La nueva cara del desamparo: profesionales que viven en sus autos

Por lo menos 15 estacionamientos son prestados por organizaciones de fe, la ciudad y el condado de Los Ángeles para que personas en su vehículo puedan pasar la noche.

Ángel Luis y Daniel descansan un rato en su vehículo en el que viven y utilizan como fuente de empleo.  (Aurelia Ventura/La Opinión)

Ángel Luis y Daniel descansan un rato en su vehículo en el que viven y utilizan como fuente de empleo. (Aurelia Ventura/La Opinión) Crédito: Aurelia Ventura | Impremedia/La Opinión

Ángel Luis Acosta había hecho todo lo que sus padres le dijeron que necesitaba para alcanzar el sueño americano: fue a la universidad, hizo cuatro maestrías y consiguió un trabajo muy bien pagado que le permitía rentar un amplio departamento en el oeste de Los Ángeles. Para lo que nunca se preparó, es para quedarse sin un hogar a los 50 años de edad.

Ángel Luis y su pareja Daniel Acosta llevan casi cinco meses durmiendo en su automóvil.

La organización Safe Parking LA , cuya misión es lograr que las personas sin hogar que viven en sus automóviles tengan un estacionamiento donde pernoctar con seguridad, estima que en el condado de Los Ángeles, hay 15,700 personas que pasan la noche en sus vehículos.

Ángel Luis Acosta con su compañero Daniel Acosta encontraron refugio en un estacionamiento de la sinagoga IRKA. (Aurelia Ventura/La Opinión)

A principios de Abril, Ángel Luis perdió el apartamento en el que vivió por 20 años; y desde entonces, él y su pareja Daniel duermen en su vehículo que estacionan todas las noches en un lugar proporcionado por la organización comunitaria y sinagoga IKAR en colaboración con el programa Safe Parking.

El infortunio apareció en su vida cuando en 2016, Ángel Luis, el principal proveedor de su hogar, perdió su empleo. “Yo era director de información para una compañía de abogados. Cuando me despidieron tenía bastante dinero ahorrado para mantenernos hasta abril de este año. Pero los ahorros y el desempleo se acabaron, sin que pudiera encontrar una ocupación”, cuenta.

Hizo todo lo que estaba en sus manos por sostener su hogar, pero ya no pudo con la renta mensual de 2,250 dólares.

“El casero se portó muy bien. Nos dejó estar ahí sin pagar renta por seis meses hasta que no podíamos posponer más lo inevitable. Vendimos lo que pudimos, empacamos, rentamos un almacén para guardar lo poco que nos quedó y nos salimos a la calle con nuestros perritos”, agrega.

Ángel Luis ha batallado mucho para encontrar empleo. En muchos lugares, le dicen que tiene mucha experiencia o que no cuenta con la suficiente.

Así que él y su compañero empezaron a ganar dinero como conductores de la compañía Uber, pero cuando ya no pudieron pagar por la renovación de las placas y el registro de su auto, dejaron de ofrecer el servicio de transporte compartido. “Ahora solo entregamos comida a domicilio”, precisa.

Ángel Luis Acosta y Daniel Acosta tienen un par de perritos que viven con ellos en su auto. (Aurelia Ventura/La Opinión)Los primeros días dormían en su vehículo en el mismo vecindario donde estaba el apartamento que rentaron por mucho tiempo.

“Los vecinos nos apoyaron mucho, pero hubo un momento en que decidimos que teníamos que movernos de ahí”, expresa.

Una vez en la calle sin un techo sobre sus hombros, empezó la lucha por sobrevivir.

Al principio, juntaban latas vacías en la calle para ganarse unos cuantos dólares. Daniel entregaba comida en su bicicleta, pero con tan mala suerte que se la robaron.

Luis Ángel nació en la ciudad de Torrence al sur de Los Ángeles. Es hijo de padre puertorriqueño y madre mexicana. “Mami y papi nos han ayudado lo más que han podido, pero son pobres y no pueden estarnos manteniendo”, comenta.

Acostumbrarse a la calle, después de prácticamente haberlo tenido todo, no ha sido fácil.

“Yo ganaba 180,000 dólares al año. Trabajaba desde las cuatro de la mañana y viajaba mucho. No puedo decir que teníamos una vida extravagante, pero era una buena vida”, sostiene.

Han tratado de buscar ayuda en diferentes organizaciones y entidades de gobierno. “Desafortunadamente dan prioridad a quienes acaban de salir de la cárcel o son drogadictos. Si eres una persona que no tiene problemas de salud mental, no eres adicto o no acabas de salir de prisión, tienes que esperar de dos a cinco años”, dice.

Ángel Luis y Daniel hasta hace unos meses todavía tenían un hogar. (Aurelia Ventura/La Opinión)

Un lugar seguro donde dormir

En junio, encontraron un estacionamiento en el oeste de Los Ángeles donde estacionar su carro y dormir seguros.

El estacionamiento de la organización comunitaria y sinagoga IKAR les ofrece servicio de Internet. Una vez a la semana les sirven comida caliente. Además les pagan la membresía a un gimnasio para que puedan ir diario a darse una regaderazo.

Cuentan con un baño y lavamanos portátil. El programa Safe Parking paga un vigilante todas las noches.

Ángel Luis y Daniel han encontrado una comunidad de apoyo entre las personas sin hogar que acuden cada noche a dormir en sus autos.

“Platicamos, nos ayudamos y compartimos los recursos que vamos encontrando mientras buscamos un techo. Hay familias sin hogar que tienen niños con necesidades especiales; y otros que viven hasta con los abuelitos en sus vans”, platica.

Estacionar el auto por las noches en un sitio seguro y permitido, les proporciona cierto alivio. “Nos hemos convertido en una familia. En la mañana nos despedimos y en las noches, cuando a veces no llega alguien, nos preocupamos”, reconoce.

Debido a que no tienen placas ni el registro renovado para su automóvil solo conducen de día. “Algunos policías son amigos, y cuando nos han parado, les hemos explicado la situación y nos han pedido que no manejemos de noche. Solo manejamos hasta las seis de la tarde. No queremos exponernos. Si nos quitan la troca, nos quedamos sin techo y sin una manera de ganarnos un poco de dinero”, explica Ángel Luis.

Ángel Luis Acosta y Daniel no han podido encontrar vivienda a un precio accesible. (Aurelia Ventura/La Opinión)

Desde que utilizan su auto como hogar, solo trabajan para UBER repartiendo comida a domicilio. “Lo que ganamos nos ayuda para la gasolina y para comer”, subraya.

Lamentablemente no ven muy promisorio su futuro. “Hemos buscado casas y cuartos para rentar, pero todo está muy caro. El apartamento donde vivíamos de tres recámaras, patio y garage, tenía una renta ‘barata’ por 2,250 dólares al mes porque viví ahí 20 años, pero ahora ese lugar, lo rentan por 6,500 dólares”, dice.

Añade que en esa área, un departamento de un cuarto, cuesta 2,800 dólares fácilmente. “Para mudarte necesitas 10,000 dólares. Empleos sí hay, pero los salarios que ofrecen no dan para rentar un lugar”, observa.

Comenta que los alquileres “más baratos” suelen ser de viviendas con paredes que se están cayendo, carpetas sucias y viejas; y edificios inseguros.

Ángel Luis hizo todo lo que su familia le dijo que tenía que hacer para superarse. “Mijo educate”, le decía su madre. Así lo hizo, pero cuando parecía tenerlo todo, se quedó sin nada.

Todos los días busca trabajo. Sin embargo, considera que también su edad juega un factor en su contra para encontrar una ocupación. “Tengo 50 años. No te dicen que estás viejo, pero te das cuenta cuando no te llaman o te quieren pagar menos. No quieren darme lo que valgo. No puedo hacerla con 20,000 dólares al año”, afirma.

Daniel y su pareja confía en que van salir del desamparo. “Solo que tenemos que hacerlo por nosotros mismos. Tenemos que ahorrar. Nadie nos va a ayudar”, considera Daniel.

Pero vivir en la calle ha minado su salud física y mental.

“No se descansa bien en un carro. Aunque uno termina por adaptarse a esta vida, extraña las comidas calientes y cocinar. Cuando hace calor es mucho más difícil. Echas de menos tu cama, tus cosas. Pero lo que más extrañamos es estar tranquilos. Cuando no tienes un hogar, siempre vives preocupado”, dice Ángel Luis.

Un hombre que vive en su auto se prepara para pasar la noche en el estacionamiento de la Iglesia Episcopal St. Mary’s de Koreatown. (Aurelia Ventura/La Opinion)

Estacionamiento seguro

Brooke Wirtschafter, directora de  programas de comunidades de la organización comunitaria y sinagoga IKAR, dice que desde 2018, han ofrecido un estacionamiento por las noches a las personas sin hogar que viven en sus autos.

“Este lugar pertenece a la comunidad judía y trabajamos en asociación con el programa Safe Parking L.A. Ellos proveen un guardia de seguridad, un baño portátil e investigan los antecedentes criminales de las personas desamparadas que solicitan el estacionamiento”, indica.

Incluso los ayudan y les pagan la renovación de su registro, la licencia de conducir y su seguro de auto.

IKAR a su vez, les da pases a los desamparados para que vayan al gimnasio y pueden bañarse.

El estacionamiento con capacidad para diez autos, facilitado por la comunidad judía funciona desde las 8:30 de la noche hasta las 6:30 de la mañana. “En ese horario, trabaja el guardia de seguridad que cuida el orden en el estacionamiento”, expresa.

Brooke explica que para la comunidad judía, proporcionar un espacio para que las personas sin techo que poseen un auto puedan pasar la noche, es parte de vivir de acuerdo a sus valores.

Uno de los más importantes, es darle la bienvenida a los extraños y cuidar a los más pobres. Necesitamos compartir con la gente que no tiene una casa”, dice.

Por lo menos dos veces al mes, voluntarios de la comunidad judía ofrecen una cena caliente a quienes pasan la noche en el estacionamiento. También llevan juegos de mesa para interactuar con ellos.

“Es una oportunidad para conocer, construir conexiones y entender la epidemia del desamparo. Algunas veces la gente tiene una mala concepción de quien es un indigente, y cuando ellos comparten sus historias, aprenden que son como cualquier otra persona, tienen historias y vidas”, señala.

Desde hace dos años, la organización Safe Parking L.A., se lanzó en la búsqueda de estacionamientos para que los desamparados pudieran estacionar sus autos por las noches, y evitar que lo hicieran en las calles de Los Ángeles.

Tenemos 15 estacionamientos seguros en todo el condado. Son propiedad de organizaciones de fe, la ciudad y el condado de Los Ángeles. Ellos los usan de día y lo prestan por la noche para las personas sin hogar”, precisa Jerry Kim de Safe Parking L.A.

“El principal beneficio que hemos conseguido, es que las personas pueden descansar mejor por las noches y sean más productivos al día siguiente”, explica.

Y precisa que la mayoría de quienes duermen en los estacionamientos, tienen un empleo de tiempo completo, de medio tiempo o están buscando trabajo. Aunque hay personas que sufren de alguna discapacidad.

“Al contar con un lugar donde estacionar sus autos por la noche, les permite también estar cerca de sus trabajos o las escuelas de sus hijos”, explica.

El viernes busque la tercera de cinco partes: El desamparo golpea a refugiados y solicitantes de asilo  en  Los Ángeles  

Primera parte: Latinos, el grupo étnico con más desamparados en el condado de Los Ángeles

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