Aceite y miel de marihuana, el negocio clandestino que deja millones y prolifera en California

Como el estado no ha expedido licencias para extraer aceite de marihuana, cualquier laboratorio que se dedique a ello lo hace fuera de la ley.

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Tanques con equipo sofisticado para extraer aceite de cannabis, encontrados en un laboratorio clandestino ubicado en una bodega en Lemon Grove, cerca de San Diego, California. Crédito: Agencia Antidrogas (DEA)/EFE

SAN DIEGO- Los extractos de marihuana conocidos como aceite y miel de cannabis tienen un valor en el mercado negro estadounidense cuatro veces superior al de las metanfetaminas, se ha convertido en negocio practicado por jóvenes que aprenden cómo fabricar droga en internet hasta cárteles de droga con sofisticados laboratorio.

Uno de los principales centros de producción de estos extractos de marihuana que tanto éxito están teniendo en el país es el condado de San Diego, California, donde se elaboró el 65% de los concentrados de esta hierba encontrados en Estados Unidos durante el año 2016, según estadísticas de la Agencia Antidrogas (DEA).

Ese año se aprobó legalizar a partir de 2018 el consumo de marihuana en California y Christina Eastman, de la fiscalía del condado de San Diego, explica que, como el estado no ha expedido licencias para extraer aceite de cannabis, cualquier laboratorio que se dedique a ello lo hace fuera de la ley.

“El deseo por los concentrados de marihuana es lo que impulsa la demanda y el evadir impuestos por parte de los fabricantes es lo que lo convierte en un negocio clandestino”, explica un agente del Grupo Especial Antinarcóticos de la DEA en San Diego.

Sin embargo, la agencia no solo advierte de la popularidad de esta modalidad de cannabis en el mercado negro sino del peligro para la seguridad pública que suponen.

La proliferación de laboratorios clandestinos para extraer los activos de la marihuana, identificados por su sigla en inglés THC y BHO, ya provocaron dos explosiones en las que dos personas resultaron heridas en lo que va de año en este condado del sur de California.

Estos sucesos se producen debido a la volatilidad del butano y el etanol, utilizados como solventes para extraer el aceite de las semillas de marihuana y que pueden provocar explosiones o incendios con la presencia de una sola chispa.

En el primer semestre de 2019 las autoridades descubrieron 19 laboratorios clandestinos en la región y Steve Woodland, agente especial de la DEA, detalla que en 2018 se encontraron un total de 28, por lo que, de continuar la tendencia, este año podría cerrar con un incremento del 35% en comparación con el anterior.

En los últimos años, los laboratorios de extracción de aceite y miel de cannabis han pasado de sitios improvisados con material tan básico como recipientes de uso común en las cocinas y tubos de vidrio, metal o plástico a complejos equipamientos industriales cuyo valor supera el medio millón de dólares.

“Hay organizaciones criminales involucradas en estos laboratorios”, explica Woodland.

Según estimaciones de la DEA, el gramo de aceite o miel de marihuana se cotiza entre 50 y 80 dólares en el condado de San Diego, un precio muy por encima de otras drogas de gran demanda como la metanfetamina, cuyo gramo tiene un valor de 20 dólares en el mercado negro.

Tanto es así que en un laboratorio localizado el pasado 23 de mayo en una bodega se determinó que el equipo descubierto tenía un valor de dos millones de dólares y la mercancía terminada superaba los seis millones.

“El mercado negro está aumentado igual que el mercado normal. Entonces, tenemos personas involucradas en esto que quieren aumentar sus ganancias”, añade Paul Hedquist, agente especial de la DEA.

La razón por la que el estado de California aún no expide licencias para regular laboratorios para extracción de aceite de cannabis es porque se trata de una industria relativamente nueva y aún no se han legislado reglamentos ni expedido leyes secundarias que contemplen la producción de estos concentrados.

Christina Eastman, fiscal adjunta a la Fiscalía del Condado de San Diego, detalla que una persona encontrada operando o a cargo de uno de estos laboratorios clandestinos puede recibir una condena de tres a siete años de prisión.

No obstante, si existen agravantes como la presencia de menores o adultos mayores en el inmueble, explosiones o personas heridas, la condena puede ser mayor.

En el caso de San Diego, la mayoría de estos laboratorios se ubican en zonas residenciales y, aunque hasta el momento, no se han registrado víctimas colaterales, las autoridades dicen que no esperarán a que esto ocurra para advertir de los riesgos que representan estos sitios a la comunidad.


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