a Los Ángeles para quedarme definitivamente. En aquel entonces, la pasada en la frontera era fácil”, recuerda.

Gelacio Mendez durante el Festival de la Guelaguetza en 2018 en el parque Lincoln de Los Ángeles.  (Aurelia Ventura/La Opinion)

Al principio cuando llegó a Los Ángeles, dejó el oficio que había aprendido de niño y se concentró en empleos que le permitiera ganarse la vida. “Cuando abrieron la playa de Huatulco en Oaxaca, me ofrecieron agarrar una tienda, pero no tenía suficiente dinero, dejé ir la oportunidad”, dice.

“Mi mejor época como tejedor de lana fue en los 70s. El gobierno de México me invitaba con los gastos pagados a exponer mis trabajos en distintas partes del país. Me iba bien con mi trabajo como tejedor en Oaxaca, pero me ilusioné con venir a los Estados Unidos”, rememora.

En el año 2000, un amigo lo animó a retomar el oficio de sus ancestros. Solo que había que conseguir los materiales para el telar. “Yo te apoyo, me dijo mi amigo. La madera aquí la conseguí. Los otros materiales como el peine me los trajeron de Oaxaca. Un carpintero de mi pueblo que vive en Los Ángeles, hizo el telar. Cuando estuvo armado, me puse a trabajar”, dice.

Gelacio Méndez posa al lado de su telar en su departamento en Harbor City. (Araceli Martínez/La Opinión).
Gelacio Méndez posa al lado de su telar en su departamento en Harbor City. (Araceli Martínez/La Opinión).

¿No se le había olvidado el oficio?  “Lo que bien se aprende no se olvida”, dice sin dudarlo.

Cuenta que una de las mayores satisfacciones de su vida, es haber retomado su trabajo como tejedor de lana. “Me hace feliz. Me siento orgulloso de poder hacerlo”, confía.

Durante el día, Gelacio trabaja dando mantenimiento en una plaza comercial, pero al regresar por la tarde a su pequeño departamento, se pone a tejer en su telar, que tiene colocado en la sala. Alrededor del enorme telar de madera, hay carretes de hilo y tintes naturales.

“Tejo de todo: tapetes, bolsas, monederos”, dice mostrando algunos de sus coloridos y bellos trabajos.

Gelacio Méndez muestra algunas de las bolsas que teje en su telar. (Araceli Martínez/La Opinión).
Gelacio Méndez muestra algunas de las bolsas que teje en su telar. (Araceli Martínez/La Opinión).

Generalmente, los comercializa en las ferias que se organizan en el área de Los Ángeles.

“Si Dios me da vida, planeo jubilarme de mi trabajo en mantenimiento en tres años. Mi sueño es dedicarme  de tiempo completo al tejido de la lana”, comenta.

Aunque Gelacio comenzó a aprender el proceso del tejido de la lana a los 11 años, confiesa que no fue sino entre los 17 y 18 años, que logró hacer trabajos más profesionales como sarapes. “Trabajaba muy duro hasta por 12 horas diarias. Solo paraba para comer. Vendía mis productos en la ciudad de Oaxaca”, platica.

Las fotografías en lana son las piezas que más le gusta, y reconoce que también son las más difíciles. “Me lleva hasta un mes hacerlas. Piensa uno bastante para sacar los colores. Ya teniendo los colores, se me hace todo fácil”, dice.

Gelacio Méndez encuentra en la fabricación de sus tejidos de lana, una conexión con la cultura de sus ancestros. (Araceli Martínez/La Opinión).
Gelacio Méndez encuentra en la fabricación de sus tejidos de lana, una conexión con la cultura de sus ancestros. (Araceli Martínez/La Opinión).

“Es difícil teñir el hilo. Uno tiene que mezclar muchas cosas para sacar un color para una fotografía, antes de hacer el hilo. Ya cuando lo tiñes, lo secas y lo cardas”, precisa.

Dice que en la actualidad, no todos los jóvenes tejedores saben cómo hacer hilo. “Ahora ya hay hilo que se compra fabricado. Ya no es hecho a mano”, dice.

Recuerda que normalmente iban a otro pueblo en Oaxaca a comprar la lana a la plaza. “Nos vendían lana enredada en madejas. La teníamos que limpiar de las espinas y la basura que las ovejas agarran cuando van a pastorear. Lavábamos la lana, la poníamos a secar, la cardábamos para que se pusiera suave y empezar a trabajar. Mi mamá, mi papá, mis tíos, todo mundo trabajábamos en eso. Sí me gustó ser tejedor. Por eso sigo que me encanta. Representa la cultura de mi pueblo”, dice nostálgico.

Gelacio Méndez muestra algunos de sus trabajos recientes. (Araceli Martínez/La Opinión).
Gelacio Méndez muestra algunos de sus trabajos recientes. (Araceli Martínez/La Opinión).

El orgullo de ser hispano

“Yo me siento muy orgulloso de ser hispano. Nunca me he avergonzado de decirlo. Todo lo que sé y aprendí es gracias a mi pueblo y mi familia. Me siento orgulloso de ser mexicano y oaxaqueño”.

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