¿Cuánto costó a México la “historia de amor” de Peña y “La Gaviota”?

No se sabrá: Ella no dejó rastro

Enrique Peña Nieto junto Angélica Rivera.

Enrique Peña Nieto junto Angélica Rivera.  Crédito: Hector Vivas/Getty Images

MÉXICO –  “Quiero agradecer a Angélica por haber sido mi compañera, esposa y amiga a lo largo de más de diez años, y por haber entregado su amor, tiempo y dedicación a nuestra familia. Hoy ha concluido legalmente nuestro matrimonio, deseo que le vaya bien siempre y que tenga éxito en todo lo que emprenda. Angélica, muchas gracias por todo”.

Con esas palabras, puestas en Instagram, el exPresidente Enrique Peña Nieto (2012-2018) dio por concluida la historia en el ámbito político de Angélica Rivera Hurtado, la actriz de televisión con la que en 2010 contrajo matrimonio. Así, con ese breve mensaje en la red social, bajó el telón de una puesta en escena que duró casi una década y de la cual, siempre hubo dos versiones. En la institucional, Cupido les asestó una flecha de la que ninguno pudo escapar en cuanto se conocieron en la campaña de los 300 compromisos cumplidos cuando él era Gobernador del Estado de México.

En la segunda, su unión fue resultado de un frío cálculo político, un arreglo para que en las revistas y la televisión se transmitiera un cuento de hadas en el que un hombre poderoso se enamora de una mujer poderosa. Ella se cobijaría con el poder. Él, debido a la popularidad de ella, tendría un Gobierno creíble y confiable.

“Si la segunda versión, la de casi todas las voces, fue cierta, el acuerdo no trajo los beneficios previstos. Y hoy, es la actriz la que puede hacer el recuento de los daños. El modelo en el que el político y la mujer famosa son felices para siempre no resistió, y ahora ella ve la pérdida de su popularidad que se manifestó desde la mitad del sexenio, con la explicación del asunto de la Casa Blanca”, expresó Alfredo Paredes Zamora, director de Capitol Consulting, una agencia de mercadotecnia política, con sede en Miami, California.

¿Qué ocurrió? En noviembre de 2014, cuando Enrique Peña Nieto llevaba apenas dos años en la Presidencia de la República, la revista ¡Hola! publicó un reportaje de Rivera Hurtado en una lujosa residencia. Luego, el equipo de Aristegui Noticias descubrió que la familia presidencial habitaba en esa mansión valuada en 86 millones de pesos, que estaba registrada a nombre de Ingeniería Inmobiliaria del Centro, de Juan Armando Hinojosa Cantú, un contratista millonario del Gobierno federal.

Fue ella quien salió a dar explicaciones en un video que colgó en el canal que tenía en YouTube. Pero entonces, del cuento se esfumaron las hadas. Tras el affair, la aprobación para el Presidente de la República se desplomó hacia 39 por ciento, -la calificación más reprobatoria de la Historia-, pero la popularidad de ella (de la que gozaba por sus protagónicos en los culebrones) llegó a 20 por ciento, según todas las encuestadoras.

El ex productor de Canal Once, Armando Cuspinera, calificó la alocución de Angélica Rivera como una exposición de molestia y desconcierto. “La gesticulación era de desafío, confusión, pero jamás de ánimo de poner en claro una crisis institucional. Era, al final, un discurso político que jamás le correspondió”, expuso.

El 25 de abril de 2015, el Gobierno retiró su imagen y biografía de la página oficial de Los Pinos. Meses después, su página web desapareció. Así, poco a poco, “La Gaviota” -el sobrenombre ganado por la telenovela “Destilando amor”- salió poco a poco de la escena pública.

“Ella es una actriz. No es un ente político. Ni tampoco fue una persona que tomara decisiones sobre las circunstancias que pudieran pesar con un cargo”, dijo de ella José Alberto Castro, “El Güero Castro”, el productor de Televisa quien fue su primer esposo y es el padre de sus tres hijas, en el programa “La Saga” de la periodista Adela Micha, transmitido por Internet, el 25 de febrero pasado. El mismo ex Presidente Peña Nieto reconoció como “uno de mis errores” permitir que fuera su esposa quien saliera a dar esa explicación.

Hoy, el destino de Angélica Rivera vuelve a ser incierto. Una vez confirmado el divorcio del Presidente, en marzo pasado, le dijo al programa “Suelta la Sopa” de Telemundo, que la captó en Miami a la salida de un restaurante, que estaba por volver a las telenovelas. A la par, en programas de espectáculos de Televisa (la casa para la que trabajó durante más de veinte años) se mencionó que estaba considerada para protagonizar a Catalina Creel (la mujer de Las Lomas, el barrio más lujoso de la CdMx, que porta un parche en el ojo) de “Cuna de Lobos”, transmitida en los 80. Se comentó, incluso, que el papel de protagonista dulce y buena ya no le venía bien.

Pero el pasado 3 de abril, la producción de la telenovela que se prepara en la televisora, informó que no sería ella quien personificaría a la icónica villana de villanas.

Como fuere, la mañana del 1 de diciembre de 2012, Angélica Rivera Hurtado se convirtió en la llamada Primera Dama de México. Lucía impecable. Nada parecía perturbarla. Ni siquiera el enfrentamiento entre opositores al Gobierno y las fuerzas del cuerpo de Granaderos de la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México (entonces del DF) y los elementos de la Policía Federal. Piedras pequeñas y grandes eran lanzadas desde la calle Eduardo Molina, donde se encuentra el Palacio Legislativo, hasta el Centro Histórico, donde está Palacio Nacional. Por la noche, el cuadro parecía una foto tras un bombardeo.

Angélica Rivera portaba un vestido gris plata, en encaje, manga larga y a la rodilla de la firma Dolce & Gabbana. Los tacones eran medios, color nude. La revista ¡Hola! dijo que la esposa del Presidente deslumbró al llegar a Palacio Nacional y la corresponsal de Vogue Italia, Molén Antolín, expuso: “Se veía espectacular … Llegó con un maquillaje que parece de aerógrafo”.

La expectativa la rodeaba. ¿Qué diseñadores elegiría para sus atuendos en el futuro? ¿Qué discursos públicos pronunciaría? ¿Qué estilo elegiría esta mujer tan conocida a través de la pantalla chica?

Para empezar, Angélica Rivera decidió no aparecer durante tres meses. Cuando por fin lo hizo -el 6 de marzo de 2013- tomó posesión del consejo consultivo del Sistema Nacional de Desarrollo Integral para la Familia (DIF, hoy incorporado a la Secretaría del Bienestar) y pronunció un discurso emocionado frente a los miembros del Gabinete federal, los Gobernadores de los estados y un grupo de actores, invitado por ella.

Al concluir, se tomó una selfie con las “primeras damas” de los estados. Dijo que recorrería el país para “escuchar, de viva voz, las preocupaciones y propuestas de la población”. Pero nada de lo dicho aquel mediodía ocurriría. En realidad, jamás presentó el plan de trabajo que le interesaba desarrollar al frente del DIF y no completó ni cien apariciones como “dama honoraria”, según un monitoreo de SinEmbargo en la página oficial del sistema.

Otras primeras damas, esposas de presidentes postulados por el Partido Revolucionario Institucional, dejaron para la historia su trabajo en el DIF como impronta de su vida pública. Eva Sámano (esposa de Adolfo López Mateos, 1958-1964) realizó un programa de capacitación de parteras en todo el país, Esther Zuno (esposa de Luis Echverría Álvarez, 1964-1970) impulsó las casas de cultura para artesanía, Carmen Romano (esposa de José López Portillo, 1970-1976) apoyó la danza nacional y autóctona.

Después, Paloma De la Madrid (esposa de Miguel de la Madrid, 1982-1988) y Cecilia Occelli (esposa de Carlos Salinas de Gortari, 1988-1994) impulsaron las cocinas comunitarias. Nilda Patricia de Zedillo (esposa de Ernesto Zedillo, 1994-2000) no mostró mucho interés y –como Angélica Rivera–, tampoco desarrolló un plan de trabajo.
Luego ocurrió la alternancia política. Martha Sahagún, esposa de Vicente Fox Quesada -el primer presidente que no fue postulado por el PRI en 71 años consecutivos-, no quiso usar la estructura del DIF para hacer trabajo de asistencia social y fundó su propia organización, “Vamos México”. Enseguida, Margarita Zavala (esposa de Felipe Calderón Hinojosa, 2006-2012) hizo un plan para la erradicación del consumo de drogas.

Angélica Rivera, esposa de Enrique Peña Nieto (2012-2018) no dejó esa huella.

LOS GASTOS

En cambio, su retrato se delineaba muy bien en las revistas sociales. Los programas de espectáculos eran los espacios que hablaban de ella. Las páginas de estilo del ¡Hola!, Quién y Vanidades mostraban sus gustos, ropa, viajes y en general, su estilo de vivir. Angélica Rivera Hurtado aparecía enfundada en vestidos de diseñador, una y otra vez. Iba a París, Roma, Miami o Los Ángeles.

Hoy, cuando su divorcio es un hecho y ya no hay nada que la vincule a la vida política del país, su perfil no se encuentra en los archivos de la Presidencia de la República. De sus gastos no hay facturas ni comprobantes con los que sea posible documentar su vida en la otrora Residencia Oficial de Los Pinos. Blindada por elementos del Estado Mayor Presidencial y apegada al argumento de que no era servidora pública, no dejó registro de sí misma.

“Impactantes” y “estilosas” como calificaba la revista ¡Hola! sus apariciones, ni siquiera están las facturas relacionadas con su maquillista, Alfonso Waithsman, quien el 8 de noviembre de 2014 mandó dos tweets que revelaron que iba en la comitiva presidencial en un viaje oficial a China. Avisaba: “Amigos me desconecto unos días de las redes sociales porque me voy a China q emocioooooooon nos vemos en una semana y documento los momentos”. En hilo, en el siguiente mensaje aparecía su selfie y decía: “China … allá vooooooooy”. Luego, las publicaciones fueron eliminadas.

En marzo de 2015, la revista Quién hizo la crónica del viaje de Angélica Rivera a la Gran Bretaña, en una visita de Estado, en la que acompañó al Presidente. En su página web describió el vestido con el que se presentó a cenar con la reina Isabel como “arriesgado y sofisticado”, al cual, según algunas páginas de modas lo cotizaban en tres mil 300 dólares (unos 50 mil pesos). Pese a la evidencia, la Presidencia de la República dejó asentado que los gastos en guardarropa de Rivera Hurtado eran “inexistentes”, o lo que es lo mismo, no había entregado comprobantes.

En los archivos del Portal de Obligaciones y Transparencia hay un único gasto relacionado con Angélica Rivera Hurtado: el de su viaje al Vaticano en 2014 para asistir a la ceremonia de canonización de Juan XXIII. El Estado Mayor Presidencial erogó $91,056 dólares con 46 centavos en cuidarla. Ella llevaba la representación oficial y fue acompañada de sus tres hijas.

Pero hubo otros periplos. Y sus costos quedaron bajo la incógnita. La hemeroteca hoy arroja cuando fue al Mundial de Brasil en 2014, donde presenció el partido de la Selección Nacional contra Croacia; cuando en julio de 2015 andaba de compras en Beverly Hills en Los Ángeles, California, con sus hijas, las hijas de Peña Nieto y amigas; o cuando fue a París, Francia, donde fue grabada mientras degustaba en el barrio latino. Siempre estaba el cuerpo de élite que era el Estado Mayor Presidencial.

EL DISCURSO DE LA CASA BLANCA

Cuando salió a explicar el escándalo de corrupción, conocido como “Casa Blanca”, su discurso se viralizó y fue publicado por medios internacionales. Pocas veces, la declaración de un personaje mexicano alcanzó tal nivel mediático. The New York Times abrió su sección América con el titular: “La Primera Dama de México venderá la mansión familiar. La ex actriz defendió el polémico acuerdo de propiedad”.

Hoy, se desconoce si la pieza que aún puede ser escuchada en YouTube fue de su autoría o si alguien la escribió o la asesoró. A varias solicitudes de información realizadas por SinEmbargo, la Oficina de la Presidencia respondió que no hay pruebas de que Angélica Rivera haya sido la redactora de la explicación; tampoco quedó registro si lo redactó con ayuda.

Este medio digital preguntó sobre el autor del discurso en el entendido que la explicación sobre la Casa Blanca entrañaba un alto nivel de interés público dado que se trataba de un episodio que ameritó una investigación especial sobre probable conflicto de interés y corrupción.

La respuesta siempre fue que Angélica Rivera Hurtado no era funcionaria pública y por ello no había rendido ninguna cuenta sobre su discurso en el interior de Los Pinos.

LOS DESPLANTES, EL RECHAZO … EL DIVORCIO

Desde 2015, Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera Hurtado empezaron a propinarse desplantes en público. Ficticia o no, la hechura de la pareja se había fracturado. Alfredo Paredes Zamora, el director general de Capitol Consulting y autor de un estudio sobre la pareja alfa (un retrato de este matrimonio), indicó que desde entonces, el lenguaje corporal dijo mucho más que cualquier mensaje ante el micrófono.

“Estos signos no eran nada despreciables. Más allá de la ruptura, significaba que todo el relato político planteado en una campaña había fracasado. México ya no resistía más telenovelas, ni más sueños, ni más mentiras”, dijo el especialista en imagen pública.

Durante la visita de los reyes de España a México, del 29 de junio al 1 de julio, en el museo de Guadalupe, en Zacatecas, Rivera Hurtado se molestó porque cuando iba a tomarle del brazo, él la olvidó. Segundos después Peña Nieto intentó darle la mano, pero ella lo rechazó sin ningún disimulo y bastante enojada, según su gesticulación. Lo dejó con el brazo extendido mientras lo recorría de pies a cabeza con la mirada.

El 12 de julio viajaron de nuevo juntos a Francia. En el itinerario, la celebración del Día Nacional de ese país era el motivo principal. “La Gaviota” apareció en un Benito Santos (diseñador mexicano) rojo y con los labios en carmín. Él, en traje oscuro. Después de saludar al entonces Presidente Francoise Hollande, ella intentó tomarlo del brazo; pero ocurrió lo mismo que en Zacatecas: él no lo permitió. Al retirarse del evento, él le extendió el brazo. Ella lo ignoró.

El jueves el ex Presidente le envió un mensaje público: “Angélica, muchas gracias por todo”.

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