Abróchense los cinturones, el horizonte económico llega con baches

La guerra comercial, que gana en intensidad, ha disparado la incertidumbre que ya sufrían las empresas

El presidente francés Emmanuel Macron durante una sesión de trabajo del G7, que se celebra en Biarritz, Francia. La silla vacía corresponde al presidente Donald Trump.

El presidente francés Emmanuel Macron durante una sesión de trabajo del G7, que se celebra en Biarritz, Francia. La silla vacía corresponde al presidente Donald Trump. Crédito: EFE

Cuando este fin de semana los periodistas que cubren la reunión del G7 en Francia preguntaron a Donald Trump si tenía dudas sobre la escalada de la confrontación comercial con China, el presidente de EEUU asintió.

Horas después, la Casa Blanca aclaró que no se dudaba del cómo pero del cuánto. “El presidente Trump respondió con una afirmación porque lo que lamenta es no haber subido más los aranceles”.

Es posible que en el espacio de tiempo que media entre la última edición de esta nota y su publicación en papel o internet se hayan producido más comentarios, declaraciones, aclaraciones, retracciones o amenazas de más acciones. Pero de momento, los economistas ya han hecho las cuentas de lo que va a costar el aumento de las hostilidades entre las dos potencias económicas el viernes.

Y es momento para que los ciudadanos se abrochen los cinturones porque llegan curvas y los baches que ya se ven pueden convertirse en cuestas que toque bajar.

El viernes China anunció represalias arancelarias sobre productos exportados desde EEUU por valor de $75,000 millones. Trump contestó con la orden de que las empresas establecidas en China y que produjeran en este país de retirarse del país y para redoblar, anunció una subida del 5% más en los impuestos a las exportaciones de productos desde este país.

EEUU incrementará del 25% al 30% los impuestos a la importación (porque los aranceles son un gravamen) a productos de China por valor de $250,000 millones el 1 de octubre. Y los que iban a subir al 10% en productos que cuestan $300,000 millones a partir de septiembre y diciembre lo harán al 15%.

El secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, dijo el domingo que Trump “está tan determinado como siempre”.

Desde la Federación Nacional de Comerciantes, se explicó el viernes que es imposible para los negocios “planificar para el futuro en este ambiente. La estrategia de la Administración claramente no está funcionando y la respuesta a no es más impuestos para los consumidores y negocios americanos. ¿Dónde acaba esto?”.

Buena parte de los economistas creen que esto puede acabar en una recesión

De momento se ajustan a la baja las previsiones de crecimiento en todos los departamentos económicos de bancos, empresas, organizaciones internacionales y agencias como la Reserva Federal.

El economista jefe de Oxford Economics, Gregory Daco, calculaba este fin de semana que dada la magnitud de los nuevos aranceles el crecimiento del PIB se puede resentir hasta en un 0.5% el año que viene.

“La combinación de efectos directos e indirectos de estos aranceles reducirá la previsión de crecimiento de 2020 hasta el 1.5%. Creemos que la Reserva Federal recortará tasas dos veces un cuarto de punto cada vez en 2019”.

Recesión o no, el ciclo económico de crecimiento se está acabando. El economista y ex secretario del Tesoro Larry Summers habla de estancamiento como la nueva, y deprimente, nueva realidad.

¿Cuáles son las señales de alarma?

El jueves 29 de agosto se conocerá la segunda estimación de la evolución del PIB del país pero en la primera lectura se detectó una fuerte rebaja de la inversión empresarial. El crecimiento del PIB en el segundo trimestre fue del 2.1% frente al 3.1% del primero.

Los consumidores que siguen disfrutando de un mercado laboral con bajo desempleo y tienen tasas de interés bajas para seguir gastado e invirtiendo mantuvieron el motor de la economía pero las empresas no dejaron de presionar el freno.

La inversión de las empresas se desplomó un 5.5%.

Pero si las empresas ahorraron mucho dinero con las rebajas fiscales ¿Por qué no invierten?

Los empresarios siempre agradecen rebajas fiscales y recortes de tasas. Todo eso está ahí pero hay muchas incertidumbres en el mercado debido a los múltiples frentes de la guerra comercial y los efectos que para el consumo puedan finalmente tener los aranceles.

Las empresas operan e invierten porque hay demanda para su oferta, no invierten porque puedan y con ello tener capacidad sin usar (que cuesta dinero) sino porque tenga sentido hacerlo.

Buena parte de los ahorros fiscales se destinaron a recompra de acciones en los mercados lo que elevó el precio de las acciones, temporal pero llamativamente los valores de los índices y las ilusiones de que los recortes fiscales funcionaron.

A la vista de lo que está ocurriendo, el estímulo fiscal ha tenido un recorrido corto.

A nivel global hay una desaceleración que afecta a EEUU. Pero también la incertidumbre es mayor por el impacto del Brexit, la crisis comercial y unas amenazas a las que se añaden represalias que hacen repensar a os empresarios las inversiones porque no se saben si tendrán mercado y a qué precio.

A las empresas les interesan los mercados, locales, nacionales e internacionales fuertes. Si al precio de sus productos se añade el impuesto al consumo que son los aranceles se enfriará la demanda por parte de los consumidores.

¿Va a llegar a los consumidores?

Es lo previsible. JP Morgan calculaba que los aranceles cuesten a los hogares $1,000. Sin inversiones y con las dudas sobre la demanda global primero y nacional después, las necesidades de contratar o mantener plantillas se reevaluará.

En la NPR Summers dijo que como consecuencia de la guerra comercial con China  los trabajadores americanos perderán sus empleos, recibirán menos ingresos y la confrontación con China “va a requerir que gastemos más en el ejército, perjudicará nuestra seguridad nacional y dará poder a China”.

Hasta ahora la creación de empleo se mantiene pero se ha desacelerado en cierta medida (también porque hay más oferta de empleo que demanda), pero las mejoras salariales han sido decepcionantes y el consumo está, en muy buena medida apoyado en el crédito. El nivel de refinanciaciones de hogares (con el que se obtiene liquidez para otros gastos) está en el nivel más alto desde hace dos años.

¿Qué se puede hacer?

El dilema es grande. Normalmente en época de bonanza económica los gobiernos mejoran sus cuentas endeudándose menos, reduciendo sus déficits o incluso (esto es algo que ocurría en el pasado) buscando superávits presupuestario.

Y la Reserva Federal sube tasas de interés para gestionar el aumento de la inflación que suele llegar de la mano del crecimiento y el bajo desempleo.

Pero esto no ha ocurrido. El déficit presupuestario superará el billón de dólares (one trillion en inglés) en 2020, el año de las presidenciales. Los gastos no se han rebajado pero los ingresos si tras la reforma fiscal. En poco más de cuatro meses Y la Fed está rebajando el precio del dinero mientras hay crecimiento aunque sin inflación.

Eso complica el tratamiento que se dispensa en crisis de demanda, la sustitución por la del Estado: keynesianismo. Los recursos para intervenir con gasto público y animar el consumo con bajos intereses no tiene mucho margen.

Las incertidumbres creadas con la guerra comercial no pueden llegar en peor momento.

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