En los momentos cuando Gabriela Simoni, más se preguntaba cómo iba a ganarse la vida, después de perder su trabajo y en pleno proceso de divorcio, sin casa y auto, una chispa se le cruzó por la mente y le trajo la idea de abrir la primera “matería”, un café especializado en la yerba mate, en Los Ángeles.
“Se me prendió la idea después de decirme a mí misma, si quería seguir de empleada o lanzarme como empleadora. ¿Por qué no, enseñarle a la comunidad lo qué es el mate? dije”.
Hace nueve meses, en Northridge, un vecindario al norte de Los Ángeles, Gabriela, una inmigrante argentina nacida en un pueblo llamado Melo en la provincia de Córdoba abrió la única cafetería en Estados Unidos, que vende mate exportado de Argentina.

El mate es una infusión hecha con la yerba mate que es muy popular en Sudamérica especialmente en Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil. Tiene sus orígenes entre los guaraníes, indigenas de los bosques lluviosos de Sudamérica que la usaban como bebida y moneda de cambio.
Se bebe en una pequeña taza con una especie de popote de metal llamado bombilla, que sirve como filtro. La taza tradicional en la que se toma es de cáscara de calabaza, pero también puede ser de metal, cerámica o plástico.
“Es una mezcla de té y café que te da mucha energía y tiene otras propiedades. Es lo primero que tomamos al despertar por la mañana. Pero se puede beber a cualquier hora del día, aunque no se recomienda muy tarde porque te puede quitar el sueño”, explica Gabriela.
Decidió llamarle a su cafetería “Mate Conmigo”, porque su intención es que los clientes al entrar se sientan acogidos como cuando llegan a su casa.



“Me gusta que se sientan como que se toman el mate conmigo. Cuando un cliente entra, yo le explico que es el mate y cómo se bebe. Y después les digo, y también tengo café”, cuenta sonriente.
Gabriela pensó en un negocio especializado en el mate porque es la bebida tradicional de Argentina, con la que ella creció y porque quiere que más gente la conozca en Los Ángeles.
De 46 años de edad, emigró cuando tenía 24 años a los Estados Unidos trayendo con ella a Juan, su pequeño hijo de casi tres años. En Los Ángeles, se reunió con el padre de su hijo y tuvieron un segundo hijo, Tomás. En la actualidad, su hijo mayor Juan de 25 años, estudia arquitectura en la Universidad Católica de Córdoba, Argentina, y Tomás de 18 años va al Colegio Comunitario de Santa Mónica.
“Cuando me divorcié, mis padres esperaban que yo regresara a Córdoba. Pero decidí quedarme y me lancé al reto de abrir Mate Conmigo”, dice.






Antes había trabajado como anfitriona en un restaurante de comida argentina, en una constructora y en la oficina de un médico.
Pero reconoce que hace tres años cuando se separó del padre de sus hijos, la preocupó un poco no saber cómo iba a ganarse la vida. “Sobre todo porque siempre había tenido empleos en los que no ganaba mucho”, explica. Sin embargo, platica que nunca sintió miedo de emprender. “Crecí en el pequeño supermercado que mis padres heredaron del abuelo, y los ví trabajar día y noche sin descanso. Así que el espíritu por los negocios lo llevo en la sangre”, asegura.
Escogió la esquina de las calles Roscoe y Tampa en Northridge para instalar “Mate Conmigo” porque dice que las rentas ahí son más accesibles para alguien que va comenzando un negocio. “Me dicen, por qué no lo pusiste en Los Félix u otro lugar más céntrico, pues porque no tengo el capital y tenía que empezar por algo”, dice.
Cuando le platicó a su padre, éste ofreció apoyarla con algo de dinero para la apertura.
“Me tomó nueve meses arreglar el local y abrirlo al público. Muy nerviosa, lo abrí el 7 de agosto del año pasado, el mismo mes que un 30 de agosto de 1949, mi abuelo Teotimo abrió el supermercado en Melo, Argentina que ahora manejan mis padres Alberto y Emilia Simoni”, dice emocionada









Gabriela abre el negocio los siete días de la semana. De lunes a viernes de las 6:30 de la mañana hasta las 7 de la tarde; y los fines de semana de 8:00 de la mañana a 6 de la tarde.
“No puedo decir que ha sido fácil, ha habido lágrimas y cuido cada centavo que me entra. Todavía no tengo ganancias, pero si puedo decir que he ganado mucho en lo emocional”, dice.
Explica que su mayor pago es cuando un cliente regresa por la calidad y el buen servicio; o cuando alguien de manera espontánea le hace un buen comentario en el sitio Yelp.
“Me gusta que disfruten el mate, que se sientan cómodos y ver la diversidad de mis clientes. Vienen desde jovencitos hasta gente de más de 70 años de todas las razas”, dice feliz.
Además del mate caliente o frío, Gabriela ofrece a sus clientes las tradicionales empanadas argentinas, pastelillos y panes dulces típicos de Argentina, sandwiches y también café regular y chocolate.
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El sueño de esta inmigrante de carácter genuino y muy amigable, es abrir otros “Mate Conmigo” en Los Ángeles.
“Lo que nos hace únicos es que en ninguno otro lugar en Estados Unidos, hay una cafetería con el mate original de Argentina y menos servido por una argentina”, dice.
A nueve meses de abrir su cafetería, prácticamente de cero, Gabriela dice que trabaja todo pulmón día a día. “Por mucho tiempo mi autoestima estuvo muy baja, entre otras cosas porque no tengo un título universitario. Pero desde 2013, cuando me hice residente legal, la tarjeta verde abrió el camino para que yo me sintiera liberada y me fuera empoderando. Hoy siento que no tengo nada que probarle a nadie”, dice orgullosa.