Saltó de un puente con su hija: Niña sobreviviente quiere romper con estigma del suicidio

Aunque aún se le quiebra la voz, la hispana de 37 años cree que debe contarle al mundo cómo la falta de atención a la depresión le marcó la vida desde que tenía tres años

Bertha Loaiza sobrevivió cuando tenía tres años a un salto de un puente de casi 75 metros (246 pies) de altura.

Bertha Loaiza sobrevivió cuando tenía tres años a un salto de un puente de casi 75 metros (246 pies) de altura. Crédito: Bertha Loaiza sobrevivió cuando tenía tres años a un salto de un puente de casi 75 metros (246 pies) de altura. | EFE

Desde que se enteró que su madre se arrojó de un puente con ella en brazos y murió, Bertha Loaiza comprendió que la depresión y el suicidio de una persona afecta también a su familia y por eso ahora se dedica a promover la salud mental entre los latinos en Estados Unidos.

Aunque aún se le quiebra un poco la voz, Loaiza, una hispana de 37 años, cree que debe contarle al mundo cómo la falta de atención a los signos de depresión le marcó la vida desde que tenía tres años.

Fue el 4 de agosto de 1985 cuando Angélica Gómez, la mamá de Loaiza, se lanzó al vacío desde el descomunal Puente de Coronado, en San Diego, California. La mujer de 24 años no hizo sola el salto de casi 75 metros (246 pies) para estrellarse contra el océano. En sus brazos llevaba a su hija.

Dos pescadores vieron la escena y trataron de salvarlas, aunque solo la pequeña respondió a los primeros auxilios. Eran las cinco de la tarde.

De ese momento no hay ni un solo destello en la memoria de Loaiza. No recuerda que fue llamada la “niña milagro” y que recibió cartas de apoyo de casi todo el país, en las que le deseaban una pronta recuperación.

Loaiza sufrió una fractura en la cadera y tuvo un problema en el ojo derecho, mientras su madre se llevó la peor parte. Los investigadores supusieron que el cuerpo de Gómez golpeó primero el océano y sirvió como escudo para su hija.

También se supo que la mujer estaba atravesando por una fuerte depresión, posiblemente causada por un divorcio.

Ninguno de estos detalles le fue revelado a Loaiza en su niñez, pues vivió una infancia y adolescencia rodeada del amor de sus abuelos maternos y de una tía. La presencia de su madre se sentía en las fotos que estaban por toda la casa.

“Yo crecí pensando que mi mamá había muerto en un accidente de carro (automóvil)”, asegura Loiza.

“Mi historia es un milagro y creo que ese milagro se puede repetir en muchas familias. Hay que buscar ayuda”, indica la ahora madre de dos hijos.

Cuando ella tenía 17 años, encontró una grabación con los reportes noticiosos del hecho.

“Hubo mucha confusión, coraje, también sentí culpabilidad; mi familia se disculpó y entendí que ese era el tiempo correcto para saberlo”, explica.

Los años siguientes no fueron fáciles. Loaiza necesitó de terapia para procesar el hecho y entender que la depresión es una enfermedad no tan fácil de ver.

“No es como el cáncer, que puedes diagnosticar qué tan severo es el problema; aquí puedes llegar al suicidio y nadie se dio cuenta”, afirma.

Diez años después de conocer su pasado, la californiana comenzó a pensar que su historia tenía un propósito: convertirse en defensora de la salud mental, especialmente entre los latinos.

Tabú entre hispanos

Loaiza sabe que, para los hispanos, el tema sigue siendo tabú. También conoce que hablar de problemas mentales está asociado con el estigma de la “locura”, algo que nadie quiere en su familia.

El proceso para poder explicarlo en público y darle aliento a otros le costó unos años más, pero el valor llegó y su labor comienza justo donde terminó la vida de su madre, en el Puente de Coronado.

La hispana se unió a la organización Coronado San Diego Collaborative for Suicide Prevention, y compartió su historia para impulsar la construcción de barreras en ese lugar.

Desde 1969, cuando se construyó el puente, más de 400 personas se han quitado la vida saltando al océano.

Según el Centro de Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), desde 1999 el nivel de suicidio ha incrementado un 30 % en todo el país.

En el aprendizaje, la latina cuenta con el apoyo de su esposo y sus hijos, de once y siete años, con quienes habló sobre el tema y cómo ella quería marcar la diferencia.

“Hay formas de hablarle a los niños e ir educándolos en este tema, porque necesitamos mucho en el campo de prevención de suicidio en adolescentes”, advierte.

La hispana quiso expandir su experiencia y se incorporó a la campaña “Encuentra qué decir”, de la organización Kaiser Permanente, donde Loaiza cuenta su historia en español.

El psiquiatra Luis Manuel Sandoval, también parte de la campaña, asegura que el mensaje de ella es muy importante, especialmente entre la comunidad inmigrante y entre los adolescentes.

El especialista recalca las estadísticas de los CDC, que aseguran que las adolescentes hispanas tienen más tendencia a pensar en suicidarse e intentar hacerlo que las anglosajonas.

El llamado de Loaiza es para borrar el estigma sobre las enfermedades mentales, promover la importancia de hablar sobre la depresión y el suicidio, y sobre cómo la búsqueda de ayuda puede salvar la vida en toda una familia.

“Espero que mi historia motive a los latinos a aprender sobre las señales de la depresión y el suicidio, y que sepan que hay ayuda”, afirma Loaiza.


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